Rubem Fonseca
La ejecución
Consigo
agarrar a Rubão, acorralándolo contra las cuerdas. El hijo de puta tiene
fuerza, se agarra a mí, apoya su rostro en mi rostro para impedir que le dé
cabezazos en la cara; estamos abrazados, como dos enamorados, casi inmóviles
fuerza contra fuerza, el público empieza a burlarse. Rubão me da un pisotón en
el dedo del pie, aflojo, se suelta, me da un rodillazo en el estómago, una
patada en la rodilla, un golpe en la cara. Oigo los gritos. El público está
cambiando a su favor. Otro bofetón: gritos enloquecidos en el público. No puedo
darle importancia a eso, no puedo darle importancia a esos hijos de puta
mamones. Intento agarrarlo pero no se deja, quiere pelear de pie, es ágil, su
puñetazo es como una coz.
Los
cinco minutos más largos de la vida se pasan en un ring de lucha libre. Cuando
el round acaba, el primero de cinco por uno de descanso, apenas y puedo llegar
a mi esquina. El Príncipe me echa aire con la toalla, Pedro Vaselina me da
masajes. Esos putos me están cambiando por él, ¿verdad? Olvida eso, dice Pedro
Vaselina. Están con él, ¿o no?, insisto. Sí, dice Pedro Vaselina, no sé qué
pasa, siempre se inclinan por la buena pinta, pero hoy no está funcionando la
regla. Intento ver a las personas en las gradas, hijos de puta, cornudos,
perros, prostitutas, cagones, cobardes, mamones, me dan ganas de sacarme el
palo y sacudirlo en sus caras. Cuidado con él, cuando ya no aguantes, pasa a su
guardia, no intentes como tonto, él tiene fuerzas y está entero, y tú, y tú,
eh, ¿anduviste jodiendo ayer? Cada vez que te acierte un golpe en los cuernos
no te quedes viendo al público con cara de culo de vaca, ¿que te pasa? ¿Vino a
verte tu madre? Ponle atención al sujeto, carajo, no quites la vista de él,
olvídate del público, ojo con él, y no te preocupes con las cachetadas, no te
va a arrancar un pedazo y no gana nada con eso. Cuando te dio el último golpe y
la chusma gozó en el gallinero, hizo tanta faramalla que parecía una puta de la
Cinelandia. Es en uno de esos momentos cuando tienes que pegarle. Paciencia, Paciencia, ¿oíste?, guarda energías, que
te tienen con un pie afuera, dice Pedro Vaselina.
Suena
la campana. Estamos en medio del ring. Rubão balancea el tórax frente a mí, los
pies plantados, mueve las manos, izquierda enfrente y derecha atrás. Me quedo
parado, mirando sus manos. ¡Vap!, la patada me da en el muslo, me le echo
encima, ¡plaft!, una golpe en la cara que casi me tira al piso, miro a las
gradas, el sonido que viene de ahí parece un chicotazo, soy una animal, qué
mierda, si sigo ¡plaft! dando importancia a esos pendejos voy a acabar
jodiéndome ¡plaft! — bloquea, bloquea, oigo a Pedro Vaselina — mi cara debe
estar hinchada, siento alguna dificultad para ver con el ojo izquierdo —
levanto la izquierda — ¡bloquea! — ¡blam! un zurdazo me da en el lado derecho
de los cuernos — ¡bloquea! La voz de Pedro Vaselina es fina como la de una
mujer — levanto las dos manos — ¡bum! la patada me da en el culo. Rubão gira y
de espaldas me atina, me pone el pie en el pescuezo — de las gradas viene el
ruido de una ola de mar que rompe en la playa — con un físico como ése vas a
acabar en el cine, mujeres, fresas con crema, automóvil, departamento, película
en tecnicolor, dinero en el banco, ¿dónde está todo eso? me echo encima de él
con los brazos abiertos, ¡bum! el golpe me tira — Rubão salta sobre mí, ¡va a
montarme! — intento huir arrastrándome como lombriz entre las cuerdas — el juez
nos separa — me quedo tirado flotando en la burla, inyección de morfina. Gong.
