Considerado uno de los más importantes
especialistas en el escritor checo, desenmascara los falsos lugares
comunes de las biografías que se han escrito sobre el autor de La metamorfosis, al que la ocupación soviética veía como un "arma ideológica de los imperialistas occidentales"
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Franz Kafka, autor checo de La metamorfosis./adncultura.com |
Praga."No sólo en el mundo, sino también
en la
República Checa Kafka fue por mucho tiempo un autor casi olvidado. Esa
falta de conocimiento sobre su biografía dio lugar a un cúmulo de
fabulaciones", confirma con la seguridad de años de investigación Josef
Cermák al saludar a adncultura. Considerado uno de los especialistas en
Franz Kafka más importantes, y quien supo develar muchos enigmas en la
constante investigación e interpretación de su obra, Cermák es
especialista en literatura comparada, cofundador de la Sociedad Franz
Kafka en Praga y autor de varios estudios sobre el célebre creador de La metamorfosis. Su fundamental Kafka, ficciones y mistificaciones
permite descubrir varios falsos lugares comunes en otras biografías
escritas sobre el novelista checo. Este libro, que tiene una edición en
español con prólogo de María Kodama, se centra en dos aparente
impostores: Michal Mares y Gustav Janouch quienes, en efecto, conocieron
a Kafka, pero no tanto como sus biografías pretendieron demostrar
después. Encontrar a Josef Cermák en Praga es una doble satisfacción
para cualquier visitante porque permite comprender la plena
identificación del autor checo más famoso con esa ciudad casi hasta la
mitificación: "Cuando decimos Praga decimos Kafka", dice con seguridad
el "kafkólogo", antes de perderse por las calles de la ciudad vieja que
tan bien conoce.
-¿Cómo se vinculó con la obra de Kafka?
-La
primera vez que me encontré con su nombre fue todavía en la escuela
secundaria, cuando en la biblioteca del colegio descubrí los artículos
del ensayista y traductor praguense, y checo-alemán, Pavel Eisner.
Desde finales del siglo XX Eisner trataba de generar interés por
el escritor en la cultura checa y publicarlo, aunque lamentablemente en
vano. El segundo impulso me lo dio el libro checo de Peter Demetz, Kafka y Praga.
Era el primer compilado kafkiano en Europa y, además de los trabajos de
cuatro germanistas, contenía 32 fotografías, las primeras en su
género, que luego dieron vueltas por todo el mundo. Me lo compré por
dos monedas en un anticuario checo; hoy es una rareza de colección. El
tercer y decisivo impulso fue una feliz casualidad: en aquel
entonces estaba trabajando como joven asistente en la editorial más
grande de Praga con el traductor E. A. Saudek, cuya esposa Vera era
sobrina de Kafka, hija de su hermana menor Ottla. Pasaba mucho tiempo en
la casa de ellos, donde se respiraba Kafka por todos lados.
-¿Cómo era esa cotidianidad?
-Para
dar un ejemplo, nos sentábamos en la mesa donde él trabajaba. En ese
lugar presencié visitas de expertos e interesados en Kafka de toda
Europa Occidental; varios de ellos pasaron a ser conocidos míos y, con
el tiempo, trabajamos juntos. Esta etapa tuvo su auge cuando la sucesora
de Kafka me confió la preparación de la edición de Cartas a Ottla y a la familia,
para hacerla con un conocido investigador sobre Kafka, Klaus Wagenbach,
de origen alemán. En esa ocasión, le dicté todas las cartas a la tía de
mi futura esposa. La confianza de la familia de Vera fue tal que pude
tener en mi departamento de juventud, y por varios meses, más de cien
cartas que se estaban vendiendo en Berlín por sumas gigantescas. Mi
participación en la publicación del libro fue desbaratada por el fin de
la Primavera de Praga y la ocupación soviética, momento en el cual Kafka
pasó a ser un autor político no deseado, enemigo del Estado y "arma
ideológica de los imperialistas occidentales".
-¿Por qué cree
que Kafka tuvo tanto impacto en el exterior y, sin embargo, tardó tantos
años en ser reconocido por la propia cultura checa?
-Para
interpretar su obra, el supuesto indispensable era llevar a cabo una
investigación seria sobre la base de una biografía segura basada en
hechos. Praga siempre fue y sigue siendo el lugar que ofrecía y sigue
ofreciendo las mejores condiciones para esto. A partir del boom
kafkiano mundial, los investigadores extranjeros de Kafka se dieron
cuenta de esto antes que nosotros, los checos. Ellos fueron quienes
luego explotaron con vocación las fuentes praguenses. Y yo también quise
formar parte de esto con mi modesta participación.
-Se sabe que Kafka escribía en alemán. ¿Contribuyó eso a su desconocimiento por parte de los lectores checos?
