lunes, 8 de septiembre de 2014

Cortázar y alguien que sufre

Queremos tanto a Julio

Viena 1971. Dos colombianos escuchaban al pianista chileno Claudio Arrau

Julio Cortázar, autor argentino. Siguen apareciendo notas de homenaje./elespectador.com
Daniel Schloss Pombo, primer secretario de la Embajada de Colombia, había invitado al concierto a Sergio Acevedo, estudiante de música de Bucaramanga y pupilo de Herbert von Karajan. En el intermedio se levantaron de la primera fila los 193 centímetros de Julio Cortázar. Sergio Acevedo había leído con fervor Rayuela, Los premios y todo Julio. Se le acercó mientras Cortázar fumaba un cigarrillo. Hablaron unos minutos. Cortázar, que estaba en Viena como traductor de la agencia de energía atómica de Naciones Unidas, le dio su dirección en París. Sergio Acevedo le propuso que se tomaran un vino, pero Cortázar se marchaba al día siguiente.
Pasó el tiempo. Sergio Acevedo visitaba la oficina de Proexpo en Viena para leer El Tiempo, que llegaba por correo aéreo. Conocía al director, Julio Escobar Fernández de Soto, de Cali. Un día notó un fajo de cartas sobre una mesa. Venían de la Argentina y estaban dirigidas a Julio Cortázar. Sergio Acevedo, hoy director de la orquesta sinfónica de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, le dijo a Escobar que le podía enviar la correspondencia al escritor, pues tenía su dirección en París. Julio Escobar asintió. Los sobres estaban escritos a mano en letra pequeña; la oficina de energía atómica quedaba en la misma avenida. Tal vez por eso el cartero austríaco confundió a Julio escritor con el Julio de Proexpo.
Cortázar respondió el 7 de enero de 1974: Amigo Sergio, Muchas gracias por su carta y el envío. La historia de esas cartas es absolutamente increíble, pero usted merece conocerla. Hace más de un año que recibo mensajes de una muchacha enferma, esquizofrénica, pero además paralizada en un hospital, en la medida en que puedo aceptar su versión de las cosas. Al principio me escribía a París, pero como le envié un mensaje desde Viena tratando de animarla, debió pensar que me había ido a vivir a la IAEA y por eso me escribió allá. Que usted haya encontrado todas esas cartas en la oficina comercial de Colombia forma parte de esas constelaciones o figuras que me son harto familiares pero en las cuales casi nadie cree. Y es importante que las haya encontrado porque acabo de leer todos estos mensajes demenciales y bellísimos, mezcla de collage, poesía erótica y delirios inconexos, debido a que la pobre muchacha está llegando al final de su enfermedad y que sin duda no resistirá mucho tiempo más. Acabo de enviarle un mensaje para confortarla y gracias a usted la pobre se sentirá un poco acompañada por mí, a quien eligió luego de leer mis cuentos y en quien tiene una profunda confianza. Si esas cartas se hubieran perdido yo no habría sabido jamás que ella seguía escribiéndome y ella se habría sentido abandonada por mí. Sergio, en septiembre iré otra vez a la conferencia general de la IAEA y esta vez tenemos que vernos y tomarnos ese vino tan demorado. No conozco las fechas pero será hacia el 20 de septiembre hasta fin de mes. Si usted está en Viena en esa época búsqueme en la sección de traducción, Traungasse creo que 19 y nos veremos. Gracias otra vez por el buen recuerdo y por haber cerrado una figura con toda la perfección necesaria para llevarle una sonrisa a alguien que sufre. Un abrazo y hasta pronto, Julio Cortázar.