“Ante la oscuridad de la sala, el espectador
se halla tan indefenso como en la silla del dentista.”
Andrés Caicedo, Ojo al cine.
“El descubrimiento del cine ha sido lo más importante
de esta pobre vida. Eso y el descubrimiento del miedo”.
Andrés Caicedo, Ojo al cine.
“El crítico es la única fuente independiente
de información. Todo lo demás es propaganda”.
Pauline Kael
El 26 de Enero de este año asistí al estreno mundial de la película ¡Que viva la música!,
dirigida por el director Carlos Moreno e “inspirada”, como los afiches
promocionales lo indican, en la clásica novela del escritor Andrés
Caicedo.
Como algunos lectores que me conocen se podrán imaginar, Tenía una
profunda curiosidad por ver la película. Este interés no se debía
solamente al hecho de ser la hermana del autor del libro.
Primordialmente, se debió a mi profunda pasión por la buena literatura y
por el buen cine. Y claro está, mi curiosidad se hizo aun mayor al leer
y escuchar las múltiples entrevistas y declaraciones del director
Moreno explicando sus puntos de vista con respecto al poder llevar una
obra de tal magnitud a la pantalla. Puntos de vista, debo yo afirmar,
bastante sorprendentes. Para mencionar unos pocos—son numerosos –, aquí
les ofrezco a los lectores los que más hicieron despertar mi curiosidad:
—El director Moreno en una entrevista conducida por el diario El Pais
de Cali, el 18 de Junio del 2013, expresó que su propósito no era el
de adaptar la novela al cine sino el de desadaptarla. En sus propias palabras: …”más que una adaptación, es una desadaptación de la obra original”. Vaya, me dije yo…claras sus intenciones.
—En otro ejemplo, ahora nos encontramos al director Moreno paseándose
por las calles de Nueva York, siendo entrevistado en video por “Cartel
Urbano” en Octubre del 2013…allí, hablando también de la adaptación (¿o
desadaptación?) de la novela al cine, Moreno informa a la
entrevistadora: “nosotros buscamos ser algo irrespetuosos, porque creo
que es la mejor forma de honrarla, porque la obra es irrespetuosa en su
concepto. “ Vaya, vaya, me dije yo de nuevo, acrecentando mi curiosidad.
Interesante esta manera de honrar: irrespetando… Ya veré con qué nos
encontramos, me dije para mis adentros.
Lo que si comprobé después de sentarme por 100 largos minutos a ver
la película, fue que el director cumplió sus predicciones al pie de la
letra. Porque la película “inspirada” en ¡Que viva la música!
es en sí una completa desadaptación de la corta y brillante novela que
Andrés Caicedo escribió. Para muchos lectores apasionados de su obra, me
temo, la película será un desencanto, y para los que no han leído la
novela o no saben nada de Andrés Caicedo, a lo mejor les guste o a lo
mejor no. Como diría mi abuela, entre gustos, no hay disgustos. Pero
para mí, amante de su obra y admiradora de su extraordinario
conocimiento cinematográfico, fue una gran tristeza ver la combinación
de la desadaptación de su novela a la pantalla. AL CINE con letras
mayúsculas. EL arte sobre el cual Andrés Caicedo escribió con una
velocidad que rayaba con el delirio. “Lo que su autor más cultivó: la
escritura por, para, desde, en y frente al cine.” (Palabras de Sandro
Romero Rey y Luis Ospina en el Prólogo del libro Ojo al cine.)
Porque no podemos olvidarnos, ni por un instante, que Andrés Caicedo,
escribió sobre cine desde los quince años hasta literalmente el día en
que se quitó la vida. Bastante frustrante, lo confieso, el ver este
malogrado esfuerzo de inspiración.
Debo reconocer que la fotografía de la película está muy bien lograda
y que el actor que protagoniza al Rubén de la novela captó muy bien la
naturaleza del personaje. Pero un buen actor y una bella fotografía no
hacen una buena película. Se necesita muchísimo más. Se necesita una
narrativa que unifique todos los elementos que constituyen las distintas
partes esenciales de un film. Se necesita que la magia visual y la
buena actuación nos conquisten completamente hasta el punto de querer
adentrarnos en la pantalla.
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Paulina Dávila, en su primer largometraje, simple y llanamente, de acuerdo al análisis de la autora, no sabe actuar; es la Siempreviva. |
Empecemos pues, por el principio, como en los buenos relatos.