-Es
necesario tomar conciencia de que el nacionalismo que iba ganando poder
complicaba la convivencia entre las etnias praguenses (checos y
alemanes cuya gran mayoría eran judíos germanoparlantes, entre
ellos, Kafka). Ambas culturas locales vivían por separado, en el mejor
de los casos se ignoraban correctamente. Había una gran cantidad de
intermediarios, la mayoría judíos, ya que, entre otras razones, solían
dominar ambos idiomas. En la generación de Brod, Kafka y Werfel hubo un
intento de mejorar esta situación, aunque se frustró con la Primera
Guerra Mundial y el surgimiento del Estado checoslovaco. Por mucho
tiempo, la literatura de los alemanes praguenses, salvo algunas
excepciones, no tuvo gran repercusión en el extranjero. Tampoco Kafka
era demasiado conocido, sólo lo era en círculos distinguidos de las
ciudades de Viena, Múnich, Leipzig, Dresden, Berlín. Durante el
transcurso de su vida, fueron publicados un total de seis compilados
delgados de cuentos y lo esencial de su obra se publicó póstumamente a
partir de mediados de los años 20.
-¿Y quiénes fueron los primeros interesados en su obra?
-En
el año 1913, cuando Kafka aún vivía, el escritor y dramaturgo Frantisek
Langer y Rudolfillový, compañero de secundario de Kafka, lo
presentaron por primera vez, y de forma escueta, en el ámbito checo.
La primera persona relevante en hacer conocido a Kafka fue su
enamorada, Milena Jesenská, quien en 1920 publicó la traducción de El fogonero, también conocida como América,
la primera traducción de Kafka a un idioma extranjero. Además, brindó
un homenaje en su partida leyendo su necrológica. La muerte de Kafka en
aquel entonces fue recordada con siete necrológicas cortitas en la
prensa checa de izquierda. La mayoría de ellas tenía datos falsos y una
vulgar connotación marxista. Se lo mencionaba, por ejemplo, como un
doctor que por entrar en contacto con el proletariado se transformó en
un crítico despiadado de la burguesía. Luego, a fines de los años 20, el
editor católico Josef Florián, un descubridor de muchos otros autores
extranjeros, publicó aproximadamente veinte de sus cuentos en un
pueblito perdido de Moravia. Eisner, a quien ya mencioné, descubrió a
Kafka también a finales de los años 20, luego de que se publicaran sus
novelas y cuentos póstumos. Sin embargo, la mayor traba era que en aquel
entonces no lo registraba ningún germanista académico reconocido, como
Otokar Fischer o Vojtech Jirát. Mientras, a mediados de los años 30 se
publicaban -luego del exilio obligado del editor de Kafka, Schocken, de
Berlín- los dos últimos ejemplares de la edición de los compilados de
Kafka.
-En ese contexto también estaba Max Brod, su mejor amigo.
-Antes
del nazismo, y hasta su emigración, en Praga vivía su mejor amigo y
quien llevó a cabo su obra póstuma: Max Brod. En su departamento, Brod
guardaba la obra literaria de Kafka, y además invitaba públicamente a
los checos a leer Kafka. Ya en aquel entonces anticipaba su fama
mundial. Y así fue: los checos descubrieron a Kafka desde Francia,
primero desde el surrealismo por los patrones de André Breton, quien en
esos años también daba clases en Praga. Cabe mencionar que el crítico
checo más importante de esa época, F. X. Valda, recomendaba a Kafka, a
quien seguramente conocía de las calles praguenses como el autor "que
ahora es muy valorado en Francia". En los años posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, por el boom mundial de Kafka, los checos
conquistaron por poco tiempo al mundo anglosajón y a Francia. Con
excepción de los demenciales años 60 de la Primavera de Praga, a Kafka
le esperaron largos años de censura. Debido a razones ideológicas, por
quince años estuvo prohibido publicarlo.
-¿Y cómo cree que finalmente consiguió notoriedad mundial?
-Es
difícil resumir en intensidad y alcance las causas del enorme interés
por Kafka a nivel mundial. Hubo varios momentos inminentes: el exilio en
la posguerra del editor de Kafka, Schocken, a Estados Unidos, y una
nueva publicación de su obra ampliada. Asimismo, la emigración europea a
Estados Unidos, principalmente de origen judío, entre los cuales había
muchos germanistas y conocedores de Kafka. Los emigrantes judíos, sobre
todo, hallaron en la obra de Kafka la expresión de sus sentimientos
vitales y sus destinos dramáticos, el horror de la persecusión
antisemita y el holocausto, las inseguridades existenciales, la pérdida
del hogar y otras experiencias traumáticas.
-¿Cuando comenzó a sospechar que buena parte de las aproximaciones biográficas no eran verdaderas?
-Michal
Mares y Gustav Janouch participaron en el mismo juego de modo
diferente, y tanto sus objetivos como el resultado de sus aportes
en los temas kafkianos fueron muy diversos. Ambos tuvieron en la
vida de Kafka un rol comprobable, aunque también episódico. Mares era un
conocido de Kafka de la calle; Kafka en su material lo nombra unas
pocas veces y sin ser elogioso. Janouch se encontró con Kafka en más
ocasiones. A veces lo visitaba, iba sólo y exclusivamente a la compañía
de seguros, donde Kafka era empleado, al igual que el padre de Janouch.
