La imprenta que vio nacer al Quijote es el único de los enclaves relacionados con Cervantes que se conserva en Madrid: un taller en la calle Atocha por el que pasaron los grandes literatos del siglo XVII y que la Sociedad Cervantina reconstruyó en su empeño por difundir la obra del genio
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| La imprenta del Quijote, el único enclave cervantino de Madrid./lainformacion.com | 
"Si hay algún sitio que tiene emoción literaria en 
Madrid es en el que estamos ahora mismo, porque es donde vio la luz la 
obra más importante de la literatura
 española y tal vez de la universal", explica a EFE Luis María Ansón en 
el antiguo taller del impresor Juan de la Cuesta, donde se alza la sede 
de la Sociedad Cervantina, de la que es presidente.
En el sótano 
del imponente edificio hay un pequeño habitáculo con "dos sórdidos 
ventanucos" -así lo describió Cervantes- donde se ha instalado una 
réplica exacta de la imprenta, el componedor y las banquetas de la época
 hasta dejar el espacio tal y como el genio lo vio en el siglo XVII. O 
casi, porque entonces, relata Ansón, estaba "muy sucio, lleno de tintas y
 de papel".
En esas cuatro paredes ahora reconstruidas pasó muchas
 horas Cervantes: le costó convencer a Juan de la Cuesta para que diese 
vida a "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" porque hasta que 
no publicó la primera parte de esa novela, el ahora considerado genio 
universal vendía más bien poco. "Lo pasó muy mal Cervantes. Era un 
escritor no demasiado estimado por los impresores", dice el presidente 
de la Sociedad Cervantina.
Por fin consiguió que Juan de la Cuesta
 accediese a publicar la obra y estuvo después muy pendiente de cómo 
avanzaba la composición. "Es muy emocionante pensar la cantidad de 
tiempo que pasó Cervantes en este mismo sitio discutiendo con los 
operarios sobre si las capillas -que es como se llamaba al conjunto de 
las páginas- estaban mejor o peor", evoca Ansón.
Cuenta el 
responsable de la Sociedad Cervantina que, en sus visitas, en su mayoría
 para protestar, Cervantes no obtuvo un buen trato del impresor. Y el 
genio era insistente porque, según relata Ansón, acudió al taller "todos
 los días hasta que consiguió que la cuadración fuese lo más exacta 
posible".
Juan de la Cuesta respondía con "notable
 desdén" a las 
invectivas de Cervantes porque en el fondo "era un negociante que lo que
 quería era ganar dinero, y por eso montó una de las grandes industrias 
que había en Madrid". En ese taller imprimieron Quevedo, Tirso, Ruiz de 
Alarcón... "Y Góngora creo que no, pero tuvo grandes deseos de hacerlo",
 comenta Ansón.
Estaba
 ubicado a tan solo unos metros del conocido en esa época como barrio de
 las Musas, hoy de las Letras precisamente por la gran cantidad de 
escritores que lo habitaron. "Aunque no se saludaban entre ellos, por 
aquí vivían los grandes genios y todos acudían a esta imprenta porque en
 ella se imprimían sus obras", evoca.
Justamente para guardar la 
memoria de aquel momento estelar de la literatura y la industria 
tipográfica trabajan desde la Sociedad Cervantina, cuyo presidente no 
cree en "esas cosas mortuorias" de buscar los restos del escritor en la 
iglesia de las Trinitarias, donde se cree que fue enterrado. "A 
Cervantes seguro que no le haría gracia", apunta.
Y añade que le 
parece una cuestión "anecdótica y menor" encontrar sus restos de cara a 
la celebración en el 2016 del cuarto centenario de su muerte porque, 
dice, "las gentes que quieran revivir lo que Cervantes significó 
encontrarán una serie de pueblos y lugares que son completamente 
auténticos y que permiten vivir de cerca lo que él vivió y conoció".
Enclaves
 mágicos, como la imprenta que en la capital española nos permite 
asomarnos al mundo cervantino, un lugar cargado de emoción literaria y 
en el que, según Ansón, "podríamos volver a imprimir el Quijote con la 
misma máquina que se imprimió en el siglo XVII". 
 
 
