Alexis Ravelo nos entrega la mejor y más sentimental crónica de la
fiesta negra. Unas líneas llenas de homenajes y buena prosa. Lean y
disfruten
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Se ponga sentimental o no, nuestro cronista no se pierde una ./Thalía Rodríquez./elpais.com |
Por Alexis Ravelo
Jefe: de nuevo encomendado a San Actrón, intento sacar algo
en claro de las imágenes que me he traído desde el sueño, elaboradas
con las cosas que vi y oí ayer. Por eso Philip Kerr
afirma que el Lanborghini es un trasto que Dios inventó para demostrar a
los futbolistas jóvenes que están ganando demasiado dinero, mientras
Ernesto Mallo explica la importancia de la sífilis en la primera
fundación de Buenos Aires, y los ojos de Empar Fernández y de Rosa Ribas
—dos pares de ojos perfectos cada uno en su estilo, de esos que atisban
con inteligencia lo que hay más allá de las líneas y los rostros— se me
clavan haciéndome preguntas que jamás podré contestar con certeza.
Usted dirá que estoy mezclando churras con merinas, pero es que aquí, en BCNegra,
el Comisario Camarasa ha sabido no solo mezclar churras y merinas, sino
que las churras monten a las merinas y estas paran maravillosas ovejas
negras que leen a Rodolfo Walsh y cantan Blues en Jam Sessions
inesperadas en las que uno nunca sabe si Tatiana Goransky acabará
marcándose un tango. Ella, Goransky, participó con Ernesto Mallo y
Claudia Piñeiro en una mesa moderada por Matías Néspolo sobre la novela
negra argentina —que es tanto, en mi opinión, como hablar sobre la
novela política argentina—, provocando carcajadas y asentimientos a un
público entregado y exponiendo teorías novedosas. Mallo, por ejemplo,
sostiene que el crimen no es un virus externo a la sociedad, sino algo
intrínseco a ella y, por tanto, inevitable, por lo cual lo que hay que
hacer es educar a los asesinos para que se conviertan en estafadores,
pues siempre es preferible que te estafen a que te maten.
Antonio Lozano (izquierda) y Philip Kerr | Foto: Thalía Rodríguez
Homenaje a los fans entregados
El público, jefe: un día tengo que dedicar unas líneas a
ese público entregado que hace colas bajo el frío y la lluvia para poder
ver y escuchar a sus favoritos. Por ejemplo: Philip Kerr. Yo sé que usted es fan absoluto de sus novelas sobre Bernie Gunther. Pero ahora Kerr ha dejado de contar historias ambientadas en el reino de la maldad nazi para buscar un infierno peor: el fútbol.
Entre bromas y veras, dijo Kerr que sus libros tienen mucho éxito entre
las mujeres —a Thalía Rodríguez no le extraña, porque, según ella, con
mostrar su foto en la solapa podría captar el interés de cualquier
lectora heterosexual—, pero que él quería ganar a los hombres para la
lectura: le parece una función social y se proponía que, igual que
Rowling volvió a atraer a los niños hacia el mundo del libro, hacer lo
mismo con los hombres. Yo, jefe, qué quiere que le diga, opino que este
es de los más peligrosos: a ver si ahora le va a dar a la gente honrada
por leer entre Partido del Siglo y Partido del Siglo... que, se empieza
por ahí y se acaba pensando.
Poca crónica más puedo hacerle de los actos oficiales.
Básicamente, porque ayer, como hoy, llovía y hacía frío y uno necesitaba
algo de calor. Lo encontré temprano en la tarde en la cafetería del
Conservatorio del Liceu, donde pude escuchar una estupenda banda de jazz
contemporáneo, a la misma vez que, en el interior del auditorio, se
sucedían las mesas redondas. Pero uno andaba algo tristón pensando en
eso que hace siempre el Comisario Camarasa antes de empezar los actos
de cada día: mencionar a quienes nos han dejado recientemente, que son
Josep Forment, Paco Porrúa, Jaume Vallcorba, Jean-Francois Vilart, Conxa
Gubern, José Manuel Lara y Lauren Bacall, la flaca que nos enseñó a
silbar. Y yo, que tengo mis propios muertos recientes, acabo de escuchar
en la radio que ha comenzado a nevar en Barcelona y recuerdo aquel
momento tan triste y bello de un cuento de Joyce que finaliza diciendo
“... nieva sobre los vivos y sobre los muertos”. ¿Recuerda?
Pero el ratito melancólico duró poco y algo me sacó de esta
nostalgia boba que me entra con las precipitaciones: un encuentro con
Andreu Martín, el Maestro, Rosa María Puig y Juan Sasturain, el Maestro
de Ultramar —otro de esos elementos peligrosos—, quienes, sin percatarse
de mi condición de infiltrado —o percatándose y, sin embargo,
compadeciéndome por ello— me llevaron al Milano, uno de esos perfectos
locales donde uno puede tomarse un cóctel también perfecto escuchando a
un no menos perfecto trío de jazz —adjunto foto y factura—. Por allí
pasaron también Carmen Moreno y Toni Hill. Por más peligrosa que sea
ella y más traidor a la causa que sea él, hay que reconocer que son dos
individuos encantadores.
En fin, jefe, discúlpeme el acceso de melancolía chica de
hoy. Pero tras la ventana comienza a llover nuevamente y uno, aunque
infiltrado, tiene su corazoncito. De estas churras y merinas de las que
le informé hoy, le envío las fotos que hizo Thalía Rodríguez con nueva
cámara de usar y tirar que compré en un quiosco. Las hizo ella porque
yo, a partir de la cuarta cerveza, no suelo estar ya para hacer fotos.
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 5