La viuda y albacea literaria del autor de Rayuela fue una excelente traductora
La traductora Aurora Bernárdez. / Ricardo Gutiérrez ./elpais.com |
“Cuánto me ha gustado conocer a Aurora y a Julio, por el retrato que has hecho de nosotros”, le dijo Aurora Bernárdez
a Mario Vargas Llosa en julio de 2013, luego de que el premio Nobel
peruano recordara, en un encuentro en El Escorial, su exquisita
personalidad y el gran apoyo a la cultura y a Julio Cortázar, su marido.
Ayer, esa mujer que muchos creían que era La Maga, de Rayuela,
falleció a la edad de 94 años, en un hospital de París. Había sufrido
una caída el pasado viernes, al salir de una visita médica, como
consecuencia de un accidente cerebrovascular.
Bernárdez (Buenos Aires, 23 de febrero de 1920-París, 8 de noviembre de 2014) fue una prestigiosa traductora de varios idiomas y de autores, y una de las figuras de la vida cultural bonaerense de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, antes de que Cortázar apareciera en su vida, recuerdan Raúl Manrique Girón y Claudio Míguez, del Centro de Arte Moderno, de Madrid. “En aquel tiempo iba a las famosas reuniones en la casa de Oliverio Girondo, era amiga de Juan Carlos Onetti, conocía a Borges y cuando viajó a París para encontrarse con Cortázar llevó una recomendación de Victoria Ocampo —que no utilizó—”.
Cortázar la conoció en el café Boston de Buenos Aires, en 1948. En julio de 1953 se casaron. La comunión intelectual entre ambos parecía cosa de brujería. Los dos se presentaron a la Unesco como traductores. Ella obtuvo el primer puesto y él el segundo. Al final optaron por ser temporales para poder dedicarse a la literatura y la vida cultural. Un pacto intelectual que duró toda la vida, más allá de su separación, que vino cuando Glop (apelativo cariñoso con que la bautizó el padre de los cronopios) pidió el divorcio en 1968 tras un viaje a Cuba.
Cortázar se casó después con Ugné Karvelis y luego con Carol Dunlop. Bernárdez siempre estuvo al lado de Cortázar, a quien acompañó hasta su muerte en 1984. Él la dejó como su albacea.
Julia Saltzmann, editora de Alfaguara en Argentina, y amiga personal, recuerda que trabajar con ella para la edición de libros de Cortázar fue descubrir a una mujer “conversadora, curiosa, expresiva… y rigurosa”. Editaron, por ejemplo Cortázar de la A a la Z.
La última vez que Pilar Reyes, de Alfaguara España, la vio fue el 12 febrero pasado en Madrid. Fue en la lectura dramática Música para cronopios, dirigida por Natalia Menéndez y con dramaturgia de José Sanchis Sinisterra sobre textos y gestos de Cortázar. “El espectáculo fue emocionante y alcanzó su momento mayor con la lectura del monólogo de la Maga a bebé Rocamadour. La interpretación de la actriz Clara Sanchis cortó el aliento. Aurora Bernárdez estuvo imperturbable. Cuando el espectáculo terminó y el público se marchó, se acercó a la actriz y le dijo: “eres la Maga... Mucho cuidado”. Y desapareció con la levedad de una joven de 20 años que sigue su camino deprisa, porque tiene muchas cosas que hacer”.
Bernárdez (Buenos Aires, 23 de febrero de 1920-París, 8 de noviembre de 2014) fue una prestigiosa traductora de varios idiomas y de autores, y una de las figuras de la vida cultural bonaerense de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, antes de que Cortázar apareciera en su vida, recuerdan Raúl Manrique Girón y Claudio Míguez, del Centro de Arte Moderno, de Madrid. “En aquel tiempo iba a las famosas reuniones en la casa de Oliverio Girondo, era amiga de Juan Carlos Onetti, conocía a Borges y cuando viajó a París para encontrarse con Cortázar llevó una recomendación de Victoria Ocampo —que no utilizó—”.
Cortázar la conoció en el café Boston de Buenos Aires, en 1948. En julio de 1953 se casaron. La comunión intelectual entre ambos parecía cosa de brujería. Los dos se presentaron a la Unesco como traductores. Ella obtuvo el primer puesto y él el segundo. Al final optaron por ser temporales para poder dedicarse a la literatura y la vida cultural. Un pacto intelectual que duró toda la vida, más allá de su separación, que vino cuando Glop (apelativo cariñoso con que la bautizó el padre de los cronopios) pidió el divorcio en 1968 tras un viaje a Cuba.
Cortázar se casó después con Ugné Karvelis y luego con Carol Dunlop. Bernárdez siempre estuvo al lado de Cortázar, a quien acompañó hasta su muerte en 1984. Él la dejó como su albacea.
Julia Saltzmann, editora de Alfaguara en Argentina, y amiga personal, recuerda que trabajar con ella para la edición de libros de Cortázar fue descubrir a una mujer “conversadora, curiosa, expresiva… y rigurosa”. Editaron, por ejemplo Cortázar de la A a la Z.
La última vez que Pilar Reyes, de Alfaguara España, la vio fue el 12 febrero pasado en Madrid. Fue en la lectura dramática Música para cronopios, dirigida por Natalia Menéndez y con dramaturgia de José Sanchis Sinisterra sobre textos y gestos de Cortázar. “El espectáculo fue emocionante y alcanzó su momento mayor con la lectura del monólogo de la Maga a bebé Rocamadour. La interpretación de la actriz Clara Sanchis cortó el aliento. Aurora Bernárdez estuvo imperturbable. Cuando el espectáculo terminó y el público se marchó, se acercó a la actriz y le dijo: “eres la Maga... Mucho cuidado”. Y desapareció con la levedad de una joven de 20 años que sigue su camino deprisa, porque tiene muchas cosas que hacer”.