miércoles, 3 de septiembre de 2014

El Plan Nacional de Lectura y Escritura

Un plan de lectura y escritura tiene que ser una política de Estado




El plan de lectura y escritura en las escuelas  debe fortalecer a las biblotecas escolares./eltiempo.com

El primer gobierno Santos lanzó el Plan Nacional de Lectura y Escritura Leer es mi cuento, liderado por las ministras de Educación y Cultura. Por primera vez en la historia del país, estos dos ministerios acometían un plan con los mismos objetivos, pero cada uno en su ámbito y con poblaciones y programas específicos.
Así, pasó a considerarse la lectura y la escritura como asunto que trasciende el aula escolar y se convierte en un asunto transversal que atañe a todos los sectores relacionados con el desarrollo humano. Leer y escribir en la sociedad de la información es fundamental para el ejercicio de los derechos, entre otras cosas, para acceder a la oferta de servicios que el Estado debe brindarnos.
El balance de ese primer cuatrienio es de resaltar, dado que Cultura, pionera y abanderada, dotó con libros para los niños de primera infancia y sus familias las 1.406 bibliotecas públicas del país y los jardines infantiles del ICBF por medio de la estrategia Fiesta de la lectura, que viene realizándose hace más de seis años con un fuerte componente de formación para las maestras.
Los libros fueron rigurosamente seleccionados por comités, en los que también intervinieron bibliotecarios públicos. Dentro de este plan, también se repartieron, a través de periódicos, miles de ejemplares de una colección de libros para niños, directamente a los hogares y a las familias.
Mientras tanto, en este marco, el Ministerio de Educación emprendió la labor titánica de configurar bibliotecas escolares con una colección semilla de 270 títulos, que repartió en 20.500 instituciones educativas públicas de todo el territorio nacional. En este caso, con libros que llenan necesidades curriculares sin ser textos, que los complementan y son definitivos en el mejoramiento de la calidad de la educación.
Con esto, el Ministerio empezaba a saldar una deuda de siglos con nuestras escuelas públicas, absolutamente desprovistas de materiales de lectura. Desde Educación, el plan configuró un ambicioso esquema de formación de bibliotecarios escolares, que se encuentra a medio camino; una legislación para regir su oficio, porque los colegios no contemplan esta figura, y una articulación con todas las áreas del saber de las instituciones.
Estas compras públicas se hicieron aprovechando economías de escala que permitieron rendir los recursos por cuatro. Varias ventajas colaterales de este plan fueron el empleo y la inyección de recursos a las golpeadas industrias papelera, editorial y de impresión de Colombia.
Un plan de lectura y escritura tiene que ser una política de Estado. La lectura está en todas nuestras actividades diarias, nos proporciona una brújula para movernos en el mundo, y no en vano la comprensión de lectura es uno de los indicadores más importantes de Pisa, ya sea en lenguaje, ciencias, matemáticas o sociales.
La lectura es transversal a las cinco líneas de acción que ha enunciado la ministra Parody: excelencia docente, jornada única, bilingüismo, erradicación del analfabetismo y acceso a la educación superior.
La proyección de este plan deberá contemplar la renovación y actualización de las colecciones en las bibliotecas públicas y en los jardines; su divulgación, porque en muchos municipios se desconoce el carácter público de las colecciones, y terminar de dotar los otros 20.000 establecimientos educativos que, aun cuando de menor matrícula, no tienen la colección semilla.
Y, dado que Mintic hace parte ahora del eje de educación, ¿por qué no entra en el Plan para pensar una estrategia de adquisición de contenidos para las famosas tabletas, de las que ya se oyen quejas por ausencia de materiales de lectura? Para que se entienda que las nuevas tecnologías no son solamente un problema de tecnología. La última revista Arcadia, titulada Mutantes digitales, plantea la necesidad de colaboración entre los ministerios de Educación, Cultura y TIC. El Plan Nacional de Lectura y Escritura es el marco perfecto para ello.
Carmen Barvo
Directora de Fundalectura