Empecemos por la heroína de la novela, la que le concede la voz, la
fuerza, la extraordinaria integridad y coherencia desde la primera hasta
la última página. ¿Recuerdan ustedes, queridos lectores, a María del
Carmen Huerta, esa fuerza de la naturaleza que nos explica su mundo
interior con una bella escogencia de palabras y con tal claridad que el
lector entiende la razón existencial de su inevitable y escogida
destrucción? ¿María del Carmen, la joven que nos da consejos de cómo
sobrevivir una cultura conformista y plagada de censura? ¿La heroína que
un lector norteamericano me recordaba hace poco cómo, al leer el libro,
ella le hacía pensar en los personajes de las tragedias griegas; esos
hombres y mujeres que nos capturan totalmente debido a su belleza
interior y al total convencimiento de que ellos no pueden hacer otra
cosa que ser completamente fieles a su verdad, no importa lo que esta
verdad les depare como destino? Sí, esa María del Carmen Huerta, la
María del Carmen del libro. Pues siento decirles, que Paulina Dávila, la
actriz/modelo que la personifica, en mi opinión, no pudo en ningún
momento captar la energía interna y filosófica de nuestra heroina. Si,
la señorita Dávila es rubia y muy bonita. Ay, pero nada tiene que ver
con nuestra “rubia, rubísima.” Y cuando la escogencia del actor central
es errada, pues las cosas se ponen bastante difíciles.
Pero ¿por qué la escogencia fue desastrosa? porque Paulina Dávila, en su primer largometraje, simple y llanamente, no sabe actuar.
La señorita Dávila, la misma que hace unos pocos años se hizo pasar por
la cantante Shakira y vivió para contar su experiencia en la revista
Soho, con video incluido, pelos y señales. Sí, la Shakira de mentiras,
la actriz de telenovelas y de videos musicales, honestamente no pudo
entender a nuestra María del Carmen. Ni poquito. Esta espectadora que
ahora escribe, viéndola en la pantalla por casi dos horas, recordó la
famosa frase de la escritora norteamericana Dorothy Parker cuando se
refirió a la capacidad de actuación de una popular actriz
norteamericana, “She runs the gamut of human emotions from A to B”
(“Ella recorre toda la gama de las emociones humanas de la letra A a la
letra B”). Poca distancia a nivel de actuación. Y en la “inspirada”
película esto es básicamente lo que le vemos hacer a la señorita Dávila
en su papel de María del Carmen Huerta:
- Paulina, mostrando su hermoso cuerpo y bella cara, se despierta
- Paulina, mostrando su hermoso cuerpo, se toca continuamente su cabellera, rubia por supuesto
- -Paulina tiene relaciones sexuales con jóvenes de ambos sexos y distintas razas.
- Paulina camina y camina y camina.
- Paulina se sonríe—siempre siempre, no importa cuántos muertos y
cuántas drogas y con cuántos se acueste. Siempre la misma calidad de la
sonrisa.
- Paulina usa drogas de todo tipo, sonriéndose.
- Paulina abre sus hermosos ojos un poquito más, cuando algo intenso
va a suceder. Lo intenso puede ser desde asesinatos hasta orgias,
pasando por encuentro de cadáveres y otras sorpresitas. (Después de
todo, está inspirada en QVLM).
- Paulina, exhibiendo su bello cuerpo y hermosa cara, trata de bailar.
- Ah, y la voz de Paulina, la voz con el tono monótono y carente de
emoción de niña colegiala declamando párrafos enteros de un libro
mandado a memorizar: Nos repiten parte de las palabras escritas por
Andrés Caicedo, el extraordinario manifiesto de vida de María del
Carmen Huerta. Poca vida en la lectura de ese manifiesto. Poquísima.
¿Van viendo, estimados lectores, a lo que me refiero cuando hablo del
poquísimo rango de emociones? ¿Dónde estás, María del Carmen, cuando
más te necesitamos?
Y señores y señoras, jóvenes y jovencitas, esta película que yo vi en
Sundance, comandada por la María del Carmen de Mentiras (con la directa
responsabilidad creativa de su director) es, en síntesis, un collage
fragmentado e incoherente cuya base reúne las fórmulas infalibles: sexo
de todo tipo, drogas y violencia. Claro está, en el sexo deberán
aparecer bellísimas mujeres. Y si se le añade un baile frenético, donde
los cuerpos semidesnudos saltan, aún mejor. Una fórmula que rara vez
falla. Y sobre esos superficiales soportes se sustenta la película. Como
si ¡Que viva la música! fuese tan solo una historia de
erotómanos y bailarines. Así sentí la película: incoherente, con una
narrativa sin unidad de ninguna clase. Y ni hablar de los otros
personajes. De lo que la película inspirada en QVLM hizo de
Ricardito el miserable, de Mariángela, de Leopoldo Brook, sólo por
nombrar unos pocos. El lector del libro tendrá dificultades en
reconocerlos…ni reconocerá las casas ni de dónde vienen ni para dónde
van. Las secuencias se confunden y la historia se pierde. Pero es que
en la ‘inspirada” película la historia no cuenta. ¿Para qué, cuando
todo el mundo está pasando tan sabroso?
¿Y en cuanto a la época en la que está “reconstruida” la historia?
