Ensayo. El actor alemán Hanns Zischler rastreó todas las referencias a películas en los diarios del escritor checo, y descubrió a un enigmático cinéfilo
Cuando Kafka iba al cine./revista Ñ |
Kafka va al cine es un ensayo pero se puede leer como
una novela policial. Es una investigación, es cierto, pero es también la
historia de cómo su autor fue rastreando ciertas referencias al primer
cine en los diarios y las cartas del checo para pensar una relación que
todavía no había sido del todo allanada. El autor de este libro –que
llega al español en edición de Minúscula– es Hanns Zischler, al que
posiblemente conozcamos por su trabajo como actor en Los edukadores o Los juegos de Ripley , entre otras películas . El tipo se pasó la vida filmando. Entre los resquicios de sus labores como frontman
de la pantalla grande, se empezó a obsesionar con las alusiones de
Kafka al cine. No eran grandes textos; se trataba, más bien, de cositas
sueltas, como salpicados autobiográficos de experiencias visuales que lo
marcaban con una cierta intensidad. Otro misterio le agregaba un
atractivo a la investigación: en 1913 las referencias de Kafka sobre el
cine se cortan, enmudecen. ¿Qué pasó ahí? ¿Dónde están ahora esas
películas que el escritor menciona y que nunca más nadie vio? ¿Qué le
interesaba de esos filmes a los que solamente alude con una línea en sus
diarios? Estas son las preguntas básicas que el ensayista-investigador
va a tratar de contestar en este libro.
Lo interesante de este
trabajo no está solamente en el rastreo en la obra y las influencias y
los entusiasmos de Kafka (algo sobre lo que, finalmente, se ha escrito
muchísimo y se va a seguir escribiendo siempre), sino sobre todo en el
relevamiento del cine de una época nonata. Muchas de las películas que
vio Kafka no fueron vistas después por casi nadie más en el mundo. ¿Cómo
puede ser esto? Es sencillo: se proyectaron de modo precario en algunas
locaciones europeas de principios del siglo XX y después
desaparecieron. Nadie guardó las copias, nadie le dio a esas películas
una existencia póstuma. Hanns Zischler se metió entonces en cinematecas y
depósitos para tratar de encontrar esas cintas y mirarlas, después de
años y años y años de invisibilidad. La parte por el todo: muchas veces,
Zischler llega a una película aferrándose únicamente en una frase
suelta del cinéfilo K, donde no especifica ni un título ni un actor. En
ese sentido, Kafka va al cine es un libro obsesivo, delirante y utópico y por eso hermoso.