sábado, 16 de noviembre de 2013

El tabú y la leyenda de los escritores fantasma

La sospecha de que muchos libros no los escriben quienes los firman siempre ha estado. Muchas personas viven de ello en la sombra y algunos logran salir a la luz

Fotograma de la película El escritor, de Roman Polanski, basada en una novela de Philip Roth./elpais.com
Entre las leyendas y tabúes que acompañan a toda creación artística destaca la de la verdadera autoría de la obra. En artes plásticas, por ejemplo, los maestros clásicos tenían escuelas y sus alumnos hacían obras que el maestro retocaba o afinaba y podía firmar. Incluso, dependiendo de su intervención en ella, cobrar, si era por encargo. En literatura existe el escritor fantasma o sombra, llamado coloquialmente negro, que siempre ha deambulado en el imaginario colectivo y que tiene unas cuantas gradaciones o niveles. Claro, por todos es sabido que todos los fantasmas no son iguales, ahí está Mario Vargas Llosa que con 23 años fue el negro de una mujer rica y hoy es Nobel de Literatura.
Tal vez la sospecha más extendida sobre el autor fantasma más popular o previsible es el que tiene que ver con las biografías, memorias o libros de ficción y ensayo que firman personajes millonarios, famosos, políticos o mediáticos. Firman ellos, claro, pero quien escribe es otro.
En el plano de la literatura, una de las leyendas más conocidas es la de Alejandro Dumas. Se dice que tenía un equipo de escribidores que realizaban lo que él les decía y luego él, Dumas, daba la unidad a la obra. Tambien existe la práctica en algunas editoriales de rescatar alguno de los libros que reciben, pero antes de publicarlo pasan por una reescritura, ya sea con un autor fantasma en toda regla o simplemente con un editor-autor-fantasma que mejora el “producto”, sin olvidar las editoriales que lo hacen por encargo. Este aspecto es una de las tramas argumentales de la última novela de Eduardo Lago, Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee (Malpaso).
Tal es la fuerza , la intriga y el atractivo que ejerce el autor fantasma, o en la sombra, que es un tema abordado muchas veces por los escritores a través de la ficción
En el mundo editorial de los últimos años hay dos historias paradigmáticas: la primera tiene que ver con Raymond Carver y su editor Gordon Lish quien no solo ejerció su papel de gran editor al dar consejos y orientación a Carver sobre su literatura, sino que eliminó párrafos y alteró algunos finales de sus cuentos de De qué hablamos cuando hablamos de amor, influyendo decididamente en lo que sería conocido como el “estilo Carver”. En España, un caso cercano es el de Ildefonso Falcones y su best-seller  La catedral del mar (Grijalbo). Un día el abogado Falcones escribe una historia, en la editorial la leen y ven que tiene posibilidades, hablan con Falcones y llegan a un acuerdo para que al original le metan mano personas más expertas, según ha contado el propio autor.
Tal es la fuerza, la intriga y el atractivo que ejerce el autor fantasma, o en la sombra, que es un tema abordado muchas veces por los escritores a través de la ficción. Uno de ellos es Philip Roth en la primera novela de su personaje Nathan Zuckerman, titulada El escritor fantasma (1979). En el ámbito hispanohablante otro caso que conjuga realidad y ficción, como el de Mario Vargas Llosa, es el del también peruano Santiago Roncagliolo y su novela Memorias de una dama. En ella el autor narra las peripecias de un joven escritor que recibe el encargo de una mujer ya mayor y rica para que le escriba sus memorias, cuando la novela se publica, los familiares de esa mujer reconocieron la historia y lograron parar su reedición en países como República Dominicana.
Otra vuelta de tuerca es el autor fantasma-sombra, otra categoría más oculta, aún. Es el caso de la dramaturga y política de la República, María Lejárraga que escribió los libros de su marido, Gregorio Martínez Sierra. Aunque Lejárraga era conocida por obras como Canción de cuna y libretista de El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Falla, además de feminista, decidió permanecer oculta por amor y discreción.
En el caso de libros de escritores fantasma la autoría se bifurca, explica Roncagliolo: “La autoría está entre quien concibe la historia y quien le da forma. Al final toda historia es inevitablemente original. Un buen autor fantasma es el que nunca sabes que existe. Permanece en el anonimato”.
La rumorología, la duda, la sospecha, es decir la leyenda y el tabú, que alimenta la creación literaria habla de todo tipo de autores que habrían recurrido a los servicios de estos escritores sombra, y que van desde Shakespeare hasta Stephen King.