Más que un acto simbólico, la inauguración de un busto de Gabriel García Márquez en Pekín muestra cuánto ha calado su obra en el mundo asiático
El descubrimiento del busto, en la plaza Chaoyang de Pekín, lo hicieron un delegado del gobierno chino y la embajadora de Colombia en ese país, Carmenza Jaramillo. /elespectador.com |
En la céntrica plaza Chaoyang ya
brilla en su pedestal el bronce de Gabriel García Márquez, uno de los
personajes mundiales que merecen honores políticos y ciudadanos en el
Museo de Yintai, junto a Simón Bolívar, Fidel Castro, José de San
Martín, Túpac Amaru II y Mahatma Gandhi.
El encargado de
leer unas palabras antes del descubrimiento del busto es el joven Fan
Ye, traductor autorizado al mandarín de la obra del Nobel de Literatura
colombiano. Es breve y contundente: “Hace más dos mil años Confucio
dijo: ‘¿No es una gran alegría recibir a un amigo que viene de lejos?’. Y
hoy me alegra mucho ser testigo de la llegada de un gran amigo, un gran
maestro de las letras, que se quedará para siempre en nuestra tierra.
Como sabemos que la materia más imperecedera no es la piedra ni el
bronce, sino la tinta en el papel, me permito leer las primeras líneas
de su obra magna, en mi modesta versión, para darle la bienvenida”.
Procedió a leer los primeros párrafos de Cien años de soledad y todos
los asistentes parecieron conmovidos por el realismo mágico. Percepción
reforzada luego por un espectáculo de danzas del Caribe colombiano. La
ceremonia fue sencilla pero solemne.
Ya en junio de 2011 este
traductor y profesor de la Universidad de Pekín había presentado la
primera versión legal de la emblemática novela y le dijo a El
Espectador: “Gabo es todo un mito en China”. Desde los años 80 empezaron
a circular todo tipo de ediciones piratas y ahora es materia de estudio
en colegios y universidades. Su paso de la oscuridad, del voz a voz a
la legalidad editorial se dio gracias a Chen Mingjun, dueño de la
editorial ThinKingdom House. Este empresario convenció a la agente
española Carmen Balcells de que sí se podían imprimir con garantías de
mercado las novelas, cuentos y reportajes del Nobel.
Antes parecía
un imposible luego de que el mismo García Márquez fuera testigo, en
1990, del mercado negro con su obra en las calles chinas. Quedó tan
indignado que prometió nunca autorizar derechos de publicación. Mingjun
negoció durante casi tres años con Balcells, la mujer de hierro que
representa y defiende la obra del Nobel de Literatura en 35 idiomas y la
responsable de que Cien años de soledad haya vendido más de 30 millones
de ejemplares. Al final cerró un acuerdo por un millón de dólares y
reporta ventas multitudinarias en el mercado más grande del mundo.
En
2012, con la elección de Mo Yan como Nobel de Literatura, se ratificó
por lo alto el impacto del colombiano en Asia. El chino se declaró
discípulo del creador de Macondo y admitió que fue clave en la
construcción de su propio universo literario. “¡Caramba! Es la primera
palabra que se me escapó de la boca al leer las primeras páginas de Cien
años de soledad. ¡La novela también se escribe así! Tras leer siete
páginas de esa novela, en la que entré atraído por su primera frase,
encontré inspiración para mi propia obra”, contó en la Universidad de
Pekín, donde disertó con Fan Ye. Entonces entendió que “hay otras
maneras de escribir un libro. Leí 100 páginas y comencé a escribir Un
rayo en forma de bola. Entendí que podía usar mis experiencias
infantiles y personales para escribir historias y, además, que podía ser
libre con el lenguaje... que podía empezar un libro como quisiera”. Con
una salvedad: “García Márquez es como un horno. Y nosotros somos hielos
que nos derretimos a su lado. No podemos competir con él, así que es
mejor alejarse”. Él lo logró.
Las palabras de Mo Yan, con
credibilidad entre la mayoría de chinos informados, aunque criticado por
los círculos literarios por su presunta cercanía al régimen, han
ayudado a que las ventas “decentes” de los libros de Gabo —como las
llama Fan Ye— mejoren día a día.
