Las fotos hechas en la batalla campal en La Plaza Maidan o Plaza de la Independencia de Kiev, obedecen a una estética. Nuestra hipótesis es que corresponde al Steampunk, un subgénero de la ciencia ficción que mezcla tecnologías del futuro con las del pasado
Un hombre con máscara antígas y un escudo casero camina por las llamas de la batalla campal en Kiev./Reuters./revista Ñ |
Desde
hace tiempo ya que se invoca a la novela 1984 y al adjetivo orwelliano
para describir estos tiempos de vigilancia cada vez más absoluta. Es una
analogía tentadora porque, como en la novela distópica de George
Orwell, las cámaras están hoy en todos lados y nos vigilan todo el
tiempo (En Buenos Aires, por ejemplo, acaban de instalar cuatro cámaras sobre el Obelisco,
transformando el potente simbolismo de este monumento en otra cosa,
algo que aún no tiene nombre. Queremos llamarlo orwelliano...). Otro
término que se ha utilizado mucho es Panóptico, ese edificio conceptual
del pensador británico del siglo XVIII Jeremy Bentham –y sobre el que
Foucault teorizó de manera brillante–, con un centro desde el cual todos
los habitantes (estudiantes, encarcelados) están bajo continua
vigilancia (O no; pero la posibilidad está siempre, entonces la
condición de ser vigilado es continua). Aunque un reciente ensayo de Zeynep Tufekci –del cual nos enteramos en un post del sitio io9– enfatiza que estas metáforas son equivocadas y nos distraen de la realidad de nuestro tiempo.
Recomendamos
la lectura de este ensayo a cuyas ideas subscribimos. No las resumimos
aquí porque esta nota se trata de otra cosa. Quisiéramos esbozar una
teoría sobre cuál genero de ciencia ficción podría ayudarnos a entender
nuestro presente. Implícita en este plan está la creencia de que la
ciencia ficción, en su mejor expresión, no es necesariamente profética
pero sí funciona como un sueño difuso del porvenir. Mirando las imágenes
que han salido de las batallas campales de la Plaza Maidan en Ucrania,
con una mezcla de fascinación y congoja se nos ocurrió una idea que se
cristalizó en la palabra Steampunk.
En
síntesis, el Steampunk es un subgénero de la ciencia ficción
caracterizado por tecnologías de vanguardia (o hasta de un futuro
imaginario) que coexisten con tecnologías (y formas de vestir y hablar
también) de la era victoriana. Pero esto es sólo la carcasa, y si se
quedara allí sería simplemente una curiosa invención estética. Lo que
pasa con este género es que cuando está en manos de un escritor
magistral (como China Miéville),
esta extraña combinación lleva a cuestionamientos ideológicos sobre la
tecnología y la cultura, la tecnología y la sociedad. ¿Por qué ciertas
tecnologías aparecen cuando aparecen? Si los materiales para todo lo que
existe en el mundo siempre estuvieron entre nosotros, la cuestión es
re-ensamblarlos. Las energías que utilizamos siempre estuvieron con
entre nosotros, aunque sea en estado latente.
Otra
pregunta muy de Steampunk: ¿La cultura humana crea la tecnología o es
al revés? (Hay pensadores como Kevin Kelly que afirman que “somos los
órganos sexuales de la tecnología.) Una cosa cierta es que el acceso a
ciertas tecnologías otorga un enorme poder. Un posible escenario de un
cuento Steampunk podría ser, por ejemplo, una guerra del estilo de la
Guerra Civil estadounidense en la que todas las condiciones históricas
son iguales salvo que uno de los bandos logra disponer de una tecnología
futurística (en relación con el momento) como la telefonía celular.
Como
dijimos, esta nota es una hipótesis que lanzamos para que lo completen
los lectores. Hay que enfatizar que las imágenes de las protestas en
Ucrania no corresponden exactamente al Steampunk ortodoxo. Pero su
característica principal es esta dicotomía entre lo nuevo y lo antiguo
(hablando tanto de artefactos, como de costumbres) que está al corazón
del Steampunk. El conflicto en Ucrania ha puesto cara a cara tecnologías
de represión modernas con tecnologías de resistencia totalmente
improvisadas.
Miren el contraste entre las fuerzas oficiales (uniformes negros, cascos modernos, imponentes escudos)
y los manifestantes, vestidos con lo que venga:
Tenemos
que reiterar que en esta nota no pensamos minimizar el sufrimiento de
las personas involucradas o la importancia política de los eventos.
Tampoco queremos hacer turismo de catástrofes. Pero las imágenes gritan
por una explicación estética. Nos están diciendo algo.
Miren el contraste de escudos de las fuerzas oficiales desplegados en una maniobra defensiva:
Y los manifestantes en un movimiento similar, pero con materiales caseros:
Miren los cascos improvisados de los manifestantes (de bicicleta, de moto; antiparras de esquí):
y los cascos ordenados, negros de las fuerzas oficiales, numerados todos...
Una
persona que no sabe nada de la protesta pero que mira estas imágenes
tiene que percibir que a) aquí pasa algo lúdico dentro de la tragedia:
y b) Que los fotógrafos están buscando, y encontrando, una extraña y dramática belleza:
Volvemos
a la hipótesis inicial y miramos unas imágenes de las tecnologías
rudimentarias con las que luchan los manifestantes contra las fuerzas
armadas:
Comparemos con las fuerzas oficiales:
Al
principio, dijimos que si el género Steampunk se quedaba en lo estético
serviría para ayudarnos a entender el mundo. Es más que eso. Pensamos,
tal vez terriblemente equivocados, que Steampunk, en alguna de sus
derivaciones puede ser una clave para entender el nuevo mundo más que la
novela distópica clásica o el concepto del panóptico. Porque hay un
desequilibro enorme entre la tecnología a la que acceden grupos formales
organizados versus los grupos espontáneos sin respaldo de estados o
corporaciones. Las dramáticas batallas en la Plaza Maidan de Kiev han
puesto esta realidad en acción. Los resultados nos dejan asombrados.
Concluimos
la nota con unas de las miles de imágenes que más encajan con la
estética steampunk, a nuestro parecer; donde la fantasía y el horror
conviven, también lo trágico con lo lúdico.