La inglesa Christie Watson publica El frágil vuelo de los pájaros, una historia que narra la adaptación de una niña a la Nigeria rural
La escritora inglesa Christie Watson, en Madrid. / Álvaro García./elpais.com |
La escritora inglesa Christie Watson (Stevenage, Hertfordshire) y
su personaje Blessing, una niña nigeriana de 12 años desde cuya voz se
narra El frágil vuelo de los pájaros (Siruela),
hicieron un camino parecido: el del miedo. Watson, compañera de un
médico nigeriano de religión musulmana, lo sintió cuando viajó por
primera vez a Nigeria y allí llegó con “ingenuidad, con ignorancia". Y
prosigue: "Con las imágenes con las que nos bombardean en occidente, con
lo que algo parece o debería parecernos a nosotros”. Blessing a su vez
debe mudarse con su familia desde Lagos a la conflictiva región del
Delta del Níger por el abandono de su padre y “entra horrorizada en ese
mundo en el que no hay agua corriente o electricidad, y sí mucha
agitación política”. Para ambas ha sido un viaje de descubrimiento, que
ha llevado a esta autora de 36 años a ganar el Costa First Novel Award de 2011 con su primera novela y a compartir con sus hijos esa parte de su herencia.
Pero Watson había comenzado de una manera muy distinta. O tal vez no,
a juzgar por sus palabras. La escritora sigue trabajando dos días a la
semana como enfermera y esta profesión, que ejerce desde los 17 años, la
entiende ligada a la literatura, a la que se dedicó tras haber dado a
luz a su primera hija, cuando entonces perdió otro miedo que la invadía:
el del fracaso. La razón por la que no puede vivir sin la una ni la
otra es la misma, asegura. “Estoy muy interesada por saber lo que nos
compone como seres humanos, pero esperaba resolver preguntas ¡y ahora
tengo más aún!”. La enfermería le ofrece, señala, esa perspectiva de las
personas en las situaciones más vulnerables, “en el extremo de la
experiencia humana”. Y eso espera que la ayude con su literatura.
El frágil vuelo de los pájaros nació de un cuento que
formaba parte de un seminario de Escritura Creativa y que contaba la
historia de dos hermanos nigerianos, Blessing y Ezikiel, cuya relación
les hace residir en una burbuja fuera de la situación que los rodea.
Pero la novela no elude nada de lo que sucede en ese mundo al que
Blessing se debe adaptar: la explotación por parte de las compañías
extranjeras en una tierra rica en petróleo, la violencia y el fanatismo
de los jóvenes en rebeldía, la pobreza extrema por la que Ezikiel debe
dejar temporalmente sus estudios porque no hay dinero para pagar la
matrícula del mísero colegio, la sombra de la prostitución para
sobrevivir, la falta de opciones, la mutilación genital femenina como
tradición… y el peso de una historia de colonialismo. Watson duda de la
palabra “política”, y la prefiere situar en la periferia de una
narración que está llena de ternura y también de humor, “algo muy
característico de la cultura nigeriana, la gente ríe todo el tiempo;
esto les da muchísima dignidad”. Pero ahí está la política como centro, y
también al final con un apéndice destinado a ofrecer más fuentes de
información sobre Nigeria.
La ansiedad invadió a Christie al comenzar a escribir su novela y
trató de zafarse de ella al adoptar el punto de vista de Dan, el único
hombre blanco de la novela y quien trabaja para una compañía petrolera.
Aun parece sobrevolar un poco esa preocupación. ¿Qué legitimidad tenía
ella? Estaba fuera de su propia experiencia cultural aquello que
contaba… Hasta que llegaron revisiones y más revisiones por parte de la
comunidad nigeriana a la que consultaba y con estas, un respiro de
alivio. Aquella historia, le decían, debía ser contada. “Creo que
cualquiera debería tener el derecho a escribir sin importar el lugar,
espacio o género si se hace con sensibilidad, honestidad y rigor”,
asegura. Watson prosiguió su viaje de aprendizaje de la comida, de la
mezcla a veces armoniosa otras terrible de las religiones en el país
africano, de la música… hasta comprobar que en Nigeria “había cosas que
celebrar y que envidiar”. Así en El frágil vuelo de los pájaros
se retrata la fuerza de la pertenencia a la comunidad y “esa gran
familia que hemos perdido de vista en occidente”, además de la vida en
una sociedad a la que las mujeres traen el cambio social.
En casa, la recepción y las críticas han sido buenas. Como madre en
un hogar multicultural, a Watson le preocupa la creciente xenofobia y
rechazo a la inmigración en Reino Unido. “Mi mayor orgullo sobre esta
novela es que ha llegado a gente que no hubiera tenido interés remoto de
otra manera en la política occidental africana… The Daily Mail,
que todos leen y que escribe sobre la inmigración de una forma
negativa, me ha apoyado porque soy enfermera…”. Dentro de un mes viajará
a Nigeria y allí también tiene motivos, afirma, para la satisfacción.
“La gente está preparada para el cambio y veo con optimismo la
alfabetización y la lectura en el futuro…”.