Rock al parque, un clásico de los festivales suramericanos, transcurre durante tres días, con 65 bandas y el cierre de Illya Kuryaki & The Valderramas
Vista general del público asistente al festival Rock al parque, en Bogotá./elpais.com |
En Bogotá, el rock gratuito y al aire libre es un patrimonio
cultural. Así lo demuestran las 19 versiones ininterrumpidas del popular
Festival Rock al Parque, que
como es costumbre ha tomado desde el sábado el parque Simón Bolívar, un
enorme escenario natural que se ha convertido en el templo de los
roqueros bogotanos.
Durante tres días, 65 bandas –15 internacionales– rotan sin
interrupciones por tres tarimas, haciendo honor al que es considerado el
festival gratuito y al aire libre más grande de América Latina y una de
las grandes puertas de entrada al mercado musical en esa parte del
continente. “Si alguien quiere desarrollar el mercado latinoamericano,
una de las grandes opciones para difundir su material es Bogotá”, dice
Andrés Cardona, coordinador artístico del festival.
Una muestra de ello es la presentación del dúo argentino Illya
Kuryaki & The Valderramas, un clásico del rock suramericano que
estuvo en Bogotá en la cuarta versión del festival, cuando aún eran una
banda emergente y luego entrarían al hall de la fama de
aquellos que marcaron a toda una generación en la década de los noventa.
Aunque IKV salió de los escenarios por más de una década, esta pareja
explosiva regresó en 2012 con un nuevo trabajo discográfico llamado Chances y será precisamente en Rock al Parque donde sentarán el precedente de su regreso.
Ya, desde sus inicios, el festival se consolidó como no lograron
hacerlo otras iniciativas similares en Ecuador y Perú. Cuando nació
–hace casi dos décadas–, los músicos bogotanos no tenían ni siquiera
salas de ensayo ni sitios donde tocar y mucho menos medios de
comunicación dedicados exclusivamente al rock, por eso sus creadores
pensaron que hacer un festival gratuito era la mejor forma de retomar
espacios en nombre de la música.
Rock al Parque nació de forma paralela con el boom del rock
en español y a la creación de MTV, pero con la característica especial
de que ser una iniciativa pública –respaldada por la alcaldía de Bogotá–
que ha permanecido en el tiempo a pesar de la llegada de nuevos
alcaldes. “Fue como un grito de paz en una época donde el terrorismo se
había tomado muchos espacios, un acto de activismo político por parte de
los jóvenes que ha girado en torno al rock”, explica Cardona.
Pero lo que empezó siendo una propuesta para Bogotá, rápidamente se
volvió nacional y trascendió las fronteras. Desde la primera versión se
contó con grandes invitados. Los roqueros de vieja data aún recuerdan el
show de Fobia (México) en ese gran lanzamiento en 1995. Por el lado del
reggae han participado tres integrantes de la familia Marley,
así como importantes exponentes de metal mundial como Fear Factory.
Otros inolvidables han sido el puertorriqueño Robi Draco Rosa, los
mexicanos de Café Tacuba, el francés Manu Chao, Los Amigos Invisibles de
Venezuela y el ya fallecido Luis Alberto Spinetta, una de las leyendas
del rock en español. Fito Páez dijo al cierre de una de las versiones
que “los conciertos de verdad los hacemos entre todos” y que esa era la
magia de Rock al Parque.
El parque Simón Bolívar ha llegado a recibir a 310.000 roqueros y se
calcula que el 18% vienen de fuera de Colombia. Buses a reventar con
jóvenes de todas las ciudades llegan a Bogotá para aguantar las
inclemencias del clima, incluso granizadas, con tal de ver a las grandes
bandas. Rock alternativo, metal, punk, ska, fusiones latinas, hardcore
–esta vez estará el cuarteto estadounidense Living Colour– y los más
variados experimentos han tenido cabida, aunque esto no les guste muchos
a los fieles seguidores de esta fiesta del rock. Los organizadores
zanjan la polémica diciendo que el festival es un diálogo entre diversos
géneros.
Pero las bandas internacionales no son el único gancho para movilizar
a cientos de roqueros. Las nacionales y bogotanas tienen un lugar
privilegiado, ya que el festival se parte en varias categorías, donde
las locales audicionan para lograr un cupo. Este año fueron más de 300
agrupaciones las que buscaron entrar a la parrilla, de las que
finalmente seleccionaron a 30.
Bambarabanda es una de esas bandas colombianas que ha ido creciendo a
la par de Rock al Parque y que tiene como base la ciudad de Pasto, en
el extremo más al suroeste de Colombia. Sus integrantes se definen como
un colectivo artístico que trabaja la música tradicional campesina de
esa región, cercana a los Andes. Hay acordeones, violines y charango que
fusionan con algo de rock y funk. En su último trabajo, Surestar,
exploran sonidos del Medio Oriente y polka. “Después de mucha gestión y
porque queríamos estar en la tarima del festival, en 2009 nos llevamos
el título de banda revelación. Ahora fue una sorpresa aparecer en el
cartel y nos vamos con la parte más roquera”, dice su vocalista Juan
Fernando Cano.
En el gran cierre estarán los explosivos Illya Kuryaki and The
Valderramas, que harán saltar al parque Simón Bolívar con sus
inolvidables himnos que mezclan rock, funk y hip hop como Abarájame, Jaguar House
y a “mover el coolo”. Pero también tocarán lo nuevo. “Tienen una banda
mucho más roquera, de artistas consagrados, con más funk”, dice, a modo
de invitación, el coordinador artístico del festival.