Doce de los principales editores de España reunidos en una misma mesa
para elegir la mejor novela del año en español. Rivales y competidores
hablando como meros lectores y tratando de dejar los egoísmos a un lado
para señalar la obra más destacada. Lo nunca visto. Algo que sólo lo
podía hacer él: José Manuel Lara Bosch (1946-2015), fallecido el sábado. Así lo hizo desde 2002 hasta 2009 con la convocatoria del Premio Fundación José Manuel Lara.
Este retrato condensa gran parte de lo que fue este editor, la
persona que consolidó a Planeta como el más importante grupo editorial
en español. Es la imagen que le viene a la cabeza a Claudio López de la
Madrid, director editorial de Penguin Random House en España, cuando se
le pregunta por una de las señas del territorio Lara Bosch-Planeta. Una
imagen que bordean varios de los editores y escritores que con sus voces
levantan esa cartografía y legado.
Sin prejuicios. “Desde que tengo uso de razón, la
sensación que Planeta me ha transmitido es la de publicar autores y
temas sin prejuicios. Sin subestimar al lector. De Vizcaíno Casas a
Vázquez Montalbán o Miguel Delibes. Allí se ha tenido en cuenta que los
gustos son diversos. Esa variedad de registros me gusta porque permite
desarrollar el gusto del lector a partir de la pluralidad de autores,
temas y géneros”, afirma Clara Sánchez, ganadora del Premio Nadal 2010
por Lo que esconde tu nombre, y el Planeta 2013 por El cielo ha vuelto.
Descubridor. “Durante el franquismo allí se dieron a
conocer muy buenos escritores. Sin ese grupo varios de ellos no habrían
tenido tanta difusión. El respaldo que se les dio no solo los favoreció
a ellos, porque de lo contrario no habrían llegado al gran público,
sino también a la literatura”, destaca Soledad Puértolas, autora
habitual de Anagrama, y ganadora del Planeta 1989 por Queda la noche.
Mecenas. “A muchos autores nos proporcionó desahogo
económico con alguno de sus premios, y eso es importante teniendo en
cuenta que es una empresa privada. Lara ha contribuido a cosas distintas
dentro de la vida libresca nacional. Ha sido definitivo. Tiene luces y
sombras, pero haciendo la suma final ha funcionado como un mecenas en un
mundo tan complicado para publicar”, señala Álvaro Pombo, habitual
autor de Anagrama y ganador del Planeta 2006 por La fortuna de Matilde Turpin, y Nadal 2012 por El temblor del héroe.
Optimismo. “Lara Bosch abrió muchas puertas a los
editores pequeños y que son un ejemplo del amor a su oficio: su defensa,
por un lado de la aportación de los autores con un permanente respeto
de la propiedad intelectual y del justo reconocimiento al creador,
defensa que siempre hizo valer ante los diferentes gobiernos; y, por
otro, de los lectores, con su sana ambición de llegar cada vez a más
lectores y que cada uno de ellos pudiera encontrar en su grupo el libro
que podría darle aquello que buscaba. Era destacable su equilibrio,
sensatez y optimismo contagiosos, incluso en los momentos de profundas
dificultades de nuestro sector, que a tantos nos hizo ver en él uno de
los mejores continuadores de la gran saga de editores españoles del
siglo XX, capaz, sin duda, de entender las claves del libro en el siglo
XXI”, asegura Ofelia Grande, editora de Siruela.
América Latina. “Para un latinoamericano ganar un
Premio literario en España es muy importante porque la obra toma una
dimensión inesperada, además de poder publicar, ser editada, y ser
confrontada a las críticas literarias. Ganar el finalista del Planeta
significa un gran reconocimiento, un espaldarazo, y como digo antes,
significa la edición en una editorial de gran prestigio, lo que quiere
decir que luego será leída por gran cantidad de personas y probablemente
estudiada en las universidades. Para un cubano es doblemente
importante, porque la censura castrista y la cerrazón de las editoriales
en Cuba impiden que un autor sea conocido. El Planeta y los otros
Premios de la Casa, como el Fernando Lara de Novela Histórica o el
Azorín, son premios que indudablemente ayudan económicamente a los
autores”, cuenta Zoé Valdés, finalista del Planeta 1996 por Te di la vida entera y Azorín 2013 por La mujer que llora.
Enseñante. “Editoriales independientes versus
grandes grupos. ¿Tiene sentido esta manida repetición? ¿Asienta sus
bases en argumentos sólidos? Si escuchamos las voces de los más pequeños
cuando retratan a sus lectores, parece que el perfil de estos coincide
sólo parcialmente con el de los monopolios gigantes. Obvio es que
nuestras y sus estrategias promocionales y comerciales difieren, por
planteamientos y posibilidades. Por lo tanto, y aceptando que hay cierta
hermandad entre editores independientes, no deberían obsesionarnos
otras políticas superiores en tamaño, quizá sí preocuparnos de vez en
cuando, un "poquito". La existencia bicéfala de dos conglomerados de
sellos es nota del ecosistema del libro. En este sentido, la labor de
José Manuel Lara Bosch ha sido la que debía ser con su grupo, Planeta. Y
de ella como editor independiente, entre otras cosas, me quedo con la
posibilidad de dialogar, aprender y admirar el trabajo de algunos de sus
editores como Elena Ramírez en Seix Barral o Juan Cerezo en Tusquets.
Su presencia, sus libros, también son el editar de Lara Bosch”, reconoce
Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma.
Defensor del libro. “Siempre hizo una defensa de lo
que le interesaba al sector, más allá de sus propios intereses. Un
ejemplo es el precio fijo del libro. La autoridad que tenía y la entrada
con la gente que trataba fueron de gran ayuda para la industria. En eso
fue muy generoso. No hay nadie con esa autoridad en el sector. Ahora
hay un vacío. Siempre fue capaz de decir lo que pensaba y mantener
buenas relaciones con quienes pensaban de otra manera”, advierte Joan
Tarrida, de Galaxia Gutenberg.
Gran competidor. “Tener a un competidor en el
mercado de la talla de Planeta mejora el desarrollo del sector. Con su
liderazgo y profesionalidad se preocupó por las variables que influyen
en el mundo del libro. Fue un empresario proactivo”, afirma Nuria
Cabutí, consejera delegada del grupo Penguin Random House.