Estoy
en mi esquina. Nunca te he visto tan mal, en lo físico y en la técnica, ¿jodiste
hoy?, ¿andas tomando? Es la primera vez que un luchador de nuestra academia
huye por debajo de las cuerdas, estás mal, ¿qué pasa contigo? ¿Así es como
quieres luchar con el Carlson?, ¿con Iván? Estás haciendo el ridículo. Déjalo,
dice el Príncipe. Pedro Vaselina: lo van a destrozar, según vayan las cosas en
este ring veré si arrojo la toalla. Jalo la cara de Pedro Vaselina hacia la
mía, le digo escupiendo en sus cuernos, si arrojas la toalla, puto, te
reviento, te meto un fierro en el culo, lo juro por Dios. El Príncipe me arroja
un chorro de agua, para ganar tiempo. Gong.
Estamos
en medio del ring. Tiempo, ¡segundos!, dice el juez — así mojado no está bien,
no vuelvas a hacer eso — el Príncipe me seca fingiendo sorpresa — ¡segundos,
fuera!, dice el juez. Nuevamente en medio del ring. Estoy inmóvil. Mi corazón
salió de la garganta, volvió al pecho pero aún late fuerte. Rubão se balancea.
Miro bien su rostro, tiene la moral alta, respira por la nariz sin apretar los
dientes, no hay un solo músculo tenso en su cara, un sujeto espantado pone
mirada de caballo, pero él está tranquilo, apenas y se ve lo blanco de sus
ojos. Rápido hace una finta, amenaza, un bloqueo, recibo un pisotón en la
rodilla, un dolor horrible, menos mal que fue de arriba abajo, si hubiera sido
horizontal me rompía la pierna — ¡Zum!, el puñetazo en el oído me deja sordo de
un lado, con el otro oído escucho a la chusma delirando en las gradas — ¿qué
hice? Siempre me apoyaron, ¿qué les hice a estos escrotos, comemierdas ¡plaft,
plaft, plaft! para que se volvieran contra mí? — con ese físico vas a acabar en
el cine, Leninha, ¿donde estás?, hija de puta — retrocedo, pego con la espalda
en las cuerdas, Rubão me agarra — ¡al suelo! chilla Pedro Vaselina — aún estoy
bloqueando y ya es tarde: Rubão me da un rodillazo en el estómago, se aleja;
por primera vez se queda inmóvil, a unos dos metros de distancia, mirándome,
debe estar pensando en arrancar para terminar con esto — estoy zonzo, pero es
cauteloso, quiere estar seguro, sabe que en el piso soy mejor y por eso no
quiere arriesgarse, quiere cansarme primero, no meterse en problemas — siento
unas ganas locas de bajar los brazos, mis ojos arden por el sudor, no logro
tragar la saliva blanca que envuelve mi lengua — levanto el brazo, preparo un golpe,
amenazo — no se mueve — doy un paso al frente — no se mueve — doy otro paso al
frente — él da un paso al frente — los dos damos un lento paso al frente y nos
abrazamos — el sudor de su cuerpo me hace sentir el sudor de mi cuerpo — la
dureza de sus músculos me hace sentir la dureza de mis músculos — el soplo de
su respiración me hace sentir el soplo de mi respiración — Rubão abraza por
debajo de mis brazos — intento una llave en su cuello — coloca su pierna
derecha por atrás de mi pierna derecha, intenta derribarme — mis últimas
fuerzas — Leninha, desgraciada — me va a derribar — intento agarrarme de las
cuerdas como un escroto — el tiempo no pasa — yo quería luchar en el suelo,
ahora quiero irme a casa — Leninha — caigo de espaldas, giro antes de que se
monte en mí — Rubão me sujeta por la garganta, me inmoviliza — ¡tum, tum, tum!
tres rodillazos seguidos en la boca y la nariz — gong — Rubão va a su esquina
recibiendo los aplausos.
Pedro
Vaselina no dice una palabra, con el rostro triste de segundo del perdedor.
