Cuatro preguntas y cinco propuestas
Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013./elpais.com |
¿Hay un estilo literario de mujer?
Esta es la pregunta que nos reunió recientemente en el Instituto Cervantes de Toulouse, y la suerte quiso que el debate coincidiera con la concesión del Nobel a Alice Munro.
La candiense no es solo una gigante de las letras. Mal que nos pese el
eterno debate sobre el género, reconozcámoslo, es también una gigante
del universo de la mujer, y este premio es una fiesta para los que
creemos que la mujer está infrarrepresentada en galardones, cargos e
instituciones. Elvira Lindo recuerda que la hija de la Nobel, Sheila, cuenta en Vida de madre e hijas. Creciendo con Alice Munro
que cuando ella y sus hermanas entraban en el cuarto de la plancha,
donde ella solía escribir, su madre retiraba su cuaderno para dar a
entender que hacía algo tan prosaico como la lista de la compra. Que
ellas eran prioridad. Rosa Montero
aporta una reflexión interesante con la que coincido: "Cuando un
escritor hace una novela protagonizada por un hombre se considera que
está hablando del género humano, pero cuando una mujer escribe una
novela protagonizada por una mujer, se considera que está escribiendo
sobre las mujeres. No es así. Todos, escritora o escritores, hablamos
sobre el género humano". Y la muerte de Doris Lessing alienta de nuevo el debate.
Pero en el intenso y divertido debate de Toulouse, dentro del Festival Polars du Sud, la escritora Reyes Calderón,
Georges Tyras (catedrático en Grenoble y traductor de Vázquez
Montalbán) y quien suscribe hablábamos de novela negra, y en ella hay
que reconocer que el factor hombre/mujer es mucho, mucho más acusado,
especialmente en lo que se refiere al universo que retrata.Pero vamos
por partes. Primero haremos un test. Después, cinco propuestas para
la reflexión.
Primera pregunta. ¿Hay un estilo en la literatura de
mujer? En una escala de 0 a 10, pongamos un 6. Es decir, sí, pero muy
poroso, elástico, tanto como la clase social, la procedencia o la edad.
La sensibilidad que exhala Tana French o Kathy Reichs tiene elementos
distintos a los de Connelly, Connolly o Black.
Segunda pregunta. ¿Hay un impulso especial por ser
mujer? En una escala de 0 a 10, pongamos un 8. Es decir: creo que, sin
duda, sí. Estoy tan segura de que la motivación que te empuja a escribir
está redoblada por el hecho de ser mujer como de que esto se trata de
una convicción, de que no lo puedo demostrar.
Tercera pregunta. ¿Hay una calidad especial en la
literatura de mujer? En esa escala de 0 a 10, pondremos un 0.
Evidentemente no hay una relación.
¿Hay una mirada de mujer? Sí. Esta respuesta marca
un 10. Vamos a explicarnos. Debo reconocer que me animé a escribir
novela negra, entre otras razones, espoleada y cabreada por lecturas
masculinas que me alentaron a buscar, reflejar y disfrutar de mi
universo en negro, diferente al que describe la mayoría de los hombres, y
que creo más actual, más real, de mujeres capaces de sacar brillo a su
cerebro más allá de su habilidad para despertar con sus escotes los
deseos acuciantes de investigadores maduros con la copa entre las manos.
Me pasó igual que con la comida. Paladeo la pasta con erizos de
Montalbano y las cervezas y -no tanto- los fish and chips de Tana French
en Dublín, pero aprecié desarrollar una trama entre platos de
boquerones y tortilla de patatas. Mi mundo no es Sicilia ni Dublín, como
tampoco lo es el de los hombres misóginos o solitarios. Adoro a
Camilleri y su Montalbano, adoro a Vázquez Montalbán y su Carvallo,
adoro a Connelly, a Black y muchos otros. Y sin embargo me “harté” de
leer cómo babeaban ante mujeres sinuosas de pechos abultados con
inteligencia escasa o, con algo de suerte, casual.
