La escritora caleña Melba Escobar presenta su nueva novela La Casa de la Belleza
|
Melba Escobar (1976) fue becaria del Departamento de Estado de EE. UU. para
asuntos culturales, en 2012. Su libro Bogotá sueña: la ciudad por los
niños fue distinguido con una beca del Mincultura./eltiempo.com |
|
La Casa de la Belleza de Melba Escobar. editores emecé |
El que La Casa de la Belleza, nueva obra
de la escritora Melba Escobar, se haya situado dentro de la novela
negra resultó siendo algo causal, como lo explica ella.
La autora caleña cuenta que, en
realidad, las primeras páginas que había comenzado a escribir aludían al
retrato de una Bogotá actual, cuya evolución física y urbana reflejaba
los valores que priman hoy en muchos de sus habitantes.
“Era la imagen de una persona que va en
su carro por la avenida Circunvalar, en el oriente de la ciudad, que,
luego de ver verde durante todo el camino, de repente se topa con el
edificio de Peñas Blancas, que en el libro se llama New Hope. Cuando yo
vi este edificio me pregunté: ‘¿Qué es lo que tanto me molesta de esa
construcción?’ Ese fue el detonante. Detrás de eso hay una estética, un
afán de mostrar la plata por encima de cualquier cosa, una obsesión con
el estatus que tenemos todos, que es una cosa muy de acá, un afán por
las compras y las marcas”, comenta Escobar, autora de libros como Johnny
y el mar (2014) y Duermevela (2010).
A esa primera imagen se unió luego otra
que la escritora vivió en un exclusivo salón de belleza del norte
capitalino, que era frecuentado por clientas de la alta sociedad, aunque
de diversas procedencias.
Escobar anota que, luego de esa
experiencia, tomó la decisión de seguir frecuentando el lugar no tanto
para utilizar sus servicios sino para analizar las mujeres que allí
llegaban y le “resultaban una serie de personajes fascinantes con un
sentido, muchas veces, también molesto”.
“Digamos que había un tema también de
una cierta violencia en el trato de clases, una cierta violencia hacia
la señora de los tintos, hacia la esteticista, una violencia muy sutil
en las relaciones que tienen que ver también con la discriminación, con
las diferencias, con el servilismo, con el poder, y cómo este último se
relaciona con quienes no lo tienen. Pero también se daban unas
complicidades y alianzas particulares”, comenta.
De esta manera se fue estructurando la
trama de la novela que busca explorar un microcosmos de la sociedad
colombiana, que se relaciona directamente con el estrato seis “o ese
estrato 20 –como lo llama la autora–” donde se mueve la clase política y
el poder económico.
Para ello, Escobar ubica a sus
personajes en una sala de belleza –que le da título al libro–, en la que
coinciden una psicoanalista, la esposa de un congresista, una madre
desesperada por que se haga justicia por la muerte de su hija y una
famosa presentadora de televisión. Todas ellas hablan de su vida íntima
con Karen Valdés, una esteticista, que es la protagonista que le permite
a Escobar conectar una serie de eventos que llevarán a esclarecer el
crimen.
Fue en ese momento cuando la autora
encontró que el género que mejor se acoplaba para contar la historia
sería el de la novela negra, al que se acercó con mucho temor por ser un
camino totalmente nuevo para ella. “Vargas Llosa dice que cada libro es
como si fuera el primero. Para mí fue muy clara esa sensación de estar
aprendiendo a medida que hacía el trabajo”, agrega, al resaltar que una
de las etapas más desafiantes fue la edición de la novela a la que le
terminaron sobrando cerca de 150 páginas.
“Es curioso porque el género de novela
negra nunca me interesó particularmente. Pero le escuché al escritor
griego de novela negra Petros Márkaris decir que, si uno se pone a
pensar, casi todas las novelas relevantes del siglo XIX clasificarían
como novela negra, y que de alguna manera Crimen y Castigo lo es. Uno
empieza a sentir que ese género que en el siglo XX se consideró marginal
es central cuando se quieren juntar varios temas como quiero hacer yo
acá. Yo quería hablar de lo económico, de lo social, de lo político, de
lo cultural, que me permiten juntar una serie de aspectos para dar un
retrato de sociedad. En ese sentido, la novela negra ayudó a unir estos
mundos”, explica la también columnista del diario El País de Cali.
Si bien la novela llevará al lector por
las pistas de la resolución de un crimen atroz, Escobar aprovecha la
historia como excusa para reflexionar sobre diferentes temáticas de la
realidad nacional desde una mirada claramente femenina.
“Uno acaba exorcizando mucho sus propios
demonios cuando escribe. Un amigo escritor al que le conté la trama
cuando empezaba, me dijo: ‘Tú vas a escribir una novela de odios’. Me
pareció muy interesante verlo así porque sí sentía que había en mí como
un ‘sentirme agredida continuamente’ con el solo hecho de salir a la
calle, como creo que nos pasa a todos, y ver cómo los escoltas se le
cierran a uno o cómo una persona de la mesa de al lado, en un
restaurante, maltrata al mesero. Hay una cantidad de cosas cotidianas
donde hay mucha violencia y creo que de esa rabia nació esta novela”,
cuenta la escritora, cuya escritura del libro le tomó cuatro años.
