Todo empezó en 2009 como un experimento literario que en su
momento fue aplaudido incluso por el gran maestro argentino César Aira.
Pablo Katchadjian, joven y respetado escritor, una de las grandes
promesas de la literatura argentina, quiso investigar con El Aleph, el cuento más conocido de Jorge Luis Borges. Antes lo había hecho con el Martín Fierro,
el poema clásico de la literatura de este país. Tomó sus 2.316 versos y
los clasificó por orden alfabético. El poema cambiaba radicalmente y
jugaba con la memoria que cada uno tenía de él. Katchadjian no tuvo
ningún problema y sí cierto reconocimiento en el mundo intelectual por
su juego.
Entonces quiso probar con Borges. Añadió 5.600 palabras al original de 4.000 del autor de Historia universal de la infamia. Y publicó un libro del 50 páginas llamado El Aleph engordado
en una editorial pequeña, Imprenta Argentina de Poesía, que tiró 200
ejemplares. Todo iba bien, en el exigente mundo de la cultura argentina
gustó la idea, Aira recomendó la lectura y escribió que Katchadjian
demostraba que “El Aleph podría seguir engordando indefinidamente, como
el zapallo que se hizo cosmos de Macedonio Fernández, hasta llenar todos
los estantes de todas las bibliotecas del mundo”.
Pero la viuda de Borges, María Kodama, no lo vio así y
presentó una querella penal contra Katchadjan por plagio. En Argentina
las leyes castigan ese delito con hasta seis años de cárcel. Después de
un largo recorrido judicial en el que aparentemente Katchadjian estaba
ganando, la semana pasada la Cámara de Casación, el tribunal de
apelaciones argentino, dio la razón a Kodama y decretó un embargo de los
bienes del escritor de 80.000 pesos (7.500 euros) que de momento no es
efectivo. Él ha vuelto a apelar pero el caso se le está complicando.
La historia de la literatura es una constante revisión y reflexión
sobre la tradición. Borges defendía el plagio y sostenía que toda la
literatura está construida una sobre otra, es absurdo este proceso, es
una novela delirante”
“Ni yo ni nadie de los que lo leyeron pensó que pudiera
haber ningún problema”, explica Katchadjian, totalmente descolocado por
el procesamiento mientras intentaba terminar un libro de relatos. Él es
profesor de universidad y novelista de 38 años, conocido por libros como
Gracias, Qué Hacer o La libertad total. “Es obvio que no se pretende esconder un plagio de forma dolosa, que para eso se pensó la ley. El libro se titula El Aleph engordado
y al final hay una explicación del trabajo que había hecho. Borges no
es un monumento, es un escritor. La historia de la literatura es una
constante revisión y reflexión sobre la tradición. Borges defendía el
plagio y sostenía que toda la literatura está construida una sobre otra,
es absurdo este proceso, es una novela delirante”, asegura. Diversos
intelectuales como Beatriz Sarlo o el propio Aira se han movilizado para
defender al escritor y se ha creado una página en facebook para apoyarle frente a Kodama.
El abogado de la viuda de Borges, Fernando Soto, que suele
llevar casos muy mediáticos, asegura que “lo único que pretende Kodama
es proteger la obra de Borges. Lo que pasa es que a mucha gente le cae
mal Kodama y por eso se genera esta reacción solidaria con Katchadjian.
Esto no es un experimento, afecta directamente al derecho moral de la
obra, que fue alterada dolosamente. Queremos que reconozca que es una
ofensa a la obra de Borges. Es como si alguien pintase bigotes a la
Gioconda”, asegura.
Hubo un intento de mediación en el que le pedían que si no
quería que iniciaran además un proceso civil para reclamarle dinero,
asumiera los costes del proceso penal y del abogado –unos 1.500 dólares-
y un peso simbólico de multa, pero sobre todo que reconozca su error.
Katchadjian se niega. “No hice nada mal, lo que está mal es lo que están
haciendo ellos. No me arrepiento del libro, creo que es un ejercicio
correcto. Toda la literatura es una versión constante de lo anterior.
Creo que lo mejor que podemos hacer con Borges es desacralizarlo”.
El abogado de Kodama insiste en que se está exagerando, que
en ningún caso el escritor irá a prisión, porque no tiene antecedentes, y
como mucho le podrían condenar a trabajos sociales. El proceso tiene
tintes absurdos. Kodama asegura que Katchadjian manipuló la obra de
Borges. Él sostiene que no tocó nada del original, simplemente añadió
cosas. Pero hay una palabra cambiada entre las 4.000 por una errata, y
eso también se ha utilizado en el juicio como prueba.
Soto asegura que está hablando con algunos de los que apoyan
a Katchadjian para convencerles de que esta es una batalla por la
defensa de los derechos de autor que interesa a todos los escritores.
Pero de momento la mayoría está con el joven autor de El Aleph engordado.