Red. Unas 700 mil personas en el mundo fueron espiadas en sus conductas frente a la pantalla del club virtual más popular y poderoso de la web 2.0
El mundo en sus manos. Marc Zuckerberg muestra en una pizarra los alcances infinitos de su creación que se reproducen como un rizoma./revista Ñ |
Las 689.000 personas en Facebook que sin saberlo se
transformaron en sujetos de un experimento sobre la dinámica social de
sus emociones, un trabajo cuyo resultado se publicó hace días por la
Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos y en el que
participaron las universidades de California, Cornell y San Francisco,
vuelven a plantear una de las preguntas de la década: ¿qué es
exactamente Facebook? ¿Una versión digital de los salones sociales
decimonónicos donde se prueban las aptitudes para la verdadera
interacción contemporánea? ¿Un club promiscuo de intercambio de
fantasías y exhibiciones a la espera de experiencias vitales?
Este
año Facebook cumplió 10 años, la edad en la que la infancia y la
ingenuidad empiezan a extinguirse. Pero no fue una infancia infeliz:
crecer en NASDAQ con un valor de casi 8.000 millones de dólares y 1.200
millones de usuarios como fuerza regenerativa en todo el mundo es más de
lo que muchos tendrán nunca en la web. Tal vez porque las puertas de su
adolescencia están cerca, Facebook invirtió entonces la pregunta por
primera vez: ¿qué son exactamente las personas? ¿Qué las motiva o las
desmotiva? Y en caso de que sus emociones sean manipulables, ¿qué se las
puede hacer desear?
A la hora de las preguntas, sin embargo, la
diferencia es que Facebook no actúa como las personas. Facebook, por
ejemplo, no especula. Aunque su pregunta permanente sea “¿qué estás
pensando?”, la metafísica no es su tema. Su tema son los datos.
Cantidades, volúmenes, vectores; las variables frías y exactas detrás de
lo que suele percibirse como simple comportamiento humano y que se
articulan con la pregunta comercial que da vida a Facebook: “¿qué
podemos ofrecerle?”.
La primera parte del experimento, que se
realizó durante siete días de 2012, consistió en intervenir con palabras
negativas las publicaciones de un grupo de personas y con palabras
positivas las publicaciones de otro grupo. El resultado –basta un
vistazo durante el Mundial para confirmarlo– fue que las emociones
difundidas a través de las redes sociales tienen carácter
epidemiológico. De hecho, el contagio funciona mejor a través de la
interacción directa con alguien “feliz” o “triste” que mediante la
exposición (porque, tal como puede leerse en Kafka, a veces la felicidad
ajena resulta insoportable).
Aunque la Academia Nacional de
Ciencias afirma que esto podría tener relevancia en “asuntos de salud
pública”, la versión de que el estudio fue financiado por el Ejército de
EE.UU. y la James S. McDonell Foundation, una organización fundada por
uno de los padres de la fábrica aeroespacial McDonell Douglas, vértebra
clave del complejo militar-industrial norteamericano, oscurece las
sombras sobre lo que ya casi parece la segunda parte del experimento: la
conducta de las personas al descubrir que Facebook las utiliza como
ratones de laboratorio.
El futuro incierto de la gran red
Si
bien los usos y condiciones de Facebook –ese aburrido guardarropa al
que nadie presta atención antes de pasar al salón– aclaran que la red
social tiene derecho a usar la información disponible como considere
conveniente, ninguna de las personas sometidas de manera anónima al
experimento firmó un consentimiento, ni aceptó ceder el resultado de sus
emociones a la ciencia. Interrogada sobre si ese vacío no era incluso
un impedimento legal para la publicación de los resultados, sobre todo
tratándose de “experimentos con humanos”, Susan Fiske, una de las
editoras de la Academia Nacional de las Ciencias, prefirió el silencio.
Aunque señaló a The Atlantic que “estaba preocupada (por el
experimento), hasta que pregunté a los autores y me dijeron que su
consejo de revisión institucional lo había aprobado, y al parecer bajo
el argumento de que Facebook aparentemente manipula todo el tiempo los
muros de las personas... Entiendo la preocupación de la gente. Creo que
su queja es con Facebook, no contra la investigación”.
Aún así,
entre las emociones que el experimento hizo germinar, una de las más
interesantes es del especialista en campañas políticas digitales Clay
Johnson, miembro del equipo que puso a Obama en la Casa Blanca por
primera vez. “¿Podría la CIA incitar una revolución en Sudán presionando
a Facebook para que promueva el descontento? ¿Eso debería ser legal?
¿Podría Mark Zuckerberg cambiar una elección promocionando determinados
posteos dos semanas antes?” Las preguntas de Johnson serían apenas
retórica paranoica si no fuera porque, además de experiencias de
“sublevación” a través de Facebook como la de Egipto en 2011, con su
primera década recién cumplida Facebook parecer más feliz jugando con
fuego que con muñecas. En ese sentido, la red social más exitosa del
siglo XXI hizo del análisis cuantitativo de las decisiones personales y
los experimentos conductistas de masas una especialidad ante la que una
elite gobernante tan habituada al sometimiento de los espíritus humanos
como la de Corea del Norte prestaría respetuosa atención.