Los traductores al español de la
obra del Nobel chino destacaron en diálogo con este diario la influencia
garciamarquiana. Desde Barcelona, el español Carlos Ossés dijo:
“Encuentro muchas semejanzas en cuanto a la creación de mundos
fantásticos mezclados con la cruda realidad. Tal vez las diferencias se
perciban más en que adapta esa fantasía a la realidad política y social
propia del país en la que se desarrolla esta obra. Es evidente que Mo
Yan no reniega de la influencia de García Márquez en su obra. La mezcla
de mitos como el averno y la reencarnación con la cruda realidad de la
China del siglo XX es una prueba de ello y, al igual que sucede en el
realismo mágico, es una mezcla que no resulta en absoluto conciliadora”.
Mariano
Peyrou, escritor argentino radicado en España, traductor de la novela
Grandes pechos, amplias caderas, los junta en “las enrevesadas
peripecias de los personajes, marcadas por toda clase de pasiones
desmesuradas y en las que intervienen constantemente elementos mágicos y
oníricos”. La española Cora Tiedra, traductora de La república del
vino, dice: “Es cierto que Mo Yan tiene un poco de todos y de ninguno.
Joyce, Faulkner, García Márquez... todo se mezcla en su prosa... todo se
difumina para crear la voz que diferencia a Mo Yan”.
Otra
evidencia: Fan Ye, el traductor al mandarín, cada vez tiene más alumnos
interesados en estudiar español y leer al Nobel colombiano. Él llama al
fenómeno “Gabilandia”. Los asiáticos quieren acercarse al espíritu
latinoamericano a través del realismo mágico, así algunos hablen de un
“tema ya superado” en este lado del mundo. En cuanto a los escritores,
se atreve a asegurar que “para casi una generación de escritores chinos,
Gabo y Cien años de soledad han sido fuentes de ansiedad e influencia”.
Todo
esto condujo a que desde el año pasado, con motivo de los 30 años de la
entrega del Nobel a García Márquez, el gobierno chino autorizara
cátedras oficiales sobre el colombiano y la elaboración de un busto como
homenaje en el parque de Chaoyang, en el corazón de la capital de
China.
La obra es del escultor y director del Museo de Yintai,
Yuan Xikun, y aprobada en coordinación con el gobierno colombiano y la
familia del homenajeado, en especial su esposa Mercedes Barcha, a partir
de fotografías recientes del escritor de 86 años de edad. Un busto en
baja escala fue enviado por el Ministerio de Relaciones Exteriores al
propio escritor y a la “Gaba”, por estos días de descanso en su casa en
Cartagena.
El descubrimiento de la obra lo hicieron un delegado
del gobierno chino, la embajadora de Colombia en Pekín, Carmenza
Jaramillo, y la codirectora del museo, Chen Ruohua. “A todos les gusta
Cien años de soledad y la manera en que está escrita ha influenciado a
muchos escritores de nuestro país. Hay fervor por García Márquez y por
su realismo mágico”, destacó la señora Ruohua. Nadie lo reconoce
públicamente, menos en un evento público, pero en parte la exaltación
del Nobel colombiano, además de su trascendencia literaria, se debe a
que se le asocia a un pensamiento de izquierda, se aplauden sus
relaciones con Fidel Castro y entre los textos más leídos está también
su De viaje por los países socialistas.
La diplomática colombiana
quedó impresionada de cuánto quieren y cuánto saben de Gabo en China y
eso facilitará las relaciones culturales binacionales. Al tiempo, para
seguidores y curiosos se inauguró una exposición fotográfica sobre la
vida del escritor, incluida su etapa como periodista de El Espectador.
Hasta
ahora, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera son las
únicas obras del escritor colombiano legalmente autorizadas para su
traducción al mandarín, pero se espera que toda la obra sea editada
antes de 2015. El proceso es lento porque, como le advirtió a este
diario Fan Ye, primero las autoridades chinas están intentando cumplir
con su promesa de “retirar del mercado todas las copias piratas”,
mientras la editorial ThinKingdom House interpone las demandas del caso.
Cree que con el tiempo se leerán tanto como la mejor novela china del
siglo XVIII, para muchos la mejor de todos los siglos, ya traducida al
español: Sueño en el Pabellón Rojo.
Él está listo para traducir al
mandarín El coronel no tiene quien le escriba y Del amor y otros
demonios. Quiere que millones de chinos “se enamoren de la ternura del
gran Gabo, tan violentamente dulce”.