lunes, 9 de febrero de 2015

¿Cómo afectan el acto de leer y de escribir a tu cerebro?

El proceso de escritura, como todas las artes, posee ese punto de genialidad que lo convierte en un absoluto misterio

 
Conexiones neuronales./lapiedradesisifo.com

Es por eso que prácticamente desde sus orígenes la figura del escritor tiene a su alrededor una poderosa aura de misticismo. Ya en el Ion un joven Platón dice que la poesía es el resultado de la inspiración divina, aunque la imagen idealizada del escritor que tenemos en la actualidad se consolida sobre todo en el Romanticismo, con figuras como Schelling o Rimbaud. Hoy en día, sin embargo, el avance científico y técnico nos ha facilitado algunas respuestas que desvelan siquiera parcialmente el enigma que se oculta detrás de este fascinante ritual. Sabemos, por ejemplo, de qué manera funciona el cerebro para procesar y generar la palabra escrita.
   Dejando a un lado la idea del escritor sublime, escribir es, en cualquiera de sus facetas, un acto cotidiano. Poco importa que sea la lista de la compra o una novela magistral. El proceso de escritura activa una serie de mecanismos en el cerebro que parecen ser muy parecidos independientemente de lo que se escriba. Sabemos que aunque el lóbulo frontal es la parte del cerebro asociado al discurso y a la escritura ‒en concreto el área de Broca‒, el lóbulo parietal también es importante en la escritura porque esta parte del cerebro, donde está el área de Wernicke, permite interpretar las palabras y el lenguaje en general. De hecho, muchos de los pacientes que presentan daños en esta parte a menudo tienen problemas en la ortografía o la escritura a mano.
   Sin embargo, cuando se nos cuenta una historia las áreas de Broca y de Wernicke no son las únicas zonas del cerebro que se activan; dependiendo de lo que la historia relate otras áreas asociadas con la experimentación de acontecimientos cobran vida también. Por ejemplo, si la historia incluye acciones como pegar patadas o correr la corteza motora del cerebro se iluminará. Es decir, que de alguna manera el cerebro reacciona como si realmente estuviera experimentando la historia.
   Lo que esto significa es que el poder de la literatura para influenciar en las personas es más potente y profundo de lo que pudiera pensarse. Es suficiente una historia evocadora para activar determinadas zonas del cerebro de un lector y hacer que se sienta como si estuvieran experimentando los acontecimientos del relato de primera mano.
   Además, el vínculo que se crea a nivel neuronal entre la persona que escribe una historia y la que la lee es muy poderoso. Un estudio de la Universidad de Princeton demostró que el cerebro de una persona que cuenta una historia y el cerebro de otra persona que la escucha se pueden llegar a sincronizar. Unos resultados muy similares a los del experimento desarrollado por el Instituto Holandés de Neurociencia y la VU University Medical Centre de Amsterdam en colaboración con la Organización Holandesa para la Investigación Científica Aplicada (TNO), en el que medían la actividad cerebral del escritor Arnón Grunberg durante la redacción de una de sus novelas para más tarde repetir el proceso con algunos de sus lectores.
   En cuanto a las diferencias entre la escritura cotidiana y la literaria, también se han realizado numerosos estudios que demuestran diferencias de funcionamiento en el cerebro. Aunque se cuente lo mismo no se reacciona de la misma manera ante distintas palabras. Las palabras cotidianas están, en cierta manera, desgastadas, lo que hace que la respuesta que provoquen sea más apagada que cuando se buscan formas más originales de decir las cosas. Esa es la explicación de por qué la buena escritura siempre trata de evitar los clichés lingüísticos y busca maneras nuevas y creativas de evocar los sentidos del lector. La Universidad de Emory publicó un estudio en 2012 en el que se concluye que las metáforas, a diferencia del lenguaje cotidiano, pueden activar zonas del lóbulo parietal asociadas con el tacto.
   Por último, hay que decir que si además se escribe a mano los beneficios de la escritura se incrementan porque se estimula una zona del cerebro conocida como sistema de activación reticular, responsable de la regulación del estado de vigilia. Un reciente estudio demuestra que este tipo de escritura es más beneficiosa para el desarrollo cognitivo que cuando se lleva a cabo de forma mecanizada a través de cualquier dispositivo.