Cees Nooteboom, poeta, ensayista, novelista, traductor y autor de libros de viaje, es una figura fundamental de la literatura contemporánea y un fuerte candidato al premio Nobel. Estuvo de visita en Colombia y se conversó con él
Usted escribió: “Quien viaja no solo descubre un entorno
nuevo, sino que aprende a conocerse de nuevo a sí mismo”. Esta es su
cuarta visita a nuestro país, queremos preguntarle: ¿Cuál es ese
‘entorno nuevo’ y el conocimiento de ‘sí mismo’ que le ha dado Colombia
al gran viajero Cees
Yo vine la primera vez a Bogotá en los años ochenta, entré por Leticia para visitar a un amigo holandés y luego he vuelto a Medellín, Bogotá, Popayán, Cartagena, recientemente a Mompós y pienso ir a Villa de Leyva. También he leído sobre Colombia. ¿Qué pienso de este país? ¿Cómo me ha ayudado a conocerme a mí mismo? No lo sé aún, los viajes hay que decantarlos. También me motivó mucho a venir Michael Jacobs, un amigo inglés que vivía en Andalucía y era un enamorado de Colombia. Él escribió un libro fantástico, El ladrón de recuerdos, que es un viaje por el río Magdalena desde Barranquilla hasta su nacimiento, donde estaba la guerrilla. Yo, que vengo de un país superpoblado y totalmente reglamentado –como un parque–, empecé a viajar por España en los años cincuenta y encontré un espacio de libertad. Algo de eso me recuerda Colombia.
Además acá tiene lectores.
Sí, eso me sorprende. He visto mis libros en las librerías, la Casa de Poesía Silva publicó mi poesía antes que en España, en el Hay Festival tuve una conversación con Rüdiger Safranski en el teatro Adolfo Mejía completamente lleno ¡a pesar de que la conversación era en alemán! Y luego firmé libros durante más de una hora. Creo que tengo un público secreto en Colombia (risas).
A los 81 años, ¿no se ha cansado de viajar?
De vez en cuando (risas). Recién en Mompós, a mi edad, con el miedo permanente que uno tiene de caerse, tener que subirme a una chalupa… Pero mientras pueda seguiré viajando. Me gusta el movimiento. En uno de mis libros digo que “el origen de la existencia es el movimiento”. Y en una obra de teatro que publiqué hace más de 50 años, escribí: “Sentarse es quedarse sentado”. He escrito nueve libros de viajes, el último de ellos que hice con mi esposa Simone Sassen, quien es fotógrafa, es sobre una visita a los 33 templos del Japón, un peregrinaje.
De vez en cuando (risas). Recién en Mompós, a mi edad, con el miedo permanente que uno tiene de caerse, tener que subirme a una chalupa… Pero mientras pueda seguiré viajando. Me gusta el movimiento. En uno de mis libros digo que “el origen de la existencia es el movimiento”. Y en una obra de teatro que publiqué hace más de 50 años, escribí: “Sentarse es quedarse sentado”. He escrito nueve libros de viajes, el último de ellos que hice con mi esposa Simone Sassen, quien es fotógrafa, es sobre una visita a los 33 templos del Japón, un peregrinaje.
¿Qué encontró en esos templos?Lo
mismo que en las iglesias románicas de España, que tanto me gustan. Hay
incienso, la gente habla en otro tono, la misericordiosa diosa Kanon se
parece a la virgen María, hay velas como en Lourdes. Son vestigios de
la divinidad, de lo sagrado. Como los hay en la poesía y en la música.
Usted también escribió: “La transmigración de las almas no tiene lugar después de la vida sino durante la vida”. ¿Qué quiso decir?
Yo no creo en la transmigración después de la vida, al menos no quiero reencarnar en un perro. Definitivamente uno no es el mismo a los 81que a los 41 o a los 21. Uno es sus cambios. Cuando era joven no tenía una espalda y después de los 40, duele la espalda. El cuerpo se hace presente cuando empieza a fallar. No recuerdo haber tenido un cuerpo de joven, uno se hace consciente del cuerpo cuando envejece y el que diga que no, miente.
Usted también escribió: “La transmigración de las almas no tiene lugar después de la vida sino durante la vida”. ¿Qué quiso decir?
Yo no creo en la transmigración después de la vida, al menos no quiero reencarnar en un perro. Definitivamente uno no es el mismo a los 81que a los 41 o a los 21. Uno es sus cambios. Cuando era joven no tenía una espalda y después de los 40, duele la espalda. El cuerpo se hace presente cuando empieza a fallar. No recuerdo haber tenido un cuerpo de joven, uno se hace consciente del cuerpo cuando envejece y el que diga que no, miente.
Muy joven usted descubrió España y
se enamoró del idioma español. ¿También se ha enamorado del español que
se habla en América? ¿Cómo lo percibe? ¿La parece distinto?
No conozco el español tanto como para opinar al respecto. Yo pensaba que estaba muy bien traducido porque mi traductora, directora del Instituto Cervantes de Londres, es de origen español y conoce a la perfección el holandés. Hasta que un escritor argentino me dijo que los españoles han corrompido el español durante dos siglos. Se lo conté a mi traductora y me dijo: “Sí, es verdad, en Colombia hablan el español más bello”.
No conozco el español tanto como para opinar al respecto. Yo pensaba que estaba muy bien traducido porque mi traductora, directora del Instituto Cervantes de Londres, es de origen español y conoce a la perfección el holandés. Hasta que un escritor argentino me dijo que los españoles han corrompido el español durante dos siglos. Se lo conté a mi traductora y me dijo: “Sí, es verdad, en Colombia hablan el español más bello”.