Los Escritos Libertarios de Albert Camus se publica ahora en España. Una recopilación de ensayos que lo emparentan con el pensamiento anarquista y un espíritu quijotesco de corte utópico y romántico
Albert Camus, autor francés de El extranjero./Henry Cartier-Bresson./elmundo.es |
"En estos momentos están poniendo bombas en los tranvías de Argel. Mi
madre puede estar en uno de esos tranvías. Si la justicia es eso,
prefiero a mi madre", dijo Albert Camus en 1962 cuando un periodista
árabe le afeó que no tomara partido por la "causa justa" del Frente de
Liberación Nacional. La respuesta quedó para la eternidad sintetizada en
una sola frase, "entre la justicia y mi madre siempre me quedaré con mi madre",
que se ha convertido en la puerta de entrada a cualquier aproximación
política al autor de 'Calígula'."Entre la justicia y mi madre siempre me
quedaré con mi madre", enfatiza una vez más y es imposible no sentirse
conmovido, primero, porque todos queremos a nuestras madres y, después,
porque tenemos en la cabeza la historia de Catalina Elena Sintes,
aquella mujer analfabeta, sorda y dulcísima que aparecía en 'El primer
hombre'. Y, aún más allá, porque sabemos que el Frente de Liberación
Nacional argelino se convirtió, tras la independencia, en un partido
totalitario y corrupto, aunque eso Albert Camus lo vio venir antes que
nadie.
¿Pero qué significa de verdad preferir a la madre? A partir de esa frase, Camus ha sido un referente político
para aquellos que, desde entonces, no han estado en ningún sitio, han
relativizado los grandes credos y han preferido ir por libre. Los que no
han sido comunistas, ni nacionalistas, ni conservadores, ni cristianos,
sin que eso significase que el mundo les daba igual. ¿El tipo de gente
que ha votado durante décadas a partidos socialdemócratas en Francia, en
España, en Alemania, en el Reino Unido...? Tendemos a pensar que Camus
hubiese apoyado a Mitterrand contra Giscard, igual que su admirador
Jorge Semprún llegó a ser ministro de Cultura en el Gobierno de Felipe
González. "¿San Camus, San Exupéry? ¿Acaso nuestra juventud no tiene
otros santos que estos pensadores de verdad un poco blanda?", escribía
un detractor de Camus, el comunista duro Jean Paul Sartre, en ese mismo
1962, en las páginas de 'L'Express'.
O quizá fue todo un malentendido. 'Écrits libertaires' fue el
nombre de un libro que apareció en Francia en 2008, en una editorial
casi clandestina de Marsella (Egrégores). Después tuvo una
segunda vida en el casa Indigène Éditions (la editorial que lanzó
'Indignaos' de Stéphane Hessel), y ahora aparece en España con el sello
de Tusquets y el título de 'Escritos libertarios'.
La tesis del libro no es del todo insólita porque la biografía de
Camus de Olivier Todd ya lo presentaba como a un libertario en 1997,
pero sigue siendo muy atípica: es imposible entender a Albert Camus si
no es en diálogo con la tradición libertaria. Aunque fuera un diálogo
lleno de sinsabores. Para ello, reúne artículos y cartas de
Camus dirigidas a los medios anarquistas y, a su lado, los textos con
los que los anarquistas, casi insignificantes en Francia, intentaron
asimilar la cercanía del escritor más admirado en el vecino país.
"El gran malentendido popular sobre Albert Camus ha sido considerarlo
un escritor de consenso, amable, blando... Ni marxista ni capitalista.
Imagínese, en los años 50, en Francia: un intelectual no podía estar
fuera de ese dilema, no podía no ser ni una cosa ni la otra. Fue lo que
Jean-Paul Sartre le reprochó. En realidad, y parece que aún nadie quiere
reconocerlo, Camus dio cuerpo a una alternativa, una tercera vía, que
era a la vez anticomunista y anticapitalista, y que es a lo que él solía
referirse como le 'génie libertaire', el genio libertario. Pero no se
equivoquen. Camus no estaba por el nihilismo; estaba más allá. Camus
estaba por ideas como renacimiento o reconstrucción. Predicaba la vía de
la no violencia y admiraba a Gandhi. Creía que Gandhi era el hombre más
importante de su tiempo. Escribió "La no-violencia requiere una
grandeza y una altura de la que carezco".
Eso lo afirma Jean-Pierre Barou, editor de Indigène Éditions. Sus
Escritos libertarios ofrecen, entre otras cosas, un relato cronológico
de la vida política de Camus. En 1935, con 22 años, el escritor se
afilió en Argelia al Partido Comunista Francés, porque ésa era la opción
natural de los chicos antifascistas y críticos con el orden
establecido. El PCF, en esos momentos, se deslizaba hacia el Frente
Popular y hacia el entendimiento con el Partido Radical, una especie de
partido de izquierdas no marxistas con una política nacionalista
francesa hacia el exterior. No era una asociación que gustara a Camus.