En 2010,
por ejemplo, Facebook comprobó que era capaz de incentivar la voluntad
de votar de 60.000 personas simplemente ofreciendo el día mismo de las
elecciones presidenciales en EE. UU. una aplicación que mostraba el
punto de votación más cercano, además de la información de que “otros
seis de tus amigos lo han hecho”. Además, Zuckerberg planea el
desarrollo de una cartera de productos tan amplios como drones
alimentados por energía solar, equipos de realidad virtual, satélites y
láseres a través del Laboratorio de Conectividad de Facebook, cuyo
objetivo es conectar a todos a Internet (lo cual, al menos hoy, equivale
a conectarse a Facebook). “Nuestro trabajo en Filipinas y Paraguay
duplicó el número de personas compartiendo datos”, escribió Zuckerberg
en marzo en su red. Será cuestión de tiempo descubrir si las verdaderas
motivaciones de su laboratorio están más cerca de las fantasías más
siniestras de Kurt Vonnegut que del optimismo de Julio Verne.
A su
vez, los científicos vinculados al reciente experimento de ingeniería
emocional insisten en que fue un simple estudio de marketing. “Nos
parecía importante investigar la cuestión de si ver amigos posteando
contenidos positivos provocaba a las personas sentimientos negativos o
exclusión”, dijo Adam Kramer, jefe del proyecto, en su cuenta de
Facebook. “A la vez, nos preocupaba que la exposición a la negatividad
de los amigos pudiera provocar que las personas dejaran de visitar
Facebook”. ¿Y si la verdadera preocupación de Facebook es entonces que
sus anunciantes dejen de encontrar redituables sus inversiones en la red
social?
En ese caso, no parece ser ni el último ni el menos
invasivo de los experimentos que Facebook esté dispuesto a hacer entre
sus millones de habitantes en la lucha por asegurar su subsistencia. Al
fin y al cabo, la única amenaza firme contra su hegemonía en el negocio
de la sociabilidad online también es científica. En enero de este año,
la universidad de Princeton analizó la dinámica de la red social en el
buscador Google y, basándose en las trayectorias de otras redes sociales
ya en el ostracismo como Myspace, concluyó que la palabra “Facebook”
está estancada como referencia desde diciembre de 2012. De acuerdo con
lo que ese congelamiento significa en la voluntad de búsqueda de las
personas en Internet, los analistas de Princeton concluyeron que la red
social de Mark Zuckerberg podría perder hasta el 80% de sus miembros
antes de 2017. Respetando o no la libertad de sus usuarios, y tan alerta
o cínica como pueda estar dispuesta a enfrentar el futuro, hay motivos
científicos para creer que la pubertad de Facebook no va a ser nada
fácil.
La pregunta ética a destiempo
“Esto es malo, incluso para Facebook”, dijo James Grimmelmann,
profesor de leyes de la universidad de Maryland (EE.UU.), quien subrayó
que la falta de consentimiento informado en el experimento llevado a
cabo por una semana durante enero del 2012 con usuarios de Facebook es
“un verdadero escándalo”. Esta y otras opiniones fueron recogidas por el
diario británico The Guardian cuando se conoció la noticia del
experimento de Facebook.
John Carberry, un vocero de la
universidad de Cornell (EE.UU.) declaró a través de un comunicado que:
“Dado que la investigación fue conducida de manera independiente por
Facebook y el profesor Jeffrey Hancock tuvo acceso solamente a los
resultados –y en ningún momento, a los datos– el comité de revisión
institucional de Cornell concluyó que no estaba directamente involucrado
en investigaciones humanas y que ninguna revisión del programa de
protección de investigación humana fue necesaria.” Max Masnick, un
investigador que se está doctorando en epidemiología dijo que la
estructura del experimento significó que no hubo consentimiento
informado, lo cual es un requerimiento clave en los estudios con seres
humanos. “Como investigador nadie te da un pase libre ético sólo porque
un usuario tildó una opción aprobando los términos de uso de un sitio
web.” Por su parte, uno de los investigadores de Facebook, Adam Kramer,
publicó una larga defensa de las investigaciones justificando que se
llevó a cabo “porque nos preocupa el impacto emocional de Facebook y las
personas que usan nuestro producto.” Adi Kamdar, de la Electronic
Frontier Foundation (Fundación de la frontera electrónica), un grupo que
trabaja para defender los derechos civiles digitales de la gente, dijo
que el estudio debería enseñar a los usuarios “a ser cautelosos de
cuanta información le da cada uno a Facebook y cuanto dependes de ello.”
La segunda persona con mayor importancia en la red social, Sheryl
Sandberg, señaló ante las cámaras de la cadena de televisión india NDTV
que Facebook no tiene la capacidad de controlar las emociones y “nunca
lo va a tratar de hacer”. “Facebook nunca va a tratar de controlar las
elecciones (de los usuarios). Lo que queremos es que las personas tengan
la mejor experiencia”, dijo la directora de operaciones de la compañía
al ser cuestionada sobre el experimento que se le realizó a miles de
miembros de la red social sin su consentimiento. “Esto fue un pequeño
experimento que duró sólo una semana, no es lo que se dice que es”,
agregó.