Hay casualidades, infortunios de la vida y desgracias sin las que no tendríamos hoy algunas de las obras maestras de la literatura universal. La tuberculosis recurrente que sufrió Dashiel Hammett (Maryland, 1894, Nueva York 1961) a partir de 1922 le empujó a la escritura, le apartó del trabajo de detective primero y del mundo de la publicidad después y dio a la literatura un autor esencial en el siglo XX y a la novela negra un mito fundacional, un arquitecto, un padre
Dashiel Hammett fumando. /Paul Dorsey./elpais.com |
No ha sido la casualidad, ni el infortunio, ni mucho menos la desgracia la que ha llevado a la publicación de Disparos en la noche
(RBA, traducción de Enrique de Hériz, que da un recital de conocimiento
de la obra), la más ambiciosa, detallada, completa y amplia
recopilación de relatos de Hammett que jamás se haya publicado. Suena
brutal, exagerado. No lo es. Tras un trabajo de arqueología literaria,
de búsqueda en las fuentes, los encargados de la edición han conseguido
un libro excepcional, un cofre del tesoro (como objeto y como idea), una
obra única con ocho relatos inéditos en castellano de los que ofrecemos
dos en exclusiva. Un trabajo en la que se ve, se palpa y se comprende
la génesis creadora del autor de Cosecha Roja, las claves de su universo, la construcción de la mujer fatal, la creación de una narrativa única, la fundación de un género.
Lean El cruzado y también Otro crimen perfecto en exclusiva en EL PAÍS .
Los 65 relatos de Disparos en la noche
están ordenados de manera cronológica. Esto es una ventaja enorme
porque permite al lector ver la evolución de un autor que prueba temas y
personajes, que descarta lo que no funciona, que mejora continuamente y
lleva a sus límites su escritura, su mundo. Detective de la mítica
agencia Pinkerton y veterano de la I Guerra Mundial, la enfermedad le
recluye en casa y le entrega en brazos de la escritura. Su primer relato
lo publica en 1922. Tenía 28 años, una esposa de 25 y un bebé. Y
necesitaba comer. Esto es importante porque al leer ciertos textos de la
primera época no se entiende el exceso de violencia que lastra algunos
de ellos. Hay que tener en cuenta que tenía que adaptarse, para su
disgusto, a los cánones de Black Mask, la revista que le
publicaba entonces. “El problema es que ese sabueso mío ha degenerado
para convertirse en un algo que paga las comidas” aseguraba ya en 1924
después de verse obligado a rehacer dos historias.
He
aquí una de las esencias de esta obra definitiva: hay relatos fallidos,
pero en ellos el aficionado podrá encontrar los mimbres de algo que
luego fue grande, el camino dificultoso que le llevó a El halcón maltés. Y hay relatos, muchos, sublimes.
En una primera etapa hay algunas píldoras, muy breves,
textos llenos de mala uva. Después, tanto el Agente de la Continental
como Sam Spade protagonizan muy buenos relatos, panorama que se completa
con otras historias llenas de elementos que luego se repetirían en el
género a lo largo de todo el siglo XX.
Hammett es diferente porque conoce el mundo del que habla,
porque está familiarizado con el crimen, porque es capaz de contarlo
como nadie. Algún lector que se inicie en este autor puede pensar que
está lleno de tópicos. No: son los demás, los que vinieron después, los
que repiten y hacen el tópico.
La mujer fatal que marcará el género en literatura y cine
no surge de la nada. La compleja, heladora y sobrecogedoramente
atractiva Brigid O’Shaughnessy de El Halcón maltés tiene su mimbres en la Elvira de La chica de los ojos de plata; en la pelirroja de la Casa de la calle Turk (una de mis preferidas, la historia y el personaje); en la ladrona rusa de El saqueo de Couffignal o en la aparentemente dulce rubia de El ángel ladrón.
¿Les gustan los detectives que se empeñan a toda costa en
los casos, contra viento y marea, aunque quien les paga haya dejado de
hacerlo? Lew Archer, Harry Bosch, Pepe Carvalho o John Rebus deben al
Agente de la Continental su empeño. En un momento delicioso de Disparos en la noche,
el relato que da título al volumen, el detective sin nombre asegura a
un cliente del que no termina de fiarse: “No me gusta mucho este
encargo, pero ya que he venido hasta aquí lo voy a aceptar. Pero no se
olvide de que soy de los que no cejan”.
¿Mis preferidos?
1.- El camino de vuelta a casa.
Una joya de tres páginas. Un cuento terrible sobre un cazarecompensas
que encuentra a su presa tras dos años de persecución. Una historia
triste sobre lo que ocurre cuando tenemos lo que hemos perseguido tanto
tiempo. Una pequeña joya sobre el ser humano.
2.- La casa de la calle Turk.
Breve y compleja historia con pocos escenarios, pocos personajes, y
muchas traiciones, giros, odios. Y un final memorable. “Me prometí que
algún día…”
3.- Una sombra en la noche. Un
terrible relato social, muy breve, duro, y en que se ve la esencia de
ese Hammett que decía que era “imposible escribir nada sin tomar partido
en algún momento en los temas sociales”. Aprovecho para reivindicar a ese escritor tan pegado a lo social, militante, que también pagó por ello.
4.- Otro crimen perfecto. Un relato breve, un juego, un homenaje al género con tono irónico y delicioso.
Me gustan también de manera especial todos los relatos de
la etapa inicial del Agente de la Continental y de Sam Spade. Esos en
los que ya se prefigura parte esencial de dos hombres que nos harán
disfrutar para siempre del género, en los que te los imaginas más
crecidos, en los que te emocionas al verlos nacer literariamente.
Hammett dejó de escribir relatos cuando ya no los necesitaba. Ni para
comer, ni para construir su obra. Nosotros no dejaremos de leerlos
nunca. Vive le noir!