Queridos lectores: esa es la pregunta del millón. ¿La década del 70? Tal
vez ( discos, equipos de sonido de la época, costos monetarios,
carros…) Pero ¿qué pasa con la aparición de instrumentos electrónicos
del siglo 21, y con la mención del Euro como moneda, y la decoración de
las múltiples casas donde la María del Carmen de Mentiras pasa sus días?
Todo nos remite, al parecer, al año 2007, por lo menos…¿Y una Cali con
la avenida del Rio ya ampliada completamente? ¿Y el vestuario de siglo
21 en su mayoría, o de finales de siglo 20, para confundir más al
espectador? ¿La inspirada película nos lleva en una máquina del tiempo
veloz! Uno se confunde UN POCO. Pero el gran problema es que uno SE
ABURRE. Eso siempre sucede cuando un libro o una película o una obra de
arte no cuentan bien el cuento: EL ESPECTADOR SE ABURRE. Mirada al
reloj, deseo de salir a dar una vuelta a la manzana para sentir el aire
fresco.
Y ni hablar de la MÚSICA. Las 96 canciones, mencionadas, vividas y
bailadas y cantadas de la novela original. La MÚSICA de una novela que
por algo se llamó ¡QUE VIVA LA MÚSICA!… Rolling Stones (!) Richie y
Bobby (!!) y todos los demás. Las letras incomprensibles por su raíz
africana. Las que nuestra heroína se sabía de memoria y que muchos
lectores del libro se aprendieron también. Pues poquísima de la música
citada en la novela aparece en esta “inspirada” película. (No menciono
las canciones originales que la película tiene, para que al menos haya
alguna agradable sorpresa entre los curiosos que vayan a verla). Aunque
poco fue el deseo de mover aunque fuera los pies en la butaca oyendo las
notas celestiales de Bobby y Richie. Porque la música de QVLM, the movie, no es la música de QVLM la novela. Poco, poquísimo de la película nos muestra el alma de su autor y la perversa energía de sus personajes. Poquísimo.
¡Ay. Y el final! Sí, queridos lectores, el final. Y estoy hablando aquí de la novela. Que ustedes se sorprendan con el final de QVLM, the movie…
Así debe ser con toda película. Pero se recuerdan ustedes, queridos
lectores de este texto (los que se han leído la novela) se recuerdan
quienes han leído el texto a María del Carmen terminando de escribir su
manifiesto filosófico, corriendo hacia su escogida muerte y diciendo:
”Ahora me voy, dejando un reguero de tinta sobre este manuscrito. Hay
fuego en el 23.” Queridos lectores, una advertencia: No les cuento el
final de la inspirada película, pero si se pudieran meter a la pantalla,
les digo que ni un fosforito irían ustedes a encontrar. Ni uno. Sólo
pregunto: ¿cambiaría usted “En un lugar de La Mancha…” o “…porque los
pueblos condenados a cien años de soledad…”, en aras de una
“desadaptación” cinematográfica, de una obra que ya se ha comprobado de
sobra que ha sido masivamente aceptada como una obra maestra?
Asi que estando en Sundance, en lo alto de las imponentes montañas
rocosas– en un pueblito que antes de convertirse en el centro de
reuniones de personas interesadas por el cine, antes de que la gente
linda se paseara por la calle principal seguida por fotógrafos y fans–
era un simple pueblo minero del lejano oeste, uno de esos pueblitos que
salían en los westerns que tanto le gustaban a Andrés. Después de ver QVLM, the movie
y hacerle mis preguntas y comentarios al director, salí a la calle y me
acordé, claro está, de Andrés, llegando caluroso a la casa después de
ver cine. Ésta era siempre mi pregunta: ¿Qué tal la película? ¿Bueno
verla? “Rosarito”, contestaba él, “recibí hoy 400 golpes de buen cine”
(en homenaje a su amado Truffaut) o, “Rosarito, recibi, 400 golpes de
mal cine”…Pues, ese 26 de Enero, en Park City, Utah, en el lejano oeste
norteamericano, no solo recibí 400 golpes de mal cine, sino que así,
mágicamente, se me apareció la voz sabia de Virginia Woolf repitiendo
una de sus hermosas frases sobre los esfuerzos del narrador literario al
tratar de crear un personaje:
“SON MUY POCOS LOS QUE CAPTURAN AL FANTASMA”.
Totalmente de acuerdo, bella, trágica Virginia. Entre el libro QVLM
y la película inspirada en la novela, me atrevo a decir que yo sé bien
dónde vive nuestra María del Carmen, la joven que se dejó capturar sin
esfuerzo alguno. Bien sabía que el captor la haría universalmente
eterna.
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Al centro, Andrés Caicedo, a la izquierda Eduardo Carvajal, y en el extremo derecho, Luis Ospina. |