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Así empieza lo malo de Javier Marías. |
Así empieza lo malo
retoma los años de la salida del franquismo para indagar en todo aquello
que ha condicionado el tiempo presente, y lo hace a través de una
historia que mezcla erotismo, espionaje y arte snob en una trama
protagonizada por ambiguos personajes.
En la
literatura suele haber algunas recurrencias –entre novela y novela,
entre distintos protagonistas y tramas– que, mucho más que repeticiones,
constituyen simetrías y amplificaciones, un escarbar a fondo en alguna
forma de la verdad. Esas reiteraciones siempre distintas –siempre
únicas– que terminan haciendo de una obra algo coherente y compacto –y
que hoy encarna a la perfección Patrick Modiano, último Premio Nobel de
Literatura– se perciben de manera inmediata en Así empieza lo malo, la
última novela de Javier Marías.
Es cierto que Marías –hijo del filósofo Julián Marías, miembro de la
Real Academia Española desde 2006, y junto a Arturo Pérez Reverte el
español que más cerca estaría de ganar el Premio Nobel de Literatura– no
sólo vive de repeticiones: su extensa obra abarca géneros tan disímiles
como el del cuento –lo primero que empezó a escribir y que reunió casi
en su totalidad en el volumen Mala índole–, y su ambicioso proyecto Tu
rostro mañana, una novela monumental dividida en tres volúmenes.
Así empieza lo malo es un Javier Marías auténtico: tiene un poco de
todo eso (casi las mismas páginas que los tomos de su novela más extensa
e incluso vuelve a burlarse en este libro, tal como sucede en uno de
sus cuentos, de la dificultad de los españoles para aprender lenguas
extranjeras), pero es cierto que tiene mucho más que ver con su
antecesora.
Es, de hecho, algo así como la contracara de la exitosa Los
enamoramientos (2011), una novela que miraba más hacia atrás que hacia
delante, y que reflexionaba más de lo que describía, a partir de la
historia de una pareja enamorada que desayunaba todos los días en el
mismo bar, y luego desaparecía misteriosamente hasta obsesionar a María
Dolz, la protagonista de aquel libro que vendió más de 150 mil
ejemplares sólo en España.
En esta novela es Juan de Vere –joven asistente del director de cine
Eduardo Muriel– quien queda prendado de un enigma: por qué motivo su
jefe ejerce un desprecio tan explícito y bestial sobre su atractiva
esposa, Beatriz Noguera, aun cuando tienen varios hijos en común y una
intensa vida social. Las dudas se incrementan aun más en el joven –que
además de trabajo encuentra en la casa de esta desenamorada pareja un
modo de inserción en la vida– cuando Muriel le pide que, a pesar de la
diferencia de edad, trate de incorporar en sus salidas nocturnas a uno
de sus amigos, el doctor Vechten, con el propósito de ganar su confianza
para investigarlo y espiarlo, y ver cómo se comporta con sus jóvenes
amigas, porque, según le contaron, maltrató a una o varias mujeres.
Hay en la arquitectura de este libro –que, en un principio, parece
denso y excesivo pero enseguida va envolviendo al lector en su lograda
atmósfera de endogamia y esnobismo cultural– una constante en la obra de
Javier Marías: la articulación sutil entre la ficción y la realidad. No
sólo a partir de las referencias literarias y cinematográficas que
pueblan estas páginas y que, lejos de servir como adorno, se meten en el
hueso de la trama, casi como si hubieran sido escritas sólo para que
Javier Marías pudiera utilizarlas; sino también a partir de personajes
reales (como por ejemplo el benemérito profesor y filólogo Francisco
Rico, que aparece acá como un incansable seductor de jovencitas) y
contextos históricos bien concretos, en este caso, los años posteriores a
la muerte de Franco en 1975, y la primavera de la década del ochenta
que no terminaba de florecer, entre otras cosas, porque aun no se
permitía el divorcio: “A lo largo de los siglos, en un país tan anómalo
que ha obligado a vivir juntos a quienes se eran indiferentes o se
habían llegado a detestar, infinidad de cónyuges han ansiado en silencio
el fallecimiento del otro, o incluso lo han procurado o inducido o
buscado, por lo general aún más en silencio o más bien en indecible
secreto”, revela el protagonista del libro sobre los años de
postfranquismo desde un presente que tendrá todas las consecuencias de
ese pasado.
Casi al principio de Así empieza lo malo, Javier Marías advierte que
los únicos complementos que soporta el verbo contraer son:
enfermedades, deudas, responsabilidades y matrimonio. Esa observación es
un poco la columna vertebral de esta novela que mezcla de manera
imperceptible lo público y lo privado: la impunidad de una dictadura de
la que muchos españoles terminaron ocultando su complicidad (a tal punto
que se decían fervientes opositores al régimen y nadie se molestaba en
desenmascararlos) y el drama de una historia atravesada de símbolos
(Muriel tiene un parche en el ojo y, evidentemente, hay cosas que no
pudo ver), secretos, espionajes, erotismo, decisiones mal tomadas,
engaños íntimos y relaciones amorosas que siempre vienen a suplir algún
otro amor más verdadero, más intenso, más parecido, en definitiva, al de
los enamoramientos.
Tal como sucedía con Mañana en la batalla piensa en mí y Corazón tan
blanco, esta novela debe su título, otra de las repeticiones de Javier
Marías, a una frase de Shakespeare, incluida, ahora, en el canto tercero
de Hamlet: “Así empieza lo malo y lo peor queda atrás” (“Thus bad
begins and worse remains behind”). Claro que esa obsesión de Javier
Marías por titular a partir de Shakespeare también implica una forma de
lectura, y el sentido que le da en la novela a esa frase es casi el de
lo que se conoce como una autoprofecía: “A veces propiciamos que ocurra
lo que más tememos porque la única manera de librarnos del pavor es que
el mal haya acontecido ya. Que esté en el pasado y no en el futuro ni en
el reino de las posibilidades”.
Esa misma sensación de lo irreversible es, en definitiva, la que se
impone al terminar de leer cada libro de Javier Marías que, si bien
puede parecer reiterativo, poco actual y hasta cansador, siempre,
absolutamente siempre, termina convenciendo.