sábado, 16 de noviembre de 2013

Dime qué droga tomas y te diré quién eres

Joseph M. Fericgla es antropólogo, etnomusicólogo, etnopsicólogo y psicoterapeuta. Ha realizado estudios de campo en Europa, el Kurdistan turco, en el Magreb y en la Alta Amazonia, es el fundador y director de La Societat d’Etnopsicologia Aplicada i Estudis Cognitius y experto en drogas y enteógenos

Joseph M. Fericgla dice que las drogas ayudan a conocernos más./radiomacondo.com                        
Aquí van algunos esbozos de diversas entrevistas sustraidas de internet:
¿Qué drogas has consumido?
Pues… Mira, vamos a ver, como estimulantes, café, té, cocaína, teobromina (o sea el principio activo del chocolate, del cacao), hojas de coca en bruto, diversos tipos de metamfetaminas, de síntesis naturales también. Luego, como estupefacientes he consumido pues opiáceos, varios tipos: morfina, apomorfina, codeína, opio natural. Alcohol, hachís, en varias formas, fumado, cocinado en pastelitos… Como sustancias visionarias o enteógenos. pues LSD, psilocibina, mezcalina, 2CB, ayahuasca, dimetiltriptamina pura, ergot, Amanita muscaria…
¿Cuál es tu posición en el debate en torno a la despenalización de las drogas?
Los políticos las prohíben porque es un magnífico negocio que estén prohibidas. Y es mucho más negocio todavía que estén prohibidas precisamente porque el ser humano las seguirá consumiendo de todas formas, entonces el precio puede multiplicarse y prácticamente todos los políticos de un cierto nivel para arriba reciben beneficios del narcotráfico, de una forma o de otra, con lo cual, cómo la van a legalizar ¿no? Para mí éste fue uno de los descubrimientos más duros de mi vida, descubrir de pronto que la mayor parte de políticos consumen drogas, y drogas ilegales además, no sólo drogas legales, que no hay mucha diferencia químicamente, entre codeína que es legal y morfina que es ilegal por ejemplo. La clasificación es una arbitrariedad, es como decir, las pizzas de pimiento son legales y las pizzas de gambas son ilegales. Es una estupidez arbitraria como tantas otras.
Yo hago lo que tengo qué hacer y a veces he tenido discusiones con políticos de aquí y les he dicho, “mirad vosotros haced vuestro trabajo y hacedlo lo mejor que podáis, yo he de hacer mi trabajo, yo soy científico; entonces yo no me meto en lo vuestro y vosotros no me molestéis a mí, y yo como científico voy a seguir haciendo mis investigaciones porque tienen que ver con el bien de la humanidad y no voy a haceros caso por más tonterías”. Yo sé que puedo terminar en la cárcel, pero es mi vida, es mi integridad y de todas formas pienso que mientras estén prohibidas vamos a tener que aguantar este negocio de unos pocos en detrimento de todo el resto de la sociedad.
¿Cómo surgió tu interés por los enteógenos y la etnopsicología?
Desde que era adolescente me ha interesado la mente humana, cómo funciona mi mente, cómo construyo yo el mundo, mi mundo de valores, de referencias perceptuales, en todo su enorme abanico. Entonces primero estudié psicología, luego me di cuenta de que no servía prácticamente para nada. Estudié neurología y luego antropología. Y mientras estudiaba antropología sucedieron dos cosas en mi vida que la cambiaron. Una, que probé una dosis de LSD en la época de los jipis, digamos, en los años 70. Y luego descubrí algo en antropología que nunca se dice pero es capital la importancia que tiene, es el hecho de que 89% de sociedades no occidentales consumen sustancias psicoactivas, las que están prohibidas precisamente, y que se las acusa de ser fuente de marginación, de delincuencia, de psicopatologías, de trastornos sociales y personales… Resulta que estas 89% de sociedades, yo he hecho los cálculos, y son todo contrario, son fuente de virtuosismo, digamos, son origen de aglutinamiento social, se celebran ritos de cohesión social en torno al consumo de estas sustancias; se usan en ámbitos médicos, religiosos, chamánicos, de procesos de educación y socialización…
Entonces esto a mí me dejó extrañamente sorprendido, el que estas sustancias que para nosotros desde hace poco más de treinta años, o sea desde el año 60 aproximadamente, se han convertido en la propia imagen del diablo, que en otras sociedades resulta que son Dios en la tierra, literalmente, son sustancias sagradas.
Cuando probé LSD por primera vez, entonces entendí exactamente a raíz de qué era todo. O sea, que realmente estas sustancias producen estados que se pueden comparar con la máxima beatitud o divinidad. Entonces decidí que iba a dedicar mi vida a estudiar esto. Y lo primero que tuve que entender y hacer entender a los demás en mi entorno, es que estas sustancias no son un problema, sino que pueden ser tratadas como tema, no como problema. Así fue como surgió mi interés y a medida que fui leyendo más y más, me fui dando cuenta de que no se puede hablar en absoluto de evolución de la especie humana sin tener en cuenta estas sustancias.
