sábado, 23 de noviembre de 2013

Porfirio Barba Jacob

Poema

Porfirio Barba Jacob, poeta colombiano/internet

 

ALMA  SALVADOREÑA
¡Hora de angustia! El firmamento
cobija un mundo que se desploma;
se oye un ruido sordo  y violento
de valle en valle, de loma en loma.
el negro carro del infortunio
choca en el monte, choca en la peña;
y en la sombría noche de junio
solloza el alma salvadoreña…

En la penumbra se hunde y se espina,
como en las ondas de un océano,
la valerosa ciudad latina,
gloria y orgullo del genio humano.
se bambolean choza y palacio;
cruje una torre, se abate un muro,
y en un lamento sube al espacio
por entre nubes de polvo oscuro…

¡Hora de angustia! Un fuego interno,
un trueno vasto y un humo hediondo
-vivo trasunto de rojo inferno-
surgen del fondo, surgen del fondo…
y el ígneo río se desparrama,
incendia el bosque, refluye al llano;
más no es un río- tal como bruma-,
es el remedo de un mar lejano…
inútilmente su frente humilla
y clama el hombre, tal vez Dios sueña,
y esto es acaso su pesadilla
que oprime el alma salvadoreña.

¡Hora de angustias! La luz temprana
de un triste día dora la cumbre:
¡No! Que no venga la luz ufana
porque la triste verdad no alumbre.
Áridos campos, selvas ardientes
que agosta el vaho de lo profundo;
tétricas nubes, rojo profundo;
que empaña el cielo, que anega el mundo.
y en un ancho cerco de horror y muerte
-¡Oh fraternales almas latinas!-
la ciudad bella, la ciudad fuerte,
yace en escombros, está en ruinas…

Pero… ¿Qué es esto? Bajo el muro
que al cataclismo rodó impotente,
se oyen las notas de un canto puro
que sube al cielo serenamente,
y un golpe firme – firme aunque blando-
mueve las ruinas amontonadas,
y de un seno surge cantando
vivaz alondra de alas doradas,
alondra altiva que deja el suelo,
que rasga el éter, que canta y sueña
-símbolo noble de un gran anhelo-
esto es el alma salvadoreña…

No la aprisionan despojos ruines,
no la sepultan ceniza y lava:
para eternales y excelsos fines
ella persiste serena y brava.
Se alisa ahora la leve pluma;
y aun temblorosa y aun arrecida
burla a la muerte con gracia suma,
con gracia suma canta la vida.
¡Oh vigorosas armas latinas
que el infortunio jamás domeña!
¡Aun entre escombros y aun entre ruinas,
es grande el alma salvadoreña!

Ricardo Arenales
San Salvador, junio, 1917.