sábado, 8 de noviembre de 2014

Leila Guerriero y el adjetivo perfecto

El adjetivo perfecto, la crónica perfecta, no te la regalan ni Buda ni el redactor jefe; la consigues tú trabajando en la zona de obras en que se desarrolla, sin vuelta de hoja, este maravilloso oficio que Leila Guerriero ha hecho aún más hermoso

 
Leila Guerriero, cronista argentina: con el perfecto adjetivo en la crónica./elpais.com
¿Por qué nos gustan los reportajes de Leila Guerriero? ¿Por qué nos interesan sus columnas, nos enganchan sus reportajes, nos gustan sus sustantivos, nos parece que sus adjetivos, como los de Borges, Hemingway o Capote, son como verbos o como dardos: incontrovertibles?
Mario Vargas Llosa intentó explicarlo, creo que con éxito, en un artículo sobre Plano americano, la extraordinaria antología de grandes logros periodísticos de Leila, en los que se concentra esa sabiduría. Ella no es de esas personas que hagan explicaciones grandilocuentes ni de su formación ni de su estilo, pues verdaderamente que sea periodista es una casualidad del destino, que la empujó hace años con la mano de Jorge Lanata.
Pero aquí y allá, impelida por otros, impulsada por encargos como conferencias o coloquios, ha ido contando a su manera de qué modo se sienta ante el computador para escribir crónicas y reportajes; el conjunto de esas reflexiones ha sido manejado ahora por ella misma para construir un libro singular que la aclara y la pone en el primerísimo plano (un plano americano, por cierto, pero también universal) de la historia del periodismo que se está haciendo desde hace rato en su país, Argentina, que es un predio en el que se han desarrollado personajes de la categoría de Arlt y Tomás Eloy Martínez.
Ella es de esa estirpe por su audacia y por su ritmo, y también es, como Martínez, una escritora que no renuncia a la esencia del oficio para decir lo que sabe; no la verás nunca inventando asuntos o frases o personajes para alimentar el ritmo del que está naturalmente dotada; tampoco la verás simulando que sabe lo que no sabe, o suponiendo. Ella no supone: indaga. El otro día leí (en Domingo, de EL PAÍS) el hermoso obituario que escribieron Bernstein y Woodward sobre su jefe, Ben Bradlee; y me emocionó especialmente esto que le decía el legendaria periodista: no supongan.
Pues eso, no suponer, es lo que hace esta periodista que indaga como si fuera a descubrir hasta el aire que hacía cuando ocurrían las palabras o las historias. ¿De dónde le viene ese poder? Repito: lo ha explicado, sin querer dar muchas explicaciones, pues ella cuenta de otros, no de sí misma, en algunos sitios, y ahora lo ha recopilado en un libro que yo aconsejo como quien aconseja respirar. Se llama Zona de obras, ha sido publicado por la nueva editorial Círculo de Tiza.
Ahí tiene un capítulo cuyo título parece de Gabriel García Márquez porque quizá ella tenía en mente al gran cronopio de la historia del periodismo cuando lo escribió o cuando lo tituló: “Qué es y que no es el periodismo literario: más allá del adjetivo perfecto”. En primer lugar, el oficio es la materia, el trabajo, la humildad que uno debe sentir cuando lo aborda. Así dice Leila: “El periodismo narrativo es un oficio modesto, hecho por seres lo suficientemente humildes como para saber que nunca podrán entender el mundo, lo suficientemente tozudos como para insistir en sus intentos, y lo suficientemente soberbios como para creer que esos intentos les interesarán a todos”. Y no sólo eso: es humilde, porque “se trata de periodismo”.
Esos textos que el periodista alcanza (ella, en concreto) “no arrancan con un brote de inspiración, ni con la ayuda del divino Buda, sino que eso que se llama reporteo o trabajo de campo, un momento previo a la escritura que incluye una serie de operaciones tales como revisar archivos y estadísticas, leer libros, buscar documentos históricos, fotos, mapas, causas judiciales, y un etcétera tan largo como la imaginación del periodista que las emprenda”. A partir de ahí se producen el sustantivo, el adjetivo, el pronombre…, no antes. Se trata de trabajo, trabajar hasta hallar el adjetivo perfecto, para poder ir más allá del adjetivo perfecto.
Cuando a Manuel Vázquez Montalbán le preguntaban cómo era tan rápido hallando el adjetivo perfecto para ir más allá él decía que no se trataba de rapidez sino de tiempo, y que se había propuesto conseguir esa perfección tras la que aun andaba buscando, como hace Leila Guerriero, en archivos, libros, vida…
El adjetivo perfecto, la crónica perfecta, no te la regalan ni Buda ni el redactor jefe; la consigues tú trabajando en la zona de obras en que se desarrolla, sin vuelta de hoja, este maravilloso oficio que Leila Guerriero ha hecho aún más hermoso.