El 89% de los pueblos de la Tierra toma sustancias psicoactivas potentísimas., y en el 11% restante ahí estamos nosotros, los occidentales. Somos la excepción. Y agresiva, pues la imponemos a los demás pueblos. Nosotros tomamos drogas de esclavos: son drogas para trabajar mucho y pensar poco. La cafeína estimula los músculos, pero no el cerebro, y el alcohol embota la mente. Carajillo y cubata: perfecto combinado para esclavos.
”Dime qué droga tomas y te diré quién eres” Cada sociedad ha crecido en función de una droga que la impregna. Occidente, por el alcohol (desde hace dos mil años) :el alcohol genera agresividad y egocentrismo. El islam, por el cannabis: Se sientan a la puerta de casa a esperar ver pasar por delante el cadáver de su enemigo. El budismo oriental está impregnado de opio, la droga del extatismo, de la estupefacción ante el universo. Los indios norteamericanos tabaco virgen, con mucha nicotina, neuroestimulante: guerreros y visionarios. Al chocar con el blanco agresivo, guerra segura. ¡Sólo exterminándolos los dominaron! Sobre los indios sudamericanos, conozco muy bien a los amazónicos. Hace nueve años que convivo largas temporadas con los “shuar”, conocidos aquí como jíbaros. Es la cultura de la ayahuasca, al tomarla, ven la selva llena de espíritus, de vida. Por ejemplo, toman ayahuasca para “visitar” a parientes lejanos. Es en lo que creen, porque los jíbaros sólo creen en aquello que ven, en nada más. Por eso dicen a los misioneros cristianos: “¿Cómo queréis hacernos creer en cosas que ni vosotros mismos veis?” ¡Y se burlan de ellos!
Las creencias, o sea, las religiones, derivan de las drogas. Ciertas drogas han sido y son sustancias sagradas para muchas culturas. Las que llamamos “enteógenos”, que significa “generadoras de Dios dentro de uno”. No me refiero a los narcóticos, ni estimulantes, ni hipnóticos. No tienen nada qué ver un estimulante con un narcótico, sea legal o ilegal. Enteógenos son la ayahuasca, el hongo peyote, los hongos psilocíbicos, la seta “Amanita muscaria”, la datura, el LSD… ¡Hay muchas! Son drogas liberadoras de la mente. Tomarlas supone hacer una excursión por la psique. La conciencia se modifica, se abre el inconsciente. Los pueblos que ingieren enteógenos lo hacen en rituales muy serios. Si les dices que en Occidente hay quien los toma como diversión de fin de semana, ¡no lo entienden! En el cristianismo, es herencia de ritos griegos, de los Misterios de Eleusis. Allí se ingería cornezuelo (un enteógeno tipo LSD), y eso pasó al cristianismo…, pero como placebo: es la hostia. Nuestra cultura contemporánea ha pasado por el LSD: la iconografía del pop es efecto de esa droga. Y las discotecas intentan reproducir mecánicamente sus efectos. Y del arte. Las visiones incluyen iconografías -espirales, curvas, líneas, cruces…- que encontramos luego en los estampados de los tejidos, en los grabados de las vasijas…
¿Desde tu perspectiva cuál es la diferencia entre una experiencia mística a través de los enteógenos y una experiencia mística sin ellos?
Estoy en contacto con un gran maestro de budismo zen. Una persona que ya es mayor y es un maestro reconocido dentro del budismo zen y el tiene su propia comunidad y dirige un templo de budismo zen. Y alguna vez que hemos tomado enteógenos juntos él me ha dicho que efectivamente, era lo mismo, pero que le era incluso más fácil entrar en mundos que él ya conocía. Y que a él le ha costado mucho entrar a estos mundos, mucho entrenamiento de muchas horas diarias, durante meses y años de su vida…
O sea, que en cierto aspecto ¿son una vía más corta?
Es una vía más corta y por tanto es más peligrosa también. Yo no quiero decir que no tengan peligro los enteógenos. Tampoco quiero decir que el budismo o la meditación estén exentos de peligros, pero todas estas técnicas de meditación siempre están dentro de escuelas. Lo que ocurre es que con los enteógenos lo que éstos hacen es darnos mucha más información de nosotros mismos, como que de pronto abren las compuertas del inconsciente, dicho en términos de psicología analítica, y la persona que lo está tomando dispone de mucha más información emocional, biográfica y de otros tipos de sí misma. La palabra éxtasis tiene etimología griega y significa literalmente “verse a uno mismo desde afuera”. Entonces, la experiencia extática profunda, buscada por todo ser humano con más o menos conciencia de ello, es la posibilidad que tenemos de vernos a nosotros desde afuera, y, por tanto, de observar nuestros condicionamientos y los límites de nuestro propio ego. Los budistas hablan del testigo, esa conciencia exterior que uno busca para poderse observar. Los sufís hablan de estar en el mundo sin ser del mundo para referirse a la capacidad de verse. Los mayas precolombinos hablaban del ojo desencarnado. Y cualquier técnica psicoterapéutica contemporánea occidental seria lo primero que busca es que el paciente se pueda ver a sí mismo en sus conductas compulsivas para que vaya tomando conciencia de dónde nacen.