Intentar contar el nuevo universo en el que muchas mujeres toman cada
día decisiones, a veces entre jefes y compañeros que siguen
observándolas con desdén, era demasiado tentador.
He intentado definir una lista provisional y apresurada de las
características de la literatura de mujer. Con dudas. No significa que
los hombres no las compartan, solo simplemente que en las mujeres, sean
autoras o protagonistas, son más abundantes. A veces, como simples
herramientas más conscientes. No son verdades. Son propuestas para la
reflexión.
1. Empatía con otras vidas. Tana French en Faithfull Place
inyecta una trama en una saga familiar en la que el lector acaba
sintiendo compasión por casi todos sus miembros, desde el detective
Frank a su madre descuidada y también víctima, o por cada uno de sus
hermanos, los buenos, los malos y los peores. No hay bien y mal absoluto
en ninguno de ellos. Solo hay reacciones distintas, algunas tipificadas
en el Código penal, pero casi todas comprensibles en una vida miserable
sin una oportunidad. El alcoholismo, el abuso, el maltrato, el amor, el
desamor y la traición provocan altas dosis de comprensión de la
actuación de cada personaje hasta la desazón.
2- Frescura. El desparpajo de la antropóloga Brennan
moviéndose entre los miembros y restos humanos desperdigados de un
vuelo estrellado en Canadá o entre las ruinas sospechosas de un lugar
abandonado quita el hipo. Puede que sufra, pero el desaliento se lo
guarda dentro como todo aquel que ha luchado por llegar a una meta antes
vedada.
3. Mirada distinta, distinta sensibilidad. Un
personaje de Alice Munro (recuerda de nuevo Elvira Lindo) dice que
cuando un hombre sale de su habitación, todo lo ocurrido queda ahí.
Cuando sale una mujer, lo ocurrido sale con ella. Es un gran recurso por
parte de la Nobel de Literatura ponerlo en boca de uno de los
personajes, porque simplificar es errar. Pero el universo complejo y
generalmente silencioso de la mujer, la relación de ideas que teje en su
mente, la preocupación por no gustar, por no encajar, por no triunfar,
por no valer, por no elegir, posiblemente le ha dado herramientas para
captar las razones de la debilidad.
4. La vulnerabilidad queda acentuada. Hay un
personaje femenino elaborado con un acierto y valentía que han sido
claves para su éxito comercial, independientemente del género: Lisbeth
Salander. La pequeña sueca flaca y maltratada, architatuada, cargada de
piercings, bisexual, residente en los recovecos más marginales de la
sociedad en el país del bienestar fue el contraste que sirvió a Stieg
Larsson para forjar una nueva imagen de ese país. He ahí un personaje
que permanecerá. Triste, seria, golpeada, y sin embargo imbatible. La
vulnerabilidad sufrida le ha hecho extremar sus dotes para salir del
fango. El investigador de las novelas policiacas siempre tiene heridas
viejas, graves puntos de vulnerabilidad nunca del todo superados. Cuando
se trata de una mujer, todo eso es aún más fácil. La propia talla
física menor y la debilidad serán fortalezas si están bien tratadas.
5. El machismo como blanco de la risa, de la ira, o como acicate.
Las investigadoras, o las investigadoras que me gustan, suelen tener
una ventaja sobre sus compañeros: no pierden el tiempo alardeando de su
vida sexual.
La primera vez que un periódico se ocupó de Alice Munro, en 1961, el periodista tituló la entrevista: “Ama de casa encuentra tiempo para escribir relatos”. Era
The Vancouver Sun. Lo más probable es que la entrevista la hiciera un
hombre y que hoy, 50 años después, la hiciera una mujer. ¿Y cuál sería
el título hoy? No nos atreveríamos, pero
“periodista/economista/escritora encuentra tiempo para ser madre”.
Porque la verdadera heroicidad, tengámoslo claro, sigue siendo
conciliar.