miércoles, 27 de noviembre de 2013

La novela de un hombre enfermo

¿Novelas sobre Kennedy? ¿Sobre su vida o sobre su muerte? Sobre su muerte todos sabemos que nada está del todo claro, así que hay materia, por supuesto. ¿Y sobre su vida? Pues las cosas debieron de ser aún más complejas, de modo que...

Algunos títulos sobrela vida de JFK como motivo de relato/elmundo.es
De modo que empecemos por la vida y por su gran retrato reciente, 'JFK, un adúltero americano'  (Anagrama, 2010), de Jed Mercurio, médico inglés reciclado en guionista de televisión y, después, en novelista. Aunque lo verdaderamente importante esta vez es su carrera de Medicina. Según explicaba Mercurio cuando presentó 'Un adúltero americano' en España, su idea, cuando empezó el libro, era retratar a un adicto al sexo para el que encontró una especie de espejo histórico: John Fitzgerald Kennedy. Pero tanto espacio empezó a ocupar el reflejo en su composición que Mercurio cambió de planes y convirtió su novela en una pato-biografía del presidente.
¿Hemos hablado de adictos al sexo? Según Mercurio, no era el caso de Kennedy, que sí, era un mujeriego de recorrido agotador, pero no por adicción, sino por compulsión. El matiz es fino y difícil de definir, pero, para que nos entendamos, podríamos explicarlo con una frase: Kennedy no era un esclavo del sexo, sino un amante liberado de cualquier pudor y convencionalismo.
Lo truculento es que en esa liberación tenía mucho que ver Max Jacobson, el doctor 'Feelgood', un médico del entorno de Kennedy, una especie de Rasputín de Camelot, que trataba la achacosa salud del presidente con anfetaminas y esteroides y que le aconsejó tanto sexo como pudiera como complemento psicológico/muscular. Un poco delirante, sí.
El relato retrata después las maneras de Kennedy como amante (bastante poco amable, con alguna excepción), las particularidades de las parejas más conocidas del presidente (sí, Marilyn, claro), el papel de Frank Sinatra como proveedor de mujeres, las turbulencias que tanto apetito creó en la presidencia de Kennedy y los mecanismos psicológicos con los que Jacquie Kennedy se amoldó a las excentricidades de su marido.
Nadie saldrá muy reconfortado del relato de 'JFK, un adúltero americano'. Sin embargo, Mercurio es, de alguna manera, benévolo con Kennedy. "No fue ningún hipócrita. Nunca predicó sobre valores morales", dijo sobre el presidente.
¿Y sobre la muerte? Hay un montón de referencias en las 'ligas menores' y dos grandes nombres que apuntar: Don DeLillo y James Ellroy; 'Libra' (primera edición en B, en 1989) y 'American tabloid' (primera edición también en B, en 1997), respectivamente. El actor James Franco acaba de comprar los derechos para dirigir una película con 'American tabloid', para el que quiera tomar nota. 
Muy en resumen: el enfoque de De Lillo se dirige a Lee Harvey Oswald, al que retrata como a un pobre diablo con dificultades sociales y de aprendizaje y susceptible de ser manipulado por el perverso coro de la novela. Coro que aparece  dirigido por el (histórico) Nicholas Branch, un agente del FBI con intereses oscurísimos que es también una figura clásica en las distintas teorías sobre el asesinato de JFK. Al otro lado de la trama, un archivero de la CIA indaga entre los datos dispersos que DeLillo 'le deja' leer y llega a la conclusión que parece una condena: nunca sabremos nada sobre lo que ocurrió en Dallas.
¿Y Ellroy? Ellroy ha dicho que 'Libra' fue la inspiración para su novela sobre el magnicidio de 1963. Sin embargo, su libro es más complejo, con una trama llena de ramificaciones, que sigue a los enemigos de John Fitzgerald Kennedy (matones del maccarthysmo, periodistas rencorosos, empresarios de Hollywood, mafiosos, por supuesto, 'pied noirs' cubanos) hasta el día del tiroteo de Dallas.
Lo más curioso, por lo menos para los que no somos expertos en 'kennedyología', es la aparición del temido J. Edgard Hoover como archirrival del presidente e inspirador del complot en su contra. Del fundador del FBI se sabe que tenía bien documentadas todas las aventuras sexuales de Kennedy desde que en los años 40 no tuvo otra idea mejor que liarse con una distinguida articulista del Washington Post simpatizante de la Alemania nazi. Hoover  pudo proveer a la prensa estadounidense de alguna información contra el político demócrata durante la campaña que lo enfrentó a Nixon, pero su nombre sólo aparece en las teorías conspirativas con el reproche de negligencia.