Cuando Jorge Bergoglio eligió su nombre como papa, puso en el centro la figura de San Francisco de Asís, su legado y su significación, dentro y fuera de la Iglesia Católica
San Francisco de Asís, El Poverello./pagina12.com.ar |
Con este nombre en boca de todos, acaba de
aparecer en castellano un temprano libro de Hermann Hesse, San
Francisco de Asís, que reúne una hagiografía del Poverello y otros
materiales, inclusive una ficción, alrededor de su figura. Una
interesante obra para leer aspectos de la actualidad y rescatar una
figura clave para la obra del propio Hesse y su ideal del artista
austero.
En 1941, en
plena Segunda Guerra Mundial y con el nazismo dominando la esfera
política e intelectual alemana, Hermann Hesse, quien recibiría el Premio
Nobel unos años más tarde, en 1946, deja constancia en una de sus
cartas de cuál era el único modelo moral que todavía podía ser elocuente
en el medio de la irracionalidad imperante en su país, y en toda
Europa: “Si un Francisco actual sintiera la necesidad de relacionarse
con todas las carencias humanas de la manera más íntima posible,
entonces debería casarse con una judía de Chernivtsi”. Para Hesse,
Francisco, el autodenominado Poverello (pobre) del Medioevo italiano que
pasaría a ser conocido por su prédica y por su figura humilde y
servicial hasta el punto de ser canonizado, fue siempre una personalidad
rectora, que no sólo marcó su vida moral y cotidiana, sino también su
propia concepción del arte, su estilo, cosa que queda más que clara en
la reciente edición de un texto hasta el momento inédito en castellano y
traducido del alemán por Ariel Magnus: San Francisco de Asís es,
después de todo, la particular hagiografía del verdadero héroe
(literario) del escritor de Demian.
Nacido en 1182 en Asís, Italia, del vendedor de telas Pietro
Bernardone y de Pica Bourlemont, una noble de ascendencia francesa,
Giovanni (bautizado así por la madre, luego llamado Francisco por el
padre) aparece en un contexto temporal bastante particular: la Iglesia
se encontraba volcada a las actividades militares que no hacían otra
cosa que asegurar su poderío en el continente –basta mencionar la
notable importancia de las Cruzadas en estos tiempos– y empezaba a
conformarse con fuerza la figura del burgués, alguien que, sin
pertenecer a la nobleza, accedía a un trato particular y poseía cierta
cuota de poder a partir del dinero obtenido en el comercio de bienes.
Hermann Hesse, atento a estas circunstancias, logra combinar los datos
más estrictamente biográficos con la herencia popular que narra los
detalles de la vida del futuro San Francisco, pasando de su infancia a
la adolescencia y el trato con los jóvenes burgueses que se entregan al
desenfreno del consumo de los bienes materiales, para llegar luego al
descubrimiento de una vocación religiosa que encuentra, en ese mismo
ímpetu juvenil por lo mundano, una suerte de realización filosófica: es
la pasión por el mundo la que deviene lógicamente en el amor por la
creación divina que el santo representa.Apenas atravesamos las primeras líneas de la breve hagiografía/ monografía de Hermann Hesse, descubrimos la particular insistencia del autor en que San Francisco es alguien que, antes que por las palabras, fue y es recordado por el testimonio de una vida humilde, sin ataduras materiales. En algún punto, el Poverello encarna el modelo de vida del escritor que Hesse, adoptando una perspectiva neorromántica, quiere para sí: desligado de lo temporal y volcado sólo a lo eterno y espiritual, San Francisco se convierte en un eterno viajero que vive rodeado de y en absoluto diálogo con la naturaleza, un “vagabundo bienaventurado”, como caracteriza Fritz Wagner en su artículo “San Francisco de Asís y Hermann Hesse” (1986), publicado en la revista cuatrimestral Franziskanische Studien y presente también en este libro.
Pero, además de “modelo moral”, San Francisco es también un fuerte antecedente literario en los términos más estrictos posibles. De manera previa a Dante, San Francisco recurre a la lengua vernácula para la composición del “Laudes Creaturarum” (“Cántico de las criaturas”), plegaria compuesta a mediados del 1220 con formas del dialecto umbro, además de presentar expresiones latinas y toscanas. Temática y estilísticamente, el “Laudes Creaturarum” funciona como un modelo literario que reúne en sí mismo el interés romántico por las formas populares, el planteo de un equilibrio universal del cual el hombre también puede formar parte en tanto “hermano” de la creación y la aspiración a una vida material humilde que refleja, por contraste, la perfección del reino divino. Hesse agrega que, además de este texto escrito por Asís, habría que contar la constante influencia que el santo ha tenido en diversas prácticas (como la pintura) a lo largo de toda la historia si es que alguien quiere realmente medir el impacto y la trascendencia artística de su legado.
En este libro se reúne, además de “La vida de San Francisco” (1904), dos trabajos más redactados por Hesse en diversos momentos de su carrera. Por un lado, una reseña periodística de 1905 de la traducción alemana de las Fioretti di San Francesco realizada por Otto von Taube (un compendio de leyendas populares atribuidas a San Francisco) y, por otro, un relato ficcional centrado en la infancia de San Francisco titulado “El juego de las flores: de la infancia de San Francisco”, publicado por primera vez en 1920. La verdadera intención de Hesse con estos trabajos es, sin lugar a dudas, difundir la enseñanza de un santo que, para él, conformaba una figura fundamental de la tradición europea no nacionalista y era, al mismo tiempo, el auténtico representante de una existencia armoniosa, digna y posible. ¿No es el arte la única producción amorosa, humilde y artesanal que sobrevive a la debacle del mundo del siglo XX, híper industrializado y profundamente antihumanista?
San Francisco de Asís. Hermann Hesse Edhasa 144 páginas