Su primer combustible ideológico se lo había dado su tío Gustave Acault
(el cuñado de su madre, el sustituto de su padre) y, a la vez, lo había
recibido de España. Muchos emigrantes levantinos (su madre era una de
ellos) se habían establecido en Orán y dieron a Camus noticia de la
tradición libertaria en la península. Por eso, el golpe de Estado del
general Franco en verano de 1936 fue un trauma para él. La respuesta del
Frente Popular Francés (que rehusó intervenir en defensa de la
República Española) y el conflicto del Partido Comunista de España con
el Partido Obrero Unificado Marxista (el POUM de Nin) provocaron la
furia de Camus, que en 1937 abandonó la disciplina del PCF. Al año
siguiente, Camus dejó África, se estableció en la metrópoli y empezó a
trabajar como periodista en medios como 'Paris-Soir', además de seguir
colaborando con el argelino 'Le Soir Républicain'.
Una amiga en el taller
Llegó la Guerra Mundial, la ocupación, Pétain, la Resistencia... Pero
antes, Camus encontró en la redacción de 'Paris-Soir' un nuevo aliento
para su carrera: el contacto con los trabajadores de las artes gráficas
del diario. En Francia, igual que en España, su gremio llevaba la
tradición libertaria desde el siglo anterior. Un nombre destaca
especialmente en este trasiego: el de Rirette Maîtrejean.
"Rirette Maîtrejean", explica Jean-Pierre Barou, "fue la mujer que
introdujo por primera vez a Camus en el pensamiento libertario. Camus
conoció a Rirette cuando empezó a trabajar en el periódico Paris-Soir en
1940, cuando el periódico dejó París por la ocupación y estableció su
redacción entre Clermont-Ferrand y Lyon. Ella era una correctora de
textos en el periódico y, fuera, en la calle, una amiga íntima de Victor
Serge, un famoso anarquista belga. Después, al cabo de unos años,
Rirette y Camus volvieron a encontrarse en París, en el entorno de una
revista libertaria llamada 'Témoins' que tenía su redacción en Suiza y
que era la favorita de Camus".
Antes, en 1943, el escritor (que antes de la Guerra hablaba
del Gandhi que había defendido el pacifismo, la resistencia pasiva y la
reconciliación con los alemanes) entró en la Resistencia. Y en 1944, cuando los nazis fueron expulsados de Francia, Camus creyó que llegaba un mundo nuevo.
No ocurrió así, entre otras cosas porque el Partido Comunista aceptó
la IV República y el orden gaullista y respaldó los esfuerzos del
Gobierno por mantener sus colonias, aunque eso la llevara a la guerra en
Indochina y Argelia. Camus sintió, desde ese momento, que el Partido
Comunista Francés nunca más estaría de su lado.
"Siempre me ha costado hablar de la Resistencia", escribía Camus en
Témoins, en la primavera de 1955, "rara vez he sentido placer al leer o
escuchar lo que se decía de ella. El culto al pasado supone una vocación
que no tengo y el tiempo destinado a él me parece perdido. [...] Estoy lejos de lo que se ha hecho de la Resistencia, de aquello en lo que se ha convertido.
[...] Hoy creo que nada de esto ha ocurrido. Confesaré mi decepción de
ver que esta experiencia de un gran deseo de paz traicionado, y obligado
a una guerra insoportable, no sirvió más o menos de nada".
Apareció entonces La peste, en 1947; aparecieron el doctor Rieux y el
gandhiano Tarrou, el hombre que contaba los muertos en Orán: sus
protagonistas, el molde de todos los héroes de Camus. Solitarios,
burgueses, abrumados pero empeñados en actuar con honestidad, en cada
paso. "Si tuviera que elegir un libro que lo explicara políticamente
pensaría en 'El hombre rebelde'. Pero si excluyéramos los ensayos, la
elección sería 'La peste', con la idea del santo laico", explica Barou.
Ser libertario en Francia
Pero ¿es suficiente haber inventado a Rieux, tener algún amigo del
POUM y admirar a Gandhi para ser un libertario? Depende de lo que
entendamos por libertario.
"Tenga en cuenta que en Francia la tradición libertaria ha sido siempre débil, más débil que en España o en Italia,
porque la izquierda oficial la ha combatido con mucha energía", dice
Jean-Pierre Barou. "Mucha mas energía de la que emplearon contra los
trotskistas. Piense, por ejemplo, en que André Breton fue a ver a
Trotsky a México en 1938, porque Trotsky seguía representando la pureza
del marxismo".