Estamos perdidos, mi amigo, dice el Príncipe limpiando mi sudor. No me jodas,
respondo, un diente se balancea en mi boca, apenas sujeto a la encía. Meto la
mano, arranco el diente con rabia y lo arrojo en dirección a los mamones. Todos
se burlan. No hagas eso, dice Pedro Vaselina dándome agua para que haga un
buche. Escupo fuera del balde el agua roja de sangre, para ver si le cae encima
a algún mamón. Gong. Al centro, dice el juez.
Rubão
está enterito, yo estoy jodido. No sé ni en qué round estamos. ¿Es el último?
Último o penúltimo, Rubão va a querer liquidarme ahora. Me arrojo encima de él
a ver si acierto a darle un cabezazo en la cara — Rubão se desvía, me asegura
entre las piernas, me arroja fuera del ring — los mamones deliran — tengo ganas
de irme — si fuera valiente me iría, así en calzoncillo — ¡por dónde! — el juez
está contando — irme — siempre hay un juez contando — automóvil, departamento,
mujeres, dinero, — siempre un juez — pulley de ochenta kilos, rosca de
cuarenta, vida dura — Rubão me está esperando, el juez lo detiene con la mano,
para que no me ataque en el momento en que vuelva al ring — de veras que estoy
jodido — me inclino, entro al ring — al centro, dice el juez — Rubão me agarra,
me derriba — rodamos en la lona, queda preso en mi guardia — entre las piernas
con la cara en mi palo — quedamos algún tiempo así, descansando — Rubão
proyecta el cuerpo hacia enfrente y acierta a darme un cabezazo en la cara — la
sangre llena mi boca de un sabor dulce empalagoso — golpeó con las dos manos
sus oídos, Rubão encoje un poco el cuerpo — súbitamente rebasa mi pierna
izquierda en una montada especial — estoy jodido, si completa la montada estaré
jodido y mal pagado, jodido y deshecho, jodido y despedazado, jodido y acabado
— se detiene un momento antes de iniciar la montada definitivamente — ¡jodido,
jodido! — doy un giro fuerte, rodamos por la lona, paramos, ¡la puta que lo
parió!, conmigo-montado-montada-completa encima de él, ¡la puta que lo parió!,
mis rodillas en el suelo, su tórax inmóvil entre mis piernas — ¡lo monté!, ¡la
puta que lo parió!, ¡lo monté! — alegría, alegría, viento caliente de odio de
la chusma que se reía de verme con la cara destrozada — bola de mamones putos
escrotos cobardes — golpeo la cara de Rubão en la mera nariz, uno, dos, tres —
ahora en la boca — de nuevo en la nariz — palo, garrote, paliza — siento cómo
se rompe un hueso — Rubão levanta los brazos intentando impedir los golpes, la
sangre brota por toda su cara, de la boca, de la nariz, de los ojos, de los oídos,
de la piel — la llave del brazo, ¡la llave del brazo!, grita Pedro Vaselina,
metiendo la cabeza por debajo de las cuerdas — es fácil hacer una llave de
brazo en una montada, para defenderse, quien está abajo tiene que sacar los
brazos por encima, basta con caer a uno de los lados con su brazo entre las
piernas, el sujeto se ve obligado a golpear la lona — un silencio de muerte en
el estadio — ¡la llave del brazo!, grita el Príncipe — Rubão me ofrece el brazo
para acabar con el sufrimiento, para que pueda golpear la lona rindiéndose,
rendirse en la llave es digno, rendirse debajo del palo es vergonzoso — los
mamones y las putas se callaron, ¡griten! — el rostro de Rubão es una pasta
roja, ¡griten! — Rubão cierra los ojos, se cubre el rostro con las manos — el
hombre montado no pide el orinal — Rubão debe estar rezando para desmayarse y
que todo acabe, ya se dio cuenta que no le voy a aplicar la llave de la
misericordia — chusma — me duelen las manos, le pego con los codos — el juez se
arrodilla, Rubão se desmayó, el juez me quita de encima de él — en medio del
ring el juez me levanta los brazos — las luces están encendidas, de pie, en las
gradas, hombres y mujeres aplauden y gritan mi nombre — levanto los brazos bien
alto — doy saltos de alegría — los aplausos aumentan — salto — aplausos cada
vez más fuertes — miro conmovido las gradas llenas de admiradores y me inclino
enviando besos a los cuatro costados del estadio.