Así reconozca que he escrito una
docena larga de cuentos capaces de dibujar una sonrisa en los labios de
Dios, prefiero leer cuentos ajenos, una labor mucho más grata y
descansada, más civil, menos pedante. "Que otros se jacten de los
cuentos que han escrito…"
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Jorge Luis Borges, autor argentino de Tlön Uqbar, Orbis Tertius. |
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Julio Cortázar, autor argentino de Continuidad de los parques |
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Augusto Monterroso, autor guatemalteco de El eclipse. |
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Juan José Arreola, autor mexicano de En verdad os digo./elespectador.com |
Dicho lo anterior, declaro sin vacilaciones que los cuatro mejores cuentos latinoamericanos son, a saber:
Tlön, Uqbar, orbis tertius de Jorge Luis Borges. Un grupo de millonarios
excéntricos decide crear un mundo minucioso, con sus mapas y barajas,
con sus lenguas y matemáticas, con su historia y mitologías, con sus
pájaros, flores y piedras, con su filatelia y numismática, y emprenden
la redacción de la Enciclopedia de Tlön, una obra de once tomos pesados.
Todo fue bizarro e inofensivo hasta cuando empezaron a aparecer,
primero en el bolsillo de un borracho y luego en todas partes, objetos
de Tlön. El primero fue un cono metálico, pequeño como un dedal y pesado
como una máquina de escribir, que dejaba una sensación repugnante en la
mano.
Continuidad de los parques de Julio Cortázar. Un hombre
está leyendo una novela en un salón en un sillón verde, de espaldas a la
puerta para evitar distracciones. La novela cuenta el encuentro de una
mujer y su amante en una cabaña para tramar un crimen. Luego el amante
corre por un bosque y entra en una casa cuyas puertas están abiertas,
como prometió la mujer, empuña el cuchillo, entra en un salón y avanza
hacia el respaldo de un sillón verde donde un hombre lee una novela.
En verdad os digo de Juan José Arreola. Un físico de partículas emprende
un día el proyecto de desintegrar un camello, convertirlo en un hilo
finísimo —un haz fotónico—, pasarlo por el ojo de una aguja y
reconfigurarlo al otro lado, con su pelo y su mugre, sus grandes ojos
tristes y sus elásticas cervices. Como ven, la idea de este físico
piadoso es sencilla y casi que peca de científica. El fin, asaz noble:
rectificar la parábola que Jesús dejó caer un día, a lo mejor sin mala
intención: "Primero pasa un camello por el ojo de una aguja que un rico
por la Puerta del Reino de los Cielos".
El eclipse de Augusto
Monterroso. Un fraile español es capturado por soldados mayas y llevado a
la piedra de sacrificios. De repente, el fraile recuerda la fecha y un
cálculo de Aristóteles y predice un eclipse que ocurrirá dentro de dos
horas exactas si no es liberado de inmediato.
"Dos horas después
el corazón del fraile chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de
los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado),
mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de la voz,
sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían
eclipses solares y lunares, prodigios que los astrónomos mayas habían
previsto y anotado sin el valioso concurso de Aristóteles".
En el
primer cuento, Borges traslapa dos planos narrativos con una prosa de
alta precisión, moviéndose como un gato en ese ámbito que conocía mejor
que nadie, el libresco.
En el segundo cuento, Cortázar replica el
método de Borges y funde limpiamente el plano de la novela y el plano
del cuento. El tino de este empalme puede explicar por qué Gabo y
millones de ojos queremos tanto a Julio.
Los dos cuentos
siguientes no operan por traslapes sino por oposiciones. Arreola
enfrenta en tono de parodia el mundo delirante de la ciencia ficción con
el mundo fantástico de Las Escrituras.
Monterroso sigue los pasos
del mejicano y contrapone, a la brillante y previsible astronomía
europea, la sorpresiva y brillante astronomía maya.
Son cuatro
milagros distintos y una sola felicidad verdadera, el cuento perfecto.
Estos resúmenes precipitados son, por supuesto, pálidas sombras de los
originales.