De modo que los anarquistas franceses eran, a esas alturas, pocos y
estaban aislados, tendían al anarcosindicalismo y no tenían demasiadas
ganas de escuchar a Camus hablando de Proudhon, Thoreau y del
individualismo.
Camus escribía en sus revistas, hablaba en sus mesas redondas,
testificaba a su favor en sus juicios y se peleaba con sus enemigos,
pero eso no significaba que fuera uno de los suyos.Era demasiado libertario hasta para los anarquistas de los años 40 y 50.
En estos 'Escritos libertarios', por ejemplo, se puede leer un ensayo
llamado Bakunin y 'El hombre rebelde', firmado por Gaston Leval y
publicado por Le Libertaire. Leval, un veterano del anarcosindicalismo
formado en la CNT española, dedicaba un largo texto a reñir a Camus por
haber desdeñado a Bakunin en su ensayo 'El hombre rebelde'. Entre otras
cosas, 'Leval reprochaba muy seriamente a Camus haberse apoyado sólo en 'El catecismo revolucionario,
el texto fundacional de toda la violencia que a lo largo de la historia
se ha vinculado al anarquismo. "Comete usted también una falta
imperdonable para un hombre de su talla que se presenta como censor
moral de todo y de todos. A sabiendas o no, confunde al Bakunin de 26
años con el Bakunin de 55 años".
A casi todos nos queda ya un poco lejos el debate sobre Bakunin. Más
interesante es recordar que el artículo de 'Le Libertaire' se publicó el
28 de marzo de 1952: el mismo año en el que Sartre publicó una crítica
desganada sobre 'El hombre rebelde' en 'Temps Modernes' y Camus montó en
cólera contra su antiguo amigo. Las vísperas, además, de la
insurrección árabe en Argelia.
Argelia es uno de los nombres que faltan para contar esta historia. El otro es España.
'Crónicas argelinas' (1939-1958) es el nombre de un libro (la versión
española la editó Alianza Editorial en 2006) que recoge los textos que
Camus dedicó a su tierra en los periódicos de París, Argel y Orán. Por
ahí aparece su famoso viaje a la Cabilia, donde retrata la pobreza de
los habitantes de las montañas, su propuesta de crear un Estado federal
asociado a la Francia metropolitana y la necesidad de crear un partido
transversal que peleara tanto contra el Movimiento de Liberación
Nacional como contra los ultras de la OAS. "Sigo creyendo, a propósito
de Argelia, que semejantes extravíos no definen más que el extravío de
nuestra época", escribió en esas páginas Camus. "Las simplificaciones
del odio y de las tomas de posición, que pudren y relanzan sin cesar el
conflicto argelino, habría que revisarlos todos los días, y no basta un
solo hombre".
¿Y España? "Acuérdese que a Camus, en 1952, le preguntaron qué debía a
España y contestó: 'Casi todo'", recuerda Jean-Pierre Barou.
En 'Escritos libertarios', España aparece en cada esquina,
empezando por el nombre de Freddy Gómez, el hombre que guardó muchos de
los artículos del libro. Una portada de la revista Solidaridad
Obrera, editada por el exilio mexicano, muestra a Camus con su aire de
Bogart bajo una leyenda que dice "¡España libre!". Y la España
franquista, un régimen que casi todo el mundo estaba dispuesto a tolerar
en Europa en los años 50, incluido, por ejemplo,André Malraux, sigue
siendo uno de los temas más habituales entre los Escritos libertarios de
Albert Camus.
"Si la Europa del mañana no puede prescindir de España, tampoco
puede, por las mismas razones, construirse con la España de Franco",
escribió Camus en 1951. "Artículos franquistas recientes han pretendido
que la censura se había suavizado. Después de examinar los textos, podemos estar tranquilos. La suavidad se reduce a afirmar que todo está permitido excepto lo que está prohibido".
Un año después, cuando la España franquista estaba en trance de rehabilitación entre las democracias liberales, Camus volvió al tema y envió una carta a la Unesco por admitir la colaboración con Madrid. "Reto a sus servicios a que organicen en Madrid la exposición de los Derechos Humanos que han presentado en muchos países".
Un poco más allá, Camus habla sobre Unamuno (le divertía aquello de
"Que inventen ellos"), sobre 'Don Quijote' y sobre Alfonso V de
Castilla, el rey que tomó Toledo y la devolvió a los musulmanes cuando
supo que una traición había sido la clave de su éxito. A todos nos suena
ese retrato idealizado y un poco naíf de España, el país de los locos románticos. Un poco como la imagen quijotesca de la tradición libertaria que ha llegado hasta nuestro tiempo.