De esos pequeños detalles de la vida
cotidiana se nutre el telón de fondo de la historia para el cual Escobar
realizó un proceso de investigación semejante al de la reportería
periodística. “El lector se encontrará con lugares y hechos nacionales
muy precisos; creo que en ese sentido es una novela hiperrealista,
porque me importaba mucho que el retrato fuera lo más cercano a la
realidad”, dice Escobar, al recordar algunas anécdotas del proceso.
Como cuando estaba buscando el tono y la
manera de ser de la esteticista Karen Valdés, la protagonista, que es
una joven mujer costeña que deja a su niño al cuidado de su madre, como
lo hacen tantas colombianas, en busca de un mejor futuro en la capital.
“En Cartagena hubo una masajista que me
recibió en su casa cuatro días, y para mí ella era la mamá de Karen.
Muchas de las cosas que ocurren en la novela están inspiradas en esta
casa y este barrio. También hablé con un abogado que me asesoró sobre
cómo es un proceso judicial penal; hablé con fiscales, con personas que
hacen necropsias, es decir, aquí hay todo un rigor en tratar de ser lo
más precisos”, anota la autora, quien fue beneficiaria de una residencia
de escritura en Santa Fe University of Art and Design, en Nuevo México
(EE. UU.), para escribir la novela.
A lo largo de la lectura, el lector se
encontrará con pasajes muy familiares, como el guiño a la sonada boda de
la hija del Procurador, el paseo millonario que le hicieron a un agente
de la DEA, o el robo de la salud a través de contratos con las EPS, así
como la aparición de un congresista corrupto o un exitoso escritor de
libros de autoayuda.
“A mí siempre me ha impresionado de
Colombia que uno puede ser un turista de sus propia ciudad y de su
propio país, porque, como pertenecemos casi que a castas así no queramos
verlo ni enunciarlo de esa manera, uno se mueve dentro de un círculo
bastante estrecho. Solo en Bogotá, uno rara vez se aleja dos o tres
localidades más allá de la propia”, dice Escobar, al explicar sobre esa
sensibilidad que tiene para fijarse en esos pequeños detalles o para
imaginar cómo será un día en la vida de los otros.
Esta es, quizás, una mirada muy femenina
que se percibe claramente a lo largo de la historia con la construcción
psicológica de las mujeres que la habitan. En especial en la mirada de
Claire Dalvard, la psiquiatra, otro de los personajes centrales, y la
única que siempre se expresa en primera persona. El resto de la trama se
cuenta en tercera persona.
“Creo que la construcción psicológica de
las mujeres parte mucho de la observación, pero al final hay un
elemento que me interesa mucho de la novela, porque creo que esa
observación me lo ha demostrado, que es hasta dónde todas las mujeres se
acaban definiendo, para bien o para mal, en su relación con un hombre.
Yo no tengo la intención de ser feminista, pero sí me interesa revisar
en dónde estamos paradas las mujeres ahora. Creo que la novela espera
hacer eso.
Y es esta subordinación a lo masculino
lo que de cierta forma las conecta a todas. Incluso Claire, que es
probablemente la más independiente y autónoma del grupo, tiene un
conflicto con ese tema de lo masculino y lo femenino, y con que
finalmente nunca será una mujer feliz”, dice la autora.
En este punto, la metáfora del cuerpo de
la mujer y la belleza para ascender en la escala social para salir de
pobre refleja, como dice Escobar, un imaginario que trasciende lo
puramente estético, para convertirse en un propósito práctico de muchas
de las mujeres de la sociedad.
Karen sabía, su mamá se lo había dicho,
que la mayor desgracia de su madre había sido parir una hembra porque
“los varones hacen lo que les da la gana, en cambio las hembras hacemos
lo que nos toca”.
“Lo que pasa es que ahí otra vez me
parece que muchas veces no hay tantas alternativas. Y ante la falta de
eso, a muchas de ellas les toca hacer lo que les toca”, comenta la
autora.
Sí, dijo Lucía mirando hacia otra parte y añadió, la vida de uno es un invento, ¿no crees?
“No sé si los hombres hacen lo mismo,
pero desde la mirada psicológica de las mujeres he percibido que las
mujeres tenemos esta capacidad de construir mentiras para hacer la vida
más llevadera, porque a veces la verdad es demasiado y no podríamos con
ella. Así sea la mentira de que tenemos un matrimonio feliz o de que me
gusta mi trabajo. Son mentiras que hacen posibles el día a día. Un
denominador común de los personajes de esta novela es que el lector
percibe tanto su mentira como su afán por negarla. Y a mí me interesa
muchísimo la exploración literaria de esas dos caras”, concluye Escobar.