viernes, 3 de octubre de 2014

El oficio y el homenaje

Gabo con todas las letras 

Gabriel García Márquez que estás en los cielos de los homenajes./elpais.com,lainformacion.com
Medellín y la Casa de América son, en Colombia y en España, escenarios de un homenaje simultáneo al más importante periodista del siglo XX en nuestra lengua, Gabriel García Márquez, a quienes todos llamaron Gabo. En Medellín entregan el premio que lleva su nombre y aquí leen en público algunos de sus cuentos, como si así en un lugar y otro, y por tanto en el ancho mar y en la vida ancha de Hispanoamérica, el Gabo siguiera respirando periodismo y escritura.

    Periodista. Él decía que era fundamentalmente un periodista; si se rastrea su obra (toda su obra), desde la más ambiciosa metafóricamente, Cien años de soledad, hasta la más ínfima de sus crónicas, las que escribió siendo un principiante, Gabo se basó siempre en la realidad que lo circundaba, la que tenía delante de su mirada a veces cansada de nocherniego y la que le contaban los numerosos amigos que llenaron  su cabeza de leyenda.

    Varió la fórmula, narrativa o ensoñada, periodística o diabólicamente inventada, pero siempre fue periodista. En el libro que Jaime Abello y Héctor Feliciano hicieron para gloria del resumen histórico de sus crónicas, hay una espectacular y sencilla demostración de su capacidad para mirar desde detrás de la ventanilla de los géneros para romperlos, manteniendo al fondo la obligación del periodista: contar. Esa crónica, que está entre mis preferidas, es la que hizo para El Espectador de Bogotá, a las órdenes de José Salgar, sobre la estancia del presidente norteameriocano Eisenhower en Ginebra. Allí había una reunión imponente, mundial, de la Sociedad de Naciones; durante tres horas el más importante de los mandatarios se escapó de la reunión y estuvo missing, perdido, por la ciudad en la que treinta años más tarde sería enterrado Jorge Luis Borges. A Gabo y a los demás periodistas les extrañó esa ausencia, pero fue tan solo Gabo el que se puso a indagar. Al final supo que el militar y político estadounidense, que ya era abuelo, se había entretenido todo ese tiempo en una célebre juguetería de la ciuidad, donde terminó comprando un avioncito para su nieto y una muñeca para su nieta.

    Periodista con punto de vista. Eso fue lo que distinguió el periodismo de Gabo; ante una situación dada, simple o compleja, procuraba centrar su mirada distraída, hasta que llegaba al cogollo de la situación; leer ahora sus novelas (como Crónica de una muerte anunciada, especialmente, o como El coronel no tiene quien le escriba) advertirá que esa presencia veloz del periodismo le permite a Gabo recorrer la trama de lo que cuenta con un punto que no se pone jamás en fuga. Esas novelas, pues, están escritas desde la precisión, desde el numeroso dato hasta la innumerable sugerencia que no está en los datos. Lo que él hace, burlando los géneros, es el género mayor: la crónica de lo que pasa sin quedarse pasmado.

    ¿Cómo lo lograba? ¿Cómo lograba esa azoriniana disposición para contar el asombro como si no estuviera pasando nada? Él lo cuenta; se lo contó en 1981 al periodista norteamericano Peter Stone, que lo entrevistó para la Paris Review. Se lo debe a su abuela; y eso que le debe a su abuela para contar sin esparcirse, deteniéndose en lo verdaderamente importante, es el tono. Le dijo a Stone: "[Mi abuela] relataba cosas que sonaban sobrenaturales y fantásticas, pero las contaba con absoluta naturalidad. (...) Lo más importante era la expresión de su rostro. No cambiaba en absoluto de expresión cuando su relato sorprendía a todos. En mis primeros intentos de escribir Cien años de soledad intenté contar la historia sin creerla. Descubrí que lo que tenía que hacer era creerla yo mismo y escribirla con la misma expresión con que mi abuela contaba sus relatos: con cara de piedra".

    Así era él, como su abuela, ponía cara de piedra e indagaba; preguntaba; era el gran preguntón de la vida periodística mundial; le preguntaba a todo el mundo; y cuando tenía un interés determinado en algo que alguien contara su propio relato se hacía a un lado. Él escuchaba. Escuchaba tonos e historias. Esa fue la enseñanza que recibió para ser periodista, y esa es la lección que dejó.

    Me hubiera encantado estar en Medellín; no pudo ser; los amigos de la Fundación Nuevo Periodismo me habían pedido que fuera. Pero el hombre propone y todo lo demás dispone. Este es mi homenaje a Gabo hoy; esta tarde, en la Casa de América, lo prolongaremos leyendo su obra en público desde las 17.30.

Homenaje a Gabriel García Márquez con una lectura continuada en la fachada de la Casa de América

Esta tarde, a partir de las 18 h, la obra del Nobel García Márquez inundará la Plaza de Cibeles, con una lectura continuada de dos de sus cuentos en la fachada del Palacio de Linares. “Espantos de agosto” y “El verano feliz de la señora Forbes” serán los dos cuentos a los que se dará lectura. El público que desee participar, podrá inscribirse y sumarse así a este homenaje.
Casa de América ha preparado una programación especial de actividades con motivo del Día de la Hispanidad, bajo el título de “América Nos Une”. Un programa que estará dedicado a la figura de Gabriel García Márquez. De este modo, diferentes actividades analizarán su obra y le rendirán homenaje.
El lunes 6 de octubre, una mesa redonda analizará la obra de García Márquez junto con la de otro genio de la literatura, William Faulkner. “De Yoknapatawpha  a Macondo: Faulkner y García Márquez en perspectiva” es el título de esta sesión, que contará con la participación de Carmen Méndez García, profesora de la Universidad Complutense de Madrid; Pedro Sorela, escritor y periodista; y la editora María Pizarro Prada. Completará la programación dedicada al escritor colombiano una muestra de cine con cuatro largometrajes inspirados en sus textos o que contaron con su participación. Además, el programa “América Nos Une” acogerá otras actividades literarias como el “ Festival Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil” o una mesa redonda para analizar el presente y el futuro de la literatura hispana en los Estados Unidos con la participación de Laurie Callahan, editora de New Directions.