jueves, 5 de junio de 2014

Soberanía y orden mundial: hacia una democracia de canallas

En Canallas: dos ensayos sobre la razón, encontramos las dos últimas conferencias que pronunció públicamente Derridá, antes de su muerte. Su valor, más allá de su actualidad, radica en que de alguna forma Derridá hace una confrontación (breve pero contundente) de sus obras en el marco de su propuesta de la de-construcción del concepto de democracia

 
Jacques Derridá. Filósofo francés./periodicodelibros.com
Como el ánimo de toda invitación a una lectura siempre ha sido, eso creo (eso deseo creer y creo en el sumergimiento misma del deseo) es abrir al debate, al coloquio, escucharnos, interrogarnos sobre temas que de alguna forman nos convocan, es decir, nos sujetan a la palabra, la intención misma de pensar a Jacques Derridá en las problemáticas actuales de la razón del Estado (que es en últimas, tal parece concluir el autor francés, principalmente pero no únicamente una razón ético-jurídica), apunta, en primer lugar al intento de acercarnos a su obra y a su legado, y en segundo lugar, a pensar en la democracia como conciencia posible, o en palabras de Derridá, como posibilidad imposible o como imposibilidad posible.
En Canallas: dos ensayos sobre la razón, encontramos las dos últimas conferencias que pronunció públicamente Derridá, antes de su muerte. Su valor, más allá de su actualidad, radica en que de alguna forma Derridá hace una confrontación (breve pero contundente) de sus obras en el marco de su propuesta de la de-construcción del concepto de democracia y la asunción del concepto de la democracia por venir (aquí y ahora), aquella que nos dará el tiempo que no hay. 

Esto puede suponer, una probable aproximación retrospectiva  a la magnitud de su obra y a su vez, una promesa de lo que vendrá (a pesar de su muerte física), ya que nos ubica en la doble posibilidad de la metáfora de la rueda: en cuanto volver en sí, re-tornar y en el acto de (re)correrse, desplazarse en el espacio y en el tiempo, hallar permanencia en la errancia del concepto, de la imagen propia y de la del otro.

Para Derridá, existe una democracia cuya virtud es paradójica: la “ipseidad”. La Ipseidad de la democracia puede entenderse como el fuero que vincula una realidad a una soberanía (esa realidad es, puede ser: un Estado, un individuo, una masa de individuos, un concepto, una idea, etc.), esa soberanía nos permite ser sujetos del derecho cuya soberanía a su vez es ganada por la legitimidad que históricamente ha trazado la geometría de su permanencia. La primera paradoja es el hecho de que la racionalidad jurídica (desde el Contrato social) sostiene que la fuerza del derecho está sostenida en la soberanía que radica en el “demos”, pero a su vez, es el derecho el que se auto-atribuye el derecho a negar el derecho, y a decir quiénes, cuántos y cómo, somos soberanos y por ende, tenemos un fuero de libertad y de auto-nomía. A esta paradoja se suma otra: la de la democracia como ámbito de la auto-crítica, de la posibilidad del diálogo y el camino del doxa, donde está incluido hablar mal de la democracia, criticarla en su concepto, en su historia y en su nombre, es decir, negar a la democracia en el marco mismo de sus diálogos. Allí: una aproximación al carácter suicida de la democracia y a su condición de ficción, simulacro o proyecto, toda vez que en su seno, convergen las posibilidades del demos y su deslinde: 

¿gobierno de la multitud, de la mayoría, de la plebe, de la totalidad, de un grupo aparentemente legitimado por las urnas? ¿aristo-democracia, seguridad democrática? ¿Posibilidad de que lo informalmente totalitario o anti-democrático llegue formalmente a la democracia y la destruya por decreto o “plebiscito”?.

A lo anterior se suma, el hecho de que desde Kant (Hacia La Paz perpetua), se afirma el carácter cosmopolita de la democracia, su carácter transnacional que da nacimiento al denominado “Orden mundial”, cuyas normas están aún vinculadas con una racionalidad parcializada (la económica). Sin embargo, la fricción es clara: lo cosmopolita en su génesis y estructura, riñe con la noción clásica de soberanía (como ficción onto-teológica) en cabeza de los estados-nación. Y a su vez, el concepto de soberanía sirve para dos cosas en el llamado Orden Mundial: para sostener que el régimen democrático formal (en palabra y no en acto) es el único probable en el por-venir de la humanidad y que el orden mundial es altamente democrático, lo que trae consigo una nueva paradoja: la soberanía es “una instancia (que) en si instante propio, debe y puede, por fuerza, poner fin de una sola vez indivisible a la argumentación infinita” (pp. 27) en un contexto donde “reina” la ipseidad, a saber: el reconocimiento de la auto-nomía de sí, del “ipse… del sí mismo que se dicta a sí mismo su ley, su auto-finalidad” en la “simultaneidad del ensamblaje o de la asamblea, del estar juntos, del vivir juntos” (pp. 28).

Desde la etimología de la palabra  en francés (voyou) y en inglés (rouge), Derridá nos permite pensar en que el canalla es el proscrito, el que “mal versa las vías de comunicación”, y en cómo, políticas supra-soberanas como las de Estados Unidos, usan la razón de la fuerza para darse el derecho a decir qué democracias son soberanas y qué Estados no, en el entendido de que el universo político se va reduciendo a la autoridad en la que se es totalitario en pro del sostenimiento de la propia versión de democracia. Se abre la discusión cuya actualidad es inminente: tras el discurso de la protección democrática, vienen la razón de la fuerza y las amenazas bélicas del tipo ocupación. Entonces vemos a un gobierno que tilda de irresponsable a otro gobierno que insiste en ensayos nucleares, pero no se auto-denomina “canalla” en cuanto a sus políticas de ocupación. ¿Quién es entonces el canalla? ¿El que tilda a otros de canalla, los somete a la tortura generalizada en pro de la democracia? ¿El qué es llamado así por separarse de la racionalidad imperante cuya fuerza no es sólo la racionalidad sino – principalmente -  la fuerza? ¿Qué tan democrática es la política de exclusión en masa que llama canallas a ciertos Estados, si en últimas, la democracia – y esa es la razón de su suicidio y de su porvenir (si el yo, el logos, el ontos salen de su mismidad y se anticipan a “pensar” a “ser” en el otro) – es el espacio de la diferencia, de lo heterogéneo, cálculo de lo incalculable? Derridá nos ofrece la posibilidad-promesa de una Democracia por-venir que ponga las cosas del hombre en su lugar, al derecho, que reconozca la soberanía de lo (supuestamente) canalla, de lo marginal y periférico (social, político, cultural, económico, etc.),  y funden en ello, una versión verdadera de lo democrático donde hay más preguntas que respuestas, estrategia antigua, por lo demás, que exige en nosotros la asunción en acto.

Canallas: Dos Ensayos Sobre la Razón.
Jacques Derrida
Editorial Trotta
Madrid, 2005
188 Páginas

Fernando Vargas Valencia. Es poeta, abogado y auxiliar de la cátedra de sociología jurídica en la Universidad Externado de Colombia.