Pero entonces hay que saber qué hacer con esta información. Y esto no es fácil, esto depende de lo maduro que sea la persona, depende de la prestancia que tenga, de su propia sabiduría vital, digamos, y esto no se improvisa, porque a veces tanta información de pronto en la mente, de la parte oscura de la mente, produce estados de ansiedad o de angustia o de trastorno de diversos tipos… Pero esto también es lo que también tiene de bueno, el abrir estas compuertas que es lo que llaman el mundo místico, como que de pronto en el mundo interior desaparece la guerra civil habitual que todo el mundo lleva. La neurosis de pelearse unas pulsiones internas con otras, y esto es hacia lo que van llevando las técnicas religiosas de meditación y el éxtasis o la sensación de trance extático. Uno se siente dentro de una nube de inmensa paz y de gran trascendencia de su propia vida.
Entonces éste es el problema que hay con los enteógenos, que hay que saberlos tomar. El problema es que son ilegales, pero yo estoy empeñado en crear una escuela para esto.
¿Cómo defines tú la adicción?
Para mí no existe la adicción. Bueno, existe una adicción física, pero esto se sabe que la persona más adicta en diez días su cuerpo está limpio. Y luego está lo que se llama adicción psicológica, que todas las personas que tratan toxicómanos dicen: “no, esto es el problema, la adicción psicológica”. Pero para mí la adicción no existe. Lo que realmente hay, en términos más estrictos desde el punto de vista descriptivo, son comportamientos compulsivos. O sea, comportamientos que a la persona algo le obliga a hacerlos incluso dándose cuenta de que van en contra de sus propios intereses.Y todo comportamiento compulsivo es lo mismo, en el fondo da igual si es al sexo, a las máquinas de echar monedas, alguna sustancia psicoactiva, el trabajo, una secta… Lo importante es el comportamiento compulsivo, no a la cosa a la que está enganchada la persona. Entonces todo comportamiento compulsivo lo que hace es estar llenando algún vacío interior de la persona, emocional, existencial, depende, algún vacío interior. La adicción lo que hace es llenar el espacio de este vacío interior, y lo que hay que hacer no es cortar con la adicción, sino que lo importante es descubrir qué es el vacío de cada persona, de dónde surgió el vacío. Entonces en cuanto la persona lo pueda llenar, automáticamente dejan el comportamiento compulsivo porque ya no tiene espacio.
La ayahuasca es apropiada en este sentido, porque nos hace viajar hacia el pasado. Sirve para ver lo que está pasando dentro de uno. Es como coger el inconsciente y darle la vuelta para que salga todo lo que está ahí encerrado. También he aprendido a hacer análisis de sueños entre los indios de la amazonía que tienen un complejo sistema de analizar sueños, y con ancianos kurdos también, y por supuesto de acuerdo a nuestra psicología analítica.Yo les ayudo a que construyan su propio sistema de autoconocimiento, les explico muy a menudo cómo funciona nuestro inconsciente, cómo funciona nuestra psique, cómo funciona nuestro sistema nervioso…
Es fantástico porque en unos meses las personas pasan de vivir de forma desordenada a descubrir, de pronto, que su existencia tiene un sentido profundo. Conocen el vacío interior en el que estaban viviendo y han sido capaces de descubrir el origen de sus problemas. Se atreven a mirar a su abismo cara a cara y muchos de ellos consiguen llenarlo porque encuentran su lugar en el mundo. Entonces, el problema de conducta compulsivo desaparece.
A las personas nos cortan la vida las promesas que nos hemos hecho cuando éramos pequeños. Si alguien nos humilla de niños prometemos que nunca más vamos a permitirlo; si sentimos que nos abandona alguien querido prometemos que nunca más nos van a abandonar y, por lo tanto, nunca más queremos a nadie para no volver a sentimos en manos de otra persona. Esas son las cosas que nos cierran a la vida. Por eso es delicado tomar enteógenos. Tampoco puede uno ir rompiendo su sistema cada dos por tres. Yo diría que son substancias mucho menos delicadas de lo que los prohibicionistas nos quieren hacer creer y un poco más delicadas de lo que creen los jóvenes que las toman en discotecas para divertirse. Las drogas son poderosas. Por eso hay que enseñar a usarlas, como hoy hacemos con el alcohol o los fármacos, o nuestros abuelos con la adormidera. ¡Seamos adultos! Debería haber escuelas para aprender a tomar drogas.