Éste fue quien se acercó a Kafka para pedirle su opinión sobre los
versos del joven Janouch. No obstante, Mares y Janouch empezaron a tener
interés en Kafka recién después de veinte años, cuando explotó el boom
kafkiano en el mundo. Ambos tenían el mismo objetivo: garantizar que
conocían a Kafka personalmente y que sabían de él, y demostrárselo con
un toque de color a quienes lo ansiaban; en el caso de Janouch,
exclusivamente al público extranjero. Janouch publicaba sus textos
kafkianos en alemán, y en el extranjero. Indudablemente temía que en la
República Checa lo culparan por fabular. Ambos confiesan simultáneamente
que casi no leyeron la obra de Kafka. Para Mare?, Kafka estaba más allá
de "lo checo". Janouch, que tomó prestada la historia de Mares y la
mejoró, afirma que a él Kafka no le interesaba como escritor, sino como
un sabio gurú. Mares era en esencia un fabulador, desarrollaba sus
experiencias mediocres y a cambio de su respectivo óbolo tenía
principalmente como clientela a la prensa de alemanes curiosos. En la
República Checa publicó un solo texto corto, en muchas versiones, cada
una de ellas con mayor intensidad de incoherencias.
-¿Y en el caso de Janouch, otro de sus famosos biógrafos?
-Janouch,
quien en cuestiones literarias era indudablemente más talentoso, optó
por elaborar sus experiencias con Kafka de forma más compleja, con una
reproducción textual de sus conversaciones con él, que hasta fueron
publicadas independientemente en un libro. Con sus Conversaciones con Kafka
buscaba un objetivo más amplio: imprimirle un sello de autenticidad a
las conversaciones para hacerlas formar parte de la obra de Kafka, lo
que logró en un sector de la comunidad especializada en Kafka. Para tal
fin tuvo que inventar una historia sobre el origen de un libro de
supuestas anotaciones de su diario, que aparentemente más tarde se
perdió de manera misteriosa. Las conversaciones, que se presentaban con
la exactitud de un grabador, que en aquel entonces no existía, son una
realización literaria admirable. Sin embargo, la capacidad de guardar
en la memoria tal magnitud de información con precisión textual por
más de veinte años es irreal. Janouch tiene buen conocimiento del uso
del idioma y el estilo de Kafka, así que no hay por qué sorprenderse de
que durante unos quince años su mistificación haya embaucado a gran
parte de los investigadores kafkianos. Cometió, sin embargo, un error
fatal: a finales de los años 60 agrandó la primera versión de su libro
de 1951 (que contenía pasajes muy valiosos, ya que no sentía la
necesidad de dejar fluir su fantasía). En concreto, la triplicó en
cuanto a su dimensión pero con esta versión perdió la confianza de la
mayoría de los especialistas en Kafka.
-¿Eso incluye la siempre discutida participación en la política de Franz Kafka?
-En
su honor, en los años 60 ambos crearon en Alemania la leyenda de que
Franz Kafka había participado de las actividades de los anarquistas
praguenses. Mares, que concurría a actividades anarquistas, fue quien
impulsó la leyenda; Janouch la tomó y la mejoró. En Alemania fue usada
como un argumento relevante en la discusión kafkeana. A finales de los
años 50 y en los 60, en la polémica sobre la interpretación académica de
Kafka, fundamentalmente filosófica, surgió una imagen antagónica de un
Kafka de izquierda y "rojo". Esta idea se fundamentaba, por ejemplo, en
el interés de Kafka por el socialismo en sus años de estudio y en sus
actividades sociales para la Compañía Obrera de Seguros contra
Accidentes. Esta imagen daba pie a la supuesta participación de Kafka en
las actividades anarquistas praguenses (la minoría alemana en Praga no
contaba con ningún movimiento anarquista). En los años 60, revisé toda
la agenda de anarquistas en el archivo policial de Praga, así como sus
respectivas reuniones y actividades, pero el nombre de Kafka no aparecía
en ningún lado. Por otra parte, Frantisek Langer, un participante
activo del movimiento, que conocía personalmente a Kafka, afirmó en los
años 60 en la televisión que nunca lo había visto entre los anarquistas.
También es significativo el hecho de que Kafka en repetidas ocasiones
pidió, y obtuvo, un certificado de buena conducta. La administración de
la policía de la época austrohúngara era muy detallista; hasta la menor
infracción quedaba asentada en el expediente de cada ciudadano. Lo
corroboré, por ejemplo, con el registro del padre de Kafka. La
investigación que yo mismo realicé en el archivo confirmó luego mi
opinión sobre esa mistificación tan extendida en el tiempo.
(Con la colaboración de Mariana Gil Herrera).