Padrino de la generación beat e influencia decisiva de sus autores, en 1969 Burroughs explicó su método en un libro, ahora reeditado
BURROUGHS. Uno de los novelistas estadounidenses más radicales, extraños y contundentes del siglo XX./revista Ñ |
Una de las razones por las cuales los escritores radicalmente
innovadores demoran en ser establecidos es porque su obra, aparte de ser
una cosa en sí misma, funciona también como una especie de manual de
instrucciones sobre cómo leer esa misma obra. Un ejemplo clásico es Ulises, de James Joyce. En 1922 (el año de su primera edición) la única manera de aprender a leer Ulises era leyendo Ulises.
Después, Joyce mismo dio una mano difundiendo un grilla
simbólico-mitológica que mostró el esqueleto teórico de la narración.
Los lectores de novelas hoy, por más que no hayan leído Ulises ,
tienen asimiladas las innovaciones de Joyce. Lo que en su momento
parecía caótico (el monólogo interior, por ejemplo) ya es una
herramienta básica del arte de la novela.
William Burroughs es un caso parecido. Para convertirse en un lector fiel de Burroughs hay que hacer más que simplemente leer
sus libros. También hay que entender cómo los escribió y por qué. Si
uno intenta lograr esta lectura empática, los libros de Burroughs pasan
de ser desopilantes y escatológicas aventuras picarescas a ser –además
de eso– instrumentos iconoclastas que buscan denostar y corromper los
valores del mundo moderno, occidental, capitalista. Uno puede rechazar o
abrazar la moral de Burroughs; eso corre por cuenta de cada lector.
A
Burroughs le interesaba mucho que el sentido de su obra fuera entendido
y fue muy abierto en compartir sus ideologías, tanto estéticas como
culturales. Una de las mejores fuentes para quienes quieran conocer
estas claves de la obra de Burroughs es el libro que compila sus
entrevistas desde 1960 y 1997, Burroughs Live (Semiotex(e), 2001). Si pueden, consíganlo. Una segunda opción, igual de fundamental, es La tarea, Conversaciones con Daniel Odier
, recién editado por El Cuenco de Plata. En este segundo libro
Burroughs explícitamente delinea sus creencias fundamentales y explica
sus métodos de composición. Explica además como las primeras están
unidas al segundo.
El método de composición que “descubrió” junto con su amigo, el pintor Brion Gysin, fue el cut-up
. Consiste en doblar y cortar páginas y arreglarlas en forma aleatoria
para generar frases inesperadas sobre las cuales tejer narraciones. La
intención de Burroughs al hacer esto es avanzar la literatura hacia una
nueva vitalidad: “Creo que la forma de la novela probablemente está
pasada de moda y hay que mirar hacia delante... Para competir con la
televisión y las fotonovelas los escritores deberán desarrollar técnicas
especiales, capaces de producir en el lector el mismo efecto que la
fotografía de un hecho violento.” Otra de las motivaciones para emplear
este método fue poder usar las palabras de la misma forma en que un
pintor usa la pintura; no ser atrapado por las exigencias lógicas del
lenguaje sino poder manipularlo. “El escritor aún no sabe qué son las
palabras”, dice Burroughs. “Opera con abstracciones que surgen de las
palabras. La posibilidad del pintor de tocar y manipular sus materiales
lo llevó a técnicas de montaje hace sesenta años. Es de esperar que la
divulgación de las técnicas del cut-up haga viables experimentos
verbales más radicales, dando una nueva dimensión a la escritura.” En
cuanto a su visión del mundo, Burroughs desconfía de todo. Es un
misántropo exuberante. Para él, los países son campos de concentración;
las corporaciones programan nuestra forma de pensar; las leyes contra
las drogas son un pretexto para expandir el poder de la policía. Estas
ideas, en sí mismas, no son originales. Más bien son fundamentales al
discurso de cualquier paranoico. Pero la visión de Burroughs no es
meramente denunciatoria. Al contrario, su búsqueda ontológica incluye y
unifica lo biológico, la tecnológico, el mundo de los sueños, el mundo
de las alucinaciones inducidas por la droga y los mecanismos de control
de la sociedad.
Una de sus ideas más sorprendentes es que el
lenguaje es producto de un virus; postula: “Mi teoría básica es que la
palabra escrita en realidad era un virus que hizo posible la palabra
hablada”. Se pregunta: “¿Entonces el virus es simplemente una bomba
dejada en este planeta para ser activada por control remoto? ¿Un
programa de exterminio, en realidad?” Declaraciones como estas irrumpen
incesantemente en La tarea . Es fascinante y frustrante a la vez,
porque las suelta sin profundizarlas. Pero en realidad no hace falta
que lo haga, porque Burroughs es un novelista. Sus ideas no existen para
crear una filosofía existencial. Sirven para crear ficciones. Sobre
esta tarea Burroughs dice: “El novelista se dedica a crear personajes.
Necesita al lector en tanto espera que algunos de sus lectores se
conviertan en sus personajes”.
La tarea sirve como un
prólogo a las obras completas de Burroughs pero también puede ser que
sea un manual de cómo convertirse en uno de sus personajes.