1 – No hay leyes para escribir un cuento, solo puntos de vista
“Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de
conocer sus leyes… no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos
de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan
poco encasillable”.
2 – El cuento siempre tiene una unidad de impresión de una historia
El cuento es “…una síntesis viviente a la vez que una vida
sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una
fugacidad en una permanencia”… “Mientras en el cine, como en la novela,
la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante
el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por
supuesto, una síntesis que dé el “clímax” de la obra, en una fotografía
o en un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el
fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una
imagen o un acaecimiento que sean significativos”.
3 – A diferencia de las novelas el cuento debe ser contundente
“Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus
efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo,
mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto
demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy
astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces
cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del
adversario. Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran, y
analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos
gratuitos, meramente decorativos”.
4 – En un cuento solo existen los buenos y malos tratamientos
“…en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un
buen o un mal tratamiento del tema”. “Tampoco es malo porque los
personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante
cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka”… “Un mismo
tema puede ser profundamente significativo para un escritor, y anodino
para otro; un mismo tema despertará enormes resonancias en un lector, y
dejará indiferente a otro. En suma, puede decirse que no hay temas
absolutamente significativos o absolutamente insignificantes. Lo que hay
es una alianza misteriosa y compleja entre cierto escritor y cierto
tema en un momento dado, así como la misma alianza podrá darse luego
entre ciertos cuentos y ciertos lectores”.
5 – En un buen cuento se deben de saber manejar tres aspectos: significación, intensidad y tensión
“…el cuentista trabaja con un material que calificamos de
significativo… El elemento significativo del cuento parecería residir
principalmente en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o
fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de
sí mismo… al punto que un vulgar episodio doméstico… se convierta en el
resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo
quemante de un orden social o histórico… los cuentos de Katherine
Mansfield, de Chéjov, son significativos, algo estalla en ellos mientras
los leemos y nos proponen una especie de ruptura de lo cotidiano que va
mucho más allá de la anécdota reseñada”… “La idea de significación no
puede tener sentido si no la relacionamos con las de intensidad y de
tensión, que ya no se refieren solamente al tema sino al tratamiento
literario de ese tema, a la técnica empleada para desarrollar el tema. Y
es aquí donde, bruscamente, se produce el deslinde entre el buen y el
mal cuentista”.
6 – El cuento es un mundo propio
Señala Horacio Quiroga en su decálogo: “Cuenta como si el
relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus
personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se
obtiene la vida en el cuento”.
7 – El cuento debe tener vida
“…cuando escribo un cuento busco instintivamente que sea de alguna
manera ajeno a mí en tanto demiurgo, que eche a vivir con una vida
independiente, y que el lector tenga o pueda tener la sensación de que
en cierto modo está leyendo algo que ha nacido por sí mismo, en sí mismo
y hasta de sí mismo, en todo caso con la mediación pero jamás la
presencia manifiesta del demiurgo”.
8 – El narrador no debe dejar a los personajes al margen de la narración
“Siempre me han irritado los relatos donde los personajes tienen
que quedarse como al margen mientras el narrador explica por su cuenta
(aunque esa cuenta sea la mera explicación y no suponga interferencia
demiúrgica) detalles o pasos de una situación a otra”. “La narración en
primera persona constituye la más fácil y quizá mejor solución del
problema, porque narración y acción son ahí una y la misma cosa… en mis
relatos en tercera persona, he procurado casi siempre no salirme de una
narración strictu senso, sin esas tomas de distancia que equivalen a un
juicio sobre lo que está pasando. Me parece una vanidad querer
intervenir en un cuento con algo más que con el cuento en sí”.
9 – Lo fantástico de un cuento solo se logra con la alteración de lo normal
“El génesis del cuento y del poema es sin embargo el mismo, nace
de un repentino extrañamiento, de un desplazarse que altera el régimen
“normal” de la conciencia”… “Sólo la alteración momentánea dentro de la
regularidad delata lo fantástico, pero es necesario que lo excepcional
pase a ser también la regla sin desplazar las estructuras ordinarias
entre las cuales se ha insertado… la peor literatura de este género es
sin embargo la que opta por el procedimiento inverso, es decir el
desplazamiento de lo temporal ordinario por una especie de “full-time”
de lo fantástico, invadiendo la casi totalidad del escenario con gran
despliegue de cotillón sobrenatural”.
10 – El oficio del escritor es imprescindible para escribir buenos cuentos
“…para volver a crear en el lector esa conmoción que lo llevó a él
a escribir el cuento, es necesario un oficio de escritor, y que ese
oficio consiste, entre muchas otras cosas, en lograr ese clima propio de
todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención,
que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el
cuento, volver a conectarlo con sus circunstancias de una manera nueva,
enriquecida, más honda o más hermosa. Y la única forma en que puede
conseguirse este secuestro momentáneo del lector es mediante un estilo
basado en la intensidad y en la tensión, un estilo en el que los
elementos formales y expresivos se ajusten, sin la menor concesión…
tanto la intensidad de la acción como la tensión interna del relato son
el producto de lo que antes llamé el